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La Billo’s Caracas Boys celebra una historia de 80 años

La Billo's Caracas Boys cumple 80 años de fundada por el maestro Billo Frómeta. El dominicano que sin renunciar a su nacionalidad asumió a Venezuela como su país y a Caracas como su patria, escribió más de 2.800 canciones y vendió más de 10 millones de discos en América y España. Su legado se celebra en medio de agrias disputas familiares.

"Navidad con Billo" 2019 en Asociación Cultural Humboldt. Cortesía
Fotos: DR/Cortesía
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Pocas orquestas, dentro y fuera de Venezuela, llegan a tener una trayectoria tan longeva como la Billo’s Caracas Boys, que celebrar sus 80 años desde que fuera fundada por el músico Billo Frómeta, dominicano de nacimiento, pero muy venezolano de corazón, para presentarse el 31 de agosto de 1940 en el mítico Roof Garden. Este era el elegante salón de baile de la terraza del Hotel Madrid, en la esquina de La Torre, frente a la caraqueña Plaza Bolívar, nervio motor de una ciudad casi aldeana con apenas 200.000 habitantes.

En ese mismo lugar había debutado con su banda primigenia, la Billo’s Happy Boys, que lo trajo desde su isla natal para animar con su música la fiesta de bienvenida del año nuevo el 31 de diciembre de 1937. Desde entonces el maestro estableció un estrecho vínculo con nuestro país, y muy especialmente con Caracas, que mantuvo hasta su muerte en 1988.  Hoy lo recordamos por su apreciable legado como el gran personaje de la música bailable en Venezuela,

Preludio en Quisqueya

Luis María Frómeta Pereira, que así era su verdadero nombre, nació en Santo Domingo, República Dominicana, el 15 de noviembre de 1915. A los cinco años se fue a vivir a San Francisco de Macorís, en compañía de sus padres, el abogado José María Frómeta y Olimpia Pereira de Frómeta. El apodo por el cual es conocido se lo pusieron desde muy niño, pues antes de balbucear palabra alguna, le decía ‘billo’ a cualquier cosa que veía.

Al iniciar la escuela primaria tiene su primer contacto formal con la música, que entonces era materia obligada. Se sintió tan atraído por el arte del pentagrama, que sus padres lo inscribieron en un conservatorio, al cual asistía antes de entrar a clases. Aprende teoría y solfeo, armonía y composición y a tocar saxofón y clarinete. Allí conoció también a dos compañeros que fueron sus grandes amigos: Francisco Simó Damirón y Rafael Minaya (Tatán), el primero triunfó con los años como un renombrado pianista de ritmos tropicales, muy especialmente los de su país, que dio a conocer instrumentalmente a través de álbumes memorables, como Piano merengue, un disco legendario.

En los años en que Billo estaba recién llegado a Venezuela

Ya a los 15 años, Billo fue fundador y primer director de la Banda del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo. Dirigir a sus 48 integrantes resultó una buena oportunidad para practicar y ampliar sus conocimientos de armonía y composición, así como sus dotes en el campo de la instrumentación.Con el segundo labró una estrecha relación que los llevó a colaborar en varios proyectos, hasta que coincidieron en Caracas, dos décadas después, cada uno al frente de su propia orquesta.

Nuevas andanzas musicales

En 1933 regresa de San Francisco de Macorís a su ciudad natal para estudiar medicina, más para complacer a su padre que por vocación. Se ganaba la vida poniendo inyecciones y dando clases de guitarra a domicilio. Un buen día conoció al joven violinista venezolano Freddy Coronado, estudiante de ingeniería, quien lo ayudó a obtener trabajo como saxofonista en el teatro Capitolio y luego lo animó a que formaran el Conjunto Tropical.

Más adelante, con un grupo de compañeros de la universidad funda la Santo Domingo Jazz Band. Además de Freddy Coronado, estaba otro estudiante de ingeniería, Francisco Simó Damirón, así como Ernesto Chapuseaux (que se haría famoso después como eminente cantante, bailarín y compositor de merengues), cursante de Medicina junto a Billo. Dirigida por Damirón al principio, al poco tiempo lo sustituyó Frómeta, pues tuvo que irse a vivir a Puerto Rico, en donde iniciaría su eminente carrera.

La orquesta, muy inspirada en las tan entonces de moda, Casino de la Playa, de Cuba, y Rafael Muñoz, de Puerto Rico, así como las estadounidenses de Fletcher Henderson y Glenn Miller, todas teñidas de sonido big band, comenzó a robarle tiempo al joven Billo, por lo cual abandonó sus estudios de medicina, a los tres años de iniciados, para dedicarse a su verdadera vocación.

Pero debido a la crítica situación económica que se vivía en la época, la orquesta conseguía muy pocos contratos, lo que lo llevó a buscar otros horizontes. Entonces se pasea por la posibilidad de venir a Venezuela. Las gestiones comienza a hacerlas Freddy Coronado, por intermedio de un tío suyo residente en Caracas, quien al cabo de unos meses les comunica que había una oportunidad de ser contratados por el Roof Garden, una sala de baile muy en boga en la capital, que estaba interesada en que animaran el baile de Año Nuevo, para así iniciar ese mismo día, 31 de diciembre de 1937, una larga temporada en ese lugar.

La dictadura se impone

Cabe recordar que en aquel momento, y desde 1930, gobernaba la República Dominicana el megalómano y feroz dictador Rafael Leónidas Trujillo, quien manejaba la isla con mano de hierro, como si de su feudo personal se tratara. Su ego era tan desmesurado, que un año antes, en 1936, le cambió el nombre a la capital quisqueyana por el de Ciudad Trujillo.

Cuando Luis María Frómeta empezó a hacer las gestiones legales para venir a presentarse con su orquesta en Caracas, los funcionarios del régimen pusieron como condición, para otorgarle el permiso de salida, que le cambiara el nombre a la Santo Domingo Jazz Band por el de Ciudad Trujillo Jazz Band, lo cual tuvo que aceptar el maestro obligado por las circunstancias. De esta manera emprendieron su viaje a Venezuela.

La banda emprendió una travesía de diez días por el Caribe en un carguero holandés, en cuya sala de máquinas ensayaban.

“Partimos a bordo de un barco llamado Sordwagen, cuyo capitán nos advirtió que no había cupo para nosotros (…), tuvimos que aceptar un espacio en la carbonera del barco, sin comida ni la más mínima atención”, escribió Billo sobre este viaje, que contó con un desvío a causa de una tormenta y con un concierto en Curazao que les dejó dinero para comprar ropa, según lo registra una reseña del cronista musical Leo Felipe Campos, publicada en la revista Don Juan y fechada el 18 de marzo de 2016.

¡HolaCaracas!

A Venezuela llegan el mismo día de su debut, el 31 de diciembre. La Caracas a la cual arribaban era poco más que una aldea grande de 200.000 habitantes, en la que los lugares de diversión y esparcimiento estaban en los alrededores de la Plaza Bolívar, erigida como el nervio motor capitalino. Los más renombrados eran -además del Roof Garden, situado en la terraza del Hotel Madrid, en la esquina de La Torre-, la cervecería Donzella de Torre a Principal, el Montmartre de Padre Sierra a la Bolsa y el bar La India, de Gradillas a Sociedad.

Antes de que la orquesta se presentara en aquel prestigioso local, e inclusive antes de que llegara a Caracas, sus propietarios, los hermanos Sabal, habían decidido unilateralmente cambiarle el nombre y deciden rebautizarla como Billo’s Happy Boys, pues no estaban de acuerdo con la denominación que aludía al dictador Trujillo.

Era un momento en el que Venezuela vivía un complicado período de transición -luego de la muerte del tirano Juan Vicente Gómez en 1935-, conducido por el gobierno del general Eleazar López Contreras, quien motorizaba, con sus más y sus menos, una vía hacia la democracia. De hecho, ese mismo año de 1937 nacía el Partido Democrático Nacional, al que se considera el antecedente de Acción Democrática (AD), fundado por Rómulo Betancourt, junto a Raúl Leoni, Rómulo Gallegos y Jóvito Villalba.

No sin temor, por las consecuencias que pudiera acarrearles en su país, Billo y sus músicos aceptaron la decisión de sus contratantes. Entonces el maestro no imaginaba que estaba llegando a Venezuela para quedarse.

El debut en el Roof Garden a sala llena resultó más que auspicioso y marcó el comienzo de una prometedora temporada para la Billo’s Happy Boys. Pero el cambio de nombre produjo protestas en la República Dominicana y este inconveniente y la prórroga consecutiva del contrato aquí fueron obligando a músicos y cantantes a permanecer en Caracas.

Billo Frómeta en los tiempos del Roof Garden y Sans Soucy.

Para aquella época no había programas de radio con orquesta, por lo que Billo se limitaba a sus actuaciones en el Roof Garden todos los días, menos los lunes, de 10 de la noche a 4 de la madrugada, más el Vermouth Danzante de los domingos, entre las 12 del mediodía y las 5 de la tarde, este sí transmitido en directo por Radio Caracas. Así estuvieron hasta 1939, cuando Frómeta se vio afectado por el tifus y los médicos no daban buenos pronósticos sobre su salud. Entonces la orquesta se disolvió.

Y nació la Billo’s…

Pero el músico hizo quedar mal a los médicos y meses después, “tras haber perdido el cabello”, según uno de sus biógrafos, volvió a tomar la batuta y el saxofón. Se impuso entonces organizar otra formación musical para proseguir trabajando en el Roof Garden, su escenario habitual. Allí debutaría el 31 de agosto de 1940 con su nueva orquesta, la Billo’s Caracas Boys. Ese día se da inicio a la trayectoria más larga y completa que orquesta alguna haya desarrollado en Venezuela.

En el nacimiento de la agrupación fueron parte importante el cantante dominicano Kuroky Sánchez, intérprete de las canciones más movidas, y el bolerista César Espín (que años después integró con Ángel Guanipa el famoso dueto Espín-Guanipa), así como el saxofonista y violinista Freddy Coronado, el venezolano amigo de Frómeta desde que ambos estudiaban en la Universidad de Santo Domingo.

Billo’s Caracas Boys, en los comienzos de la TV venezolana.

La banda interpretaba música caribeña, caraqueña, costeña colombiana y cubana. Bajo este concepto, armó un repertorio compuesto de porros, guarachas, boleros, merengues dominicanos y merengues criollos. Así estuvieron durante casi cuatro años, hasta que al terminar su contrato con el Roof Garden fueron llamados para inaugurar el Sans Soucy, un exclusivo club de baile y restaurante creado por los empresarios Luis Plácido Pisarello (el mismo que trajo a Carlos Gardel a Venezuela en 1935) y Roberto Levy. Estaba ubicado entre las esquinas de Cují y Salvador de León, donde otrora se encontraba la casa en la que el Libertador Simón Bolívar aprendió sus primeras letras. El debut en su nueva sede artística fue el sábado 10 de junio de 1944, teniendo como cantantes a Rafa Galindo en los boleros y Víctor Pérez como guarachero.

Desde el 1 de julio de ese mismo año comienzan las transmisiones de sus bailes en el Sans Soucy, a partir de las 9:30 de la noche los días sábados por Radio Caracas Radio, Radio Continente y posteriormente por Radiodifusora Venezuela. Este espacio le sirvió a la Billos’Caracas Boys como preámbulo para su propio programa radial, «¡A gozar muchachos!», estrenado a finales de 1945 por Radio Caracas.

La emisora emitió semanalmente este programa a las 5 de la tarde, hasta 1957, bajo la animación de Marco Antonio Lacavalerie -el ya famoso Musiú Lacavalerie-, y por largo tiempo este fue el espacio más popular de la radio venezolana.

Otros programas radiales que tuvieron a la orquesta como atracción principal fueron: «Variedades Esso», «Hora íntima con Billo Frómeta», «La Canción Palmolive», «Gran Reserva Musical» y «Fiesta Fabulosa», este último otra de las grandes producciones que animó estelarmente Frómeta con su música, también con el Musiú Lacavalerie de animador.

Para los años 50, la Billo’s Caracas Boys estaba más que consolidada. Competía de igual a igual con las grandes orquestas bailables de entonces, que eran las de Luis Alfonso Larrain, Pedro J. Belisario, Aldemaro Romero, Chucho Sanoja y Rafael Minaya, éste último compatriota de Billo y su amigo desde la niñez en el conservatorio de música de San Pedro de Macorís.

Un retiro involuntario

Es en esta etapa cuando le toca a Billo afrontar una cadena de enojosas situaciones, que lo llevarían a la cárcel acusado de bígamo, lo enfrentarían con sus músicos y lo harían salir del país “para no tener que, literalmente, morirse de hambre”, según lo apuntan los periodistas Mariana Alarcón y Pedro Revette, responsables del bien documentado blog de casos judiciales Crónicas de Tánatos. Y lo narran de esta manera:

“En la época posterior a su llegada a Venezuela, Billo viaja a la República Dominicana para contraer nupcias con Mercedes Olimpia Senior, hermosa joven quisqueyana hija del venezolano Juan Agustín Senior; lamentablemente la pareja no funcionó y con el tiempo opta por separarse. El 31 de mayo de 1944 Billo otorga un poder a su padre, el licenciado en Derecho José María Frómeta, para que lo representara en el juicio de divorcio que intentó ante los tribunales de República Dominicana. La demanda fue admitida y la disolución del matrimonio ejecutada de tal forma que para 1946 Billo tenía en su poder la sentencia de divorcio.

Tiempo más tarde, Frómeta decide fundar una nueva familia, esta vez con la venezolana Haydée Grillo Rodríguez, cosa que hace por todo lo alto, tanto por la iglesia como por lo civil; la pareja vive años felices y tranquilos, hasta que a mediados de 1956 estalla una bomba: Mercedes Olimpia Senior, ex conyugue del músico lo demanda ante los tribunales venezolanos por el delito de bigamia”.

El maestro Billo frente a la máquina en la que escribió innumerables canciones 

La causa es desestimada en primera instancia, pues el juez consideró que no existía infracción, por cuanto el acusado (asistido por el abogado Rafael Naranjo Ostty) no tenía intención delictuosa con su segundo matrimonio, ya que tenía en sus manos la sentencia de divorcio dictada en Santo Domingo. Esta decisión es impugnada dando lugar a un largo proceso, que pasa por instancias superiores hasta que otro juez revoca la decisión anterior y dicta auto de detención contra el músico el miércoles 8 de noviembre de 1956. El 4 de enero de 1957 el fiscal del caso, Guillermo Tell Peña, presenta un escrito en el que pide tres años de prisión para Billo, invocando el artículo 402 del Código Penal. Este escrito sería contestado por la defensa en una memorable audiencia llevada a cabo el día 31 de enero en la sede del tribunal, ubicado en el edificio Gradillas.

Aquel día, relatan los cronistas, “una multitud se agolpó en las afueras del tribunal esperando el momento en que el músico fuese conducido al mismo bajo custodia policial; al verlo lo saludaban a voz en cuello y se quedaron allí a esperar que concluyera el acto. Dentro del recinto la situación no era distinta; la sala rebosaba con la presencia de músicos, locutores, periodistas, familiares y amigos de Billo”.

Profeta en Caracas

Ante la mediática audiencia, el doctor Rafael Naranjo Ostty rebatió cada una de las acusaciones contra su defendido, en un alegato de hora y media, que fue calificado de brillante. Finalmente, el 26 de febrero de 1957 se le concede la libertad provisional y poco después la definitiva. Lo que no sabía es que lo esperaba otro agobiante caso.

Poco después de salir de la cárcel ya había reestructurado su orquesta, pero tuvo una efímera duración. No había pasado un año, cuando en febrero de 1958 la Asociación Musical le impuso un veto sindical, debido a la contratación inconsulta del saxofonista dominicano Sócrates De León. La sanción –que muchos atribuyen a envidias de otros músicos hacia Billo, que no le perdonaban su éxito- le prohibía realizar cualquier actividad musical dentro de las fronteras venezolanas.

Así las cosas, Billo se radica en La Habana, donde graba temas con Victor Piñero y Alfredo Sadel y se gana la vida trabajando como copista. También hizo los arreglos del primer disco de una nueva orquesta venezolana próxima a debutar, Los Melódicos, encargados por su joven propietario, Renato Capriles. Pero como Frómeta estaba vetado en Venezuela, no pudo atribuírsele su autoría.
Para 1960 la tormenta sindical había amainado y Billo pudo regresar al país debutando con la nueva Billo’s Caracas Boys el 14 de julio de ese año.

Gloriosa «Tercera República”.

Era la tercera orquesta que el dominicano estructuraba desde su fundación en 1940, por lo que a esta etapa él mismo solía calificarla jocosamente como “La Tercera República”, que no sólo sería la última, sino también la más exitosa y la que la afianzó definitivamente como “la más popular de Venezuela”, tal y como lo destacaba su eslogan publicitario, ideado por el locutor Juan Francisco Rodríguez.

En la parte vocal de la nueva Billo’s Caracas Boys se estrenaban dos artistas emergentes, ambos marabinos: Felipe Pirela como bolerista y José “Cheo” García como guarachero. Pirela, de 17 años, venía de actuar con Los Peniques, orquesta de planta en el famoso Show de las 12 de Víctor Saume en Radio Caracas Televisión, mientras que García, de 34 años, tenía un recorrido artístico bastante más prolongado, pues se inició como vocalista infantil y posteriormente como intérprete de diferentes bandas zulianas, para luego venirse a Caracas y formar parte de las orquestas de Juanito Arteta, Pablo Armitano y Los Peniques, de donde pasa a la Billo’s. Ambos, cada uno en su estilo, marcaría época. ¡Y de qué manera!

Uno de los primeros éxitos de Felipe Pirela fue el bolero de Italo Pizzolante «Puerto Cabello» -incluido en Paula, el primer elepé de esta etapa de la orquesta -, al que seguirían «Para qué recordar», «Por la vuelta», «Quisqueya», «Pobre del pobre», «El malquerido» y «Sombras», con los cuales inició una serie interminable de sucesos discográficos, nacional e internacionalmente, que lo afianzarían como uno de los intérpretes más celebrados de este género romántico, que en su posterior internacionalización lo llevaría a ser calificado como “El bolerista de América”.

El maestro durante un concierto al aire libre en Bogotá (Foto: Manuel Moreno)

Cheo García no se quedó atrás y de la mano de Billo se convirtió en uno de los guaracheros más populares del país y el área del Caribe, gracias a su sabroso y muy contagioso estilo interpretativo, con el cual convirtió en éxitos temas emblemáticos de la orquesta, como «La vaca vieja», «Canto a Caracas», «Toy contento», «Jardinero», «Ariel», «Caballo Alazán», «Al Paso», «Si yo tuviera una novia», «Bacosó», «Pájaro Picón», y un largo etcétera.

Ambos vocalistas acrecentaron también su fama como intérpretes de los mosaicos, que era la denominación que Frómeta le daba a los popurrís de viejas canciones que estableció como señales de identidad en esta “Tercera República” de la banda. Aunque esta fórmula ya la había empleado en las primeras etapas de la orquesta, entre los años 40 y 50, cuando la responsabilidad vocal recaía en el guarachero Manolo Monterrey y el bolerista Rafa Galindo, formalmente los mosaicos se comenzaron a grabar a partir de 1960, uno por cada elepé, los primeros once en las voces de los zulianos, con Pirela recreando los boleros y la voz de García en las guarachas y los temas afrocubanos, que era generalmente la estructura musical de esta celebrada fórmula. De hecho, el que se considera el mosaico más famoso de la orquesta, el número siete, forma parte de los que los dos cantantes hicieron juntos.

El Puma empieza a rugir

Felipe Pirela dejó la orquesta en 1963 para emprender su internacionalización, dándole el paso en su lugar al futuro “Puma” José Luis Rodríguez, quien venía del quinteto vocal Los Zeppy.  Pero ya el maestro había reforzado su pareja de cantantes con otro zuliano, Joe Urdaneta, y compuso la canción Tres regalos, dedicada a Maracaibo.

Presentacion en un programa de televison los nuevos integarntes de la orquesta Billos y el retiro de Felipe Pirela.De izquierda a derecha Paula Bellini, Cheo Garcia, Felipe Pirela, Billo Frometa, Jose Luis Rodriguez y Henry Altuve. (Coleccion Archivo El Nacional).

Urdaneta interpretó ese tema con Cheo y Felipe, colocándolo como uno de los sucesos históricos de la Billo’s.

José Luis Rodríguez permaneció tres años con la orquesta, hasta 1966 y allí sus grandes éxitos fueron «Vida consentida», «Quiero verte una vez más», «Charlemos», «Tarde gris», «Nada», «Un cigarrillo, la lluvia y tú», «Y qué quieres», «Desconocidos», «El mundo», «Nuestro balance», y muchas otras.

A la salida de Joe Urdaneta, Billo contrata a otro marabino, Memo Morales, quien tuvo una actuación prolongada y exitosa que duró 12 años, con voz y talento especial para cantar los aires españoles, razón por la cual lo bautizaron artísticamente como “El gitano maracucho”. De su repertorio más difundido bajo la dirección del dominicano figuran los pasodobles «Ni se compra ni se vende», «Que viva España», «Cuna cañí», «Cántame un pasodoble español», «Si vas a Calatayud» y los boleros morunos «Niña Isabel», «Te lo juro yo» y «Mambo moruno», entre otros.

El joven Memo Morales, en sus años mozos comenzando con Billo’s

En los años 70 continúan los triunfos de la orquesta. Siguen actuando Cheo García y Memo Morales, hasta que el 15 de julio de 1971 se les une el bolerista Ely Méndez, quien ya tiene 49 años consecutivos con la Billo’s, muchos más que los 21 años que tuvo Cheo García. Con otros vocalistas, con mayor o menor notoriedad, aunque nunca con la idolatría que como individualidades tuvieron los que hemos mencionado, la orquesta ha mantenido su peso específico, algo disminuido, hay que decirlo, a raíz de la muerte del maestro en 1988.

Record Guinnes en Canarias

Entre los hitos que la orquesta ha establecido en estas fructíferas ocho décadas de actividad, figura muy especialmente el Record Guinness que obtuvo en 1987, en el marco del carnaval de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias.

La Billo’s Caracas Boys, junto a la cantante cubana Celia Cruz y la Sonora Matancera, establecieron la marca al protagonizar el concierto bailable más grande al aire libre de entrada gratis, con una asistencia de 250.000 personas, que tuvo lugar en la Plaza de España. Se realizó el 3 de marzo, martes de carnaval, y como agrupaciones locales actuaron dos orquestas de Tenerife: Maracaibo y Guayaba.

Un espectáculo hasta entonces nunca visto en las islas, con 40.000 vatios de sonido y una iluminación espectacular.

La muerte de Billo

Como tributo de respeto y admiración por su legado musical, no solamente al frente de la Billo’s Caracas Boys, sino también por las numerosas canciones que le compuso a la ciudad que tanto amó, por lo cual lo denominaron “El Cantor de Caracas”, en 1988 el maestro era convocado para que dirigiera la Orquesta Sinfónica de Venezuela, en un espectáculo en su honor, con un repertorio especial de sus piezas, a realizarse el 28 de abril en el Teatro Teresa Carreño.

La mañana del 27 de abril llegó al teatro para ensayar, subió al podio y marcó la entrada. Al finalizar la compleja ejecución de un ensamble llamado «Un cubano en Caracas», que interpretaba en paralelo las canciones «El manicero» y «Alma llanera», los integrantes de la Sinfónica se levantaron y aplaudieron al director, quien muy emocionado comenzó a sentirse mal y se desplomó sobre el escenario. Fueron los últimos aplausos que escuchó el músico de 73 años. Lo auxiliaron y llevaron a la clínica Santiago de León, donde fallecería el 5 de mayo de 1988.

El de Billo Frómeta fue uno de los sepelios más sentidos que se le haya brindado a un artista en Venezuela. Una caravana acompañó su féretro durante varios kilómetros hasta el cementerio y le interpretó a viva voz el último compás de «Alma llanera», para cumplirle así otro deseo: que en su lápida fuese grabada esa estrofa de la canción de Pedro Elías Gutiérrez, tal y como lo escribió en su célebre Canto a Caracas.

Disputa entre herederos

Después de la muerte de Luis María Frómeta, su viuda, Morella Peraza y los dos hijos que tuvo con el dominicano (Luis Rafael y Amable), así como los otros 11 hijos del maestro en sus anteriores uniones, iniciaron un proceso legal por los derechos de uso y del nombre de su orquesta.

En 2004, la sala de Casación civil del TSJ emitió una sentencia firme, ciertamente salomónica, en la cual señala que la explotación y comercialización de cualquier marca relacionada con Billo (Billo’s Caracas Boys, La Billo’s Caracas Boys u Orquesta Billo’s, citó la sala, entre otros ejemplos) solo debía hacerse “por la totalidad de la comunidad hereditaria”. Es decir, la viuda y todos los hijos.

Una de las más recientes formaciones de la orquesta Billo’s, que cayó en el medio de agrias disputas familiares

No obstante, el anuncio reciente de que Netflix hará una serie biográfica sobre el maestro, avivó la vieja disputa familiar, pues Luis Manuel Frómeta Pareja (Charlie), el hijo mayor de Billo, en representación propia y de sus 10 hermanos, volvió a traer el tema a colación.

La causa fue que uno de sus otros dos hermanos menores, Amable Frómeta, informó en su cuenta de Instagram acerca de la bioserie y, además, aseguró que el productor de Netflix quiere utilizar a su hijo para la misma. Actualmente él está radicado en Colombia, donde tiene, según asegura, registrada la marca Billo’s Caracas Boys.

Mientras tanto, en Venezuela también hay otra agrupación. Se trata de La Billo’s Caracas Boys. La más popular de Venezuela. Esta pertenece a Adrián Frómeta, nieto del músico e hijo de Luis Rafael Frómeta Peraza, el otro de los dos hijos menores, quien falleció de cáncer en 2007.

Su representante legal, Telmo Pérez, asegura que Adrián Frómeta registró el nombre en 2000 en España, Estados Unidos y Colombia.

“Charlie quiso sacar a los hijos menores y ahora dice que acaba de salir una sentencia, cuando no hay despacho en tribunales desde febrero”.

La última sentencia del caso fue en 2004 y los hermanos menores la acataron. Todos los herederos, según esa sentencia, tienen el derecho, pero no se ponen de acuerdo y cada quien hace una vida.

“Por eso, Amable la registró en Colombia. Las marcas se otorgan por país”, dijo el abogado al diario Últimas Noticias, en su edición del pasado 23 de junio.

Adrián Frómeta, hijo del hermano fallecido, aseguró que ellos cuentan en la plantilla con Ely Méndez, quien tiene 49 años en la orquesta y que mantienen el espíritu de su abuelo:

“Le damos continuidad a su orquesta. A nosotros no nos contactaron para la serie, por lo que no sé nada de ese proyecto”.

Al margen de las diferencias legales entre sus herederos, lo que sí no amerita controversia alguna es que la de Billo Frómeta fue la vida intensa de un hombre que se convirtió en el gran personaje de la música bailable de Venezuela, que regaló al país gratos momentos con su música y que ha sido el más aplaudido director de orquesta, la Billo’s Caracas Boys, la más popular de Venezuela.

Una de las últimas fotos del maestro Billo.

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