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El respeto ganado de José Peseiro

En esta columna, Carlos Domingues analiza cómo ha respondido el técnico de Venezuela, José Peseiro a un contexto adverso, no solo por la pandemia, sino por los problemas que afectaron y siguen afectando a la Federación Venezolana de Fútbol y el entorno futbolístico del país

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Cuando José Peseiro se ponga de pie al borde del impecable terreno de juego del Estadio Metropolitano Roberto Meléndez de la calurosa Barranquilla, el portugués habrá concretado una odisea que, estoy seguro, jamás en su vida imaginó afrontar. El nuevo seleccionador nacional, no me queda duda que impecablemente vestido de saco y corbata (aunque Carlos Queiroz le haya recomendado el uso de alguna guayabera para la ocasión), dirigirá así su primer partido con Venezuela, por los puntos y con el objetivo de Catar 2022 en el presupuesto. Así, sin anestesia.

Y vaya mi respeto para el técnico porque si bien parece fácil asumir que entre su designación a comienzos de febrero y el 9 de octubre estuvo la mayor parte del tiempo en su casa en Portugal durante la pandemia, enfrentó durante seis meses un sinfín de adversidades sin generar alguna declaración altisonante o polémica en medio de una situación marco que generaba mucha polvareda.

Peseiro mantuvo el tipo y con una paciencia parecida a la de Job – aquel rico ganadero que, sin preguntarle, utilizó Dios para retar a Satanás a punta de su fidelidad y paciencia-, ejerció su cargo a distancia, con el agravante (a diferencia de la mayoría de sus colegas en Suramérica) que apenas si ha podido conversar cara a cara con un puñado de quienes serán sus dirigidos. No dudo que habrá sostenido contacto con todos los convocados (al menos con lo que estarán en la lista provisional de 30 jugadores) para manifestarle de manera remota qué pretende hacer en el campo de juego.

Eso sí: suficiente tiempo habrá tenido para ver videos y partidos de sus muchachos, así como analizar a los jugadores y sistemas de sus rivales. El lusitano es un profesional a carta cabal y tiene un equipo técnico que ya deben haber levantado toda la data contraria, pero creo que esa no ha sido la parte más complicada de administrar un cargo tan importante en nuestro país, a distancia.

Peseiro, a confesión del propio presidente del Comité Normalizador de la FIFA, no ha percibido remuneración alguna en este tiempo, aunque para un entrenador de su categoría, por necesidad, esto no debe haber sido problema mayor. Sin embargo, como Job, su espera al momento que pueda por fin dirigir, ha sido con suficiente control ante los sacudones y tormentas que han azotado a la FVF en este ínterin.

Cualquier trabajador en su lugar y en un escenario tal, podía haber pegado la vuelta y no arriesgar el prestigio de su carrera (considero que junto con José Omar Pastoriza es el técnico con mejor cartel y currículo en asumir el cargo de seleccionador nacional). Todo el lío legal y político que terminó en el lamentable fallecimiento del presidente de la entidad, la inestabilidad institucional de la Federación, las críticas y burlas de algunos periodistas, el incierto comienzo del fútbol profesional en el país, la planificación logística en tiempos de pandemia y todo lo que eso conlleva, hubieran sido elementos suficientes para que el técnico dijera “ni comienzo” y, fácilmente, haber podido asumir en algún club de su país o del resto del viejo continente y no darse quebraderos de cabeza.

No fue así. Peseiro, caballero y muy serio en sus intervenciones por todo este tiempo (intentos de andanadas contra él de por medio), ha dejado claro que sigue siendo el seleccionador de Venezuela y solo esperaba el anuncio del comienzo de las eliminatorias mundialistas para comenzar a ejercer en hecho. Y creo que así como lo asumimos la mayoría en febrero cuando su nombramiento, hay que esperar a que debute y ver qué ofrece, dónde se verá su mano en el juego de un equipo que ya venía bien aceitado y con suficiente tiempo de trabajo. El mismo técnico ha dejado claro que no será conveniente modificar muchas cosas y que las transformaciones, de darse, serán progresivas.

Es difícil encontrar el éxito en estas circunstancias. Sin querer abrirle el paraguas, la dificultad del reto que asume es de un nivel muy elevado: se juntará por primera vez con su grupo en Madrid apenas cuatro días antes de disputar su primer partido, por los puntos, por la eliminatoria más difícil del mundo, sin ensayos previos. No me queda duda que se amparará en la cohesión de un grupo que había encontrado su fútbol (y resultados) justo al final del anterior proceso, una ventaja que tiene con respecto a otras selecciones menos trabajadas en Suramérica.

Será difícil obtener impresiones de los involucrados en un mano a mano con ellos durante estos días por los protocolos sanitarios (el equipo hará una burbuja en La Guaira cuando arriben al país), pero por la actitud de todos los futbolistas (quieren venir a jugar con su selección contra viento y marea) se entiende que ya todos desean demostrarle a Peseiro sus condiciones y hacerse todos útiles en este camino que apenas comienza. No habrá variantes de caras y supongo que muy pocas en el juego, pero es un nuevo proceso y todo, como la eliminatoria, va a comenzar de cero. Para el técnico y los suyos.

Mis respetos para José Peseiro. Gracias por soportar y estar ahora cuando todo comienza y la ilusión de un país está puesta en su selección. Ahora en adelante ya no hay desventajas.

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