Así fueron torturados los venezolanos deportados a El Salvador
Las ONG Human Rights Watch y Cristosal divulgaron hoy un informe que denuncia los malos tratos, tortura y violencia sexual que padecieron los venezolanos enviados por el gobierno de Trump al CECOT de Bukele
“El director de la prisión nos dijo: ‘Llegaron al infierno’”. En el CECOT, los guardias y la policía antimotines golpearon y maltrataron constantemente a los venezolanos. “Los custodios me dieron muchos golpes, en el pasillo del módulo y en la celda de castigo”, dijo Gonzalo. “Nos golpeaban casi todos los días”.
El de Gonzalo es uno de los testimonios que recoge el informe conjunto de las organizaciones Human Rights Watch y Cristosal Derechos Humanos sobre los 252 venezolanos deportados por Estados Unidos a la prisión de máxima seguridad de El Salvador entre marzo y abril de 2025, donde estuvieron incomunicados cerca de 4 meses hasta que fueron enviados a Venezuela el 18 de julio intercambiados por 10 estadounidenses detenidos de forma ilegal en Caracas.
“La administración Trump pagó a El Salvador millones de dólares para detener arbitrariamente a venezolanos que luego fueron sometidos casi a diario a golpizas brutales por las fuerzas de seguridad salvadoreñas”, dice Juanita Goebertus, directora de la División de las Américas de Human Rights Watch en la nota de presentación del informe: “La administración Trump ha sido cómplice de tortura, desaparición forzada y otras graves violaciones de derechos humanos, y debería dejar de enviar personas a El Salvador y a cualquier otro país donde corran el riesgo de ser torturadas”.
«Human Rights Watch y Cristosal concluyeron que aproximadamente la mitad de los venezolanos enviados al CECOT no tenían condenas penales y solo el 3 % había sido condenado en Estados Unidos por un delito violento o potencialmente violento. Otras verificaciones de antecedentes penales revelaron que muchos no habían sido condenados por delitos en Venezuela ni en otros países latinoamericanos en los que habían vivido», asegura la nota que presenta el estudio de las ONG.
Pero no solo eso: «Los investigadores revisaron fotografías de lesiones, bases de datos de antecedentes penales, documentos relacionados con la situación migratoria de estas personas en Estados Unidos y datos publicados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) sobre sus deportaciones. Los investigadores también corroboraron las denuncias de los detenidos mediante análisis forenses proporcionados por el Grupo Independiente de Expertos Forenses y una investigación de fuentes abiertas realizada por el Laboratorio de Investigación del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de California, Berkeley».
Y, aclaran, nunca recibieron respuesta a las solicitudes de información presentadas ante los gobiernos de Estados Unidos y El Salvador.
Este párrafo pudiera ser un resumen del documento: «Los detenidos en el CECOT fueron sometidos a abusos físicos, verbales y psicológicos graves de forma sistemática por parte de los guardias y policías antimotines salvadoreños. Estos abusos constituyen trato cruel, inhumano o degradante y, en muchos casos, tortura, según el derecho internacional de los derechos humanos. Los guardias y la policía antimotines sometieron periódicamente a los venezolanos a golpizas, en particular, durante requisas diarias de las celdas, o por supuestas infracciones de las normas de la prisión—como hablar en voz alta o ducharse fuera del horario establecido—o por solicitar atención médica».
Sin embargo, hay que añadir algo más: «Tres detenidos en el CECOT dijeron que fueron víctimas de violencia sexual. Uno de ellos dijo que cuatro guardias abusaron sexualmente de él y lo obligaron a practicar sexo oral a uno de los guardias. “Jugaron con sus bastones en mi cuerpo”, dijo».
La conclusión de los investigadores es que no se trató de hechos aislados, que las torturas y los malos tratos no fueron infligidos por decisiones personales de algunos guardias. No. Se trata, aseguran, de una política sistemática de abusos y violaciones a los derechos humanos.
“El director de la prisión nos dijo: ‘Llegaron al infierno’”, contó Gonzalo. Y si leemos al menos una parte de los testimonios, no exageraba.
Todos los infiernos se parecen
Los venezolanos entrevistados por Human Rights Watch informaron que estuvieron detenidos en el Módulo 8 del CECOT, que según sus testimonios consta de 32 celdas dispuestas en dos filas enfrentadas de 16, separadas por un amplio pasillo central. Afirmaron que en medio de las filas hay seis celdas de castigo, conocidas como “la Isla”, cada una de ellas construida para una sola persona, mientras que justo enfrente hay una sala que se utiliza como enfermería. Varios ex detenidos dijeron que, en el extremo más alejado del módulo, cerca del techo, había una única ventana que proporcionaba la única fuente de luz natural y aire.
La administración Trump afirmó que la mayoría de los venezolanos enviados al CECOT eran miembros del grupo del crimen organizado venezolano Tren de Aragua. Human Rights Watch y Cristosal concluyeron que en muchos de los casos documentados las personas no tenían antecedentes penales en Estados Unidos, Venezuela ni en otros países de América Latina.
Los datos indican que al menos el 48,8 % de los venezolanos deportados a El Salvador el 15 de marzo, el 30 de marzo y el 12 de abril—las fechas de los vuelos que Human Rights Watch confirmó que transportaron a venezolanos al CECOT—no tenían antecedentes penales en Estados Unidos.90 Solo 8 (3,1 %) habían sido condenados por un delito violento o potencialmente violento.91 Los datos solo incluyen información sobre 226 de los 252 venezolanos que estuvieron detenidos en el CECOT.
Según los ex detenidos en el CECOT, las golpizas y los abusos más graves tuvieron lugar de camino a las celdas de castigo conocidas como “la Isla” o dentro de ellas. Los guardias llevaban allí a los detenidos para castigarlos o intimidarlos, a menudo con el pretexto de que habían infringido las normas de la prisión.
Silvio T., un joven de 23 años de Caracas, dijo que tan pronto como lo bajaron del avión, un oficial encapuchado no identificado le dio un puñetazo en el estómago, lo esposó de manos y pies y lo empujó por las escaleras hacia un autobús.125 Cuando él y otros bajaron del autobús en la entrada del CECOT, los agentes les hicieron agacharse y correr esposados. Silvio dijo que gritó a los agentes que no podía seguir corriendo porque era asmático y se iba a desmayar. Cuando cayó al suelo, un agente le dio una patada en el pecho y le dijo: “Aquí a los que se desmayan les damos más duro”. Silvio dijo que el agente lo empujó y lo obligó a él y a los demás a arrodillarse en el suelo mientras los agentes les daban puñetazos en la nuca, los llamaban “malditos pandilleros” y les ordenaban que se quitaran toda la ropa.
Los testimonios recopilados señalan que las fotos que le hicieron a Kristi Noem durante su visita al CECOT fueron tomadas en otros pabellones donde no estaban los venezolanos (Alex Brandon / POOL / AFP)
Daniel B., un hombre de 24 años del estado Miranda, dijo que los agentes lo golpearon con un bastón en las costillas y el estómago mientras bajaba del avión.128 Un agente lo golpeó en la cabeza con la culata de un rifle para obligarlo a subir a un autobús, donde otros lo patearon en la espalda y lo golpearon con las esposas. Al llegar a la prisión, los agentes continuaron golpeándolo. “Yo estuve dos días que no me pude levantar; quedé dos días que no me podía mover”, dijo. “Me dolían las costillas, me golpearon en el abdomen, en los codos, en los tobillos, en la espalda … por todas partes, yo ya no aguantaba”.
(Por gritar consignas y pedir libertad en medio de la visita al CECOT de la Secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos Kristi Noem, el 26 de marzo de 2025) “Al ratico que se fue la gringa entraron custodios a pegarnos”, dijo Tirso Z. “Lo de siempre, hincados afuera en el pasillo y llevamos bastones, puños, patadas, palmadas en la cabeza…. Eso yo creo que duró como unos 7 minutos y luego a las celdas”.
Daniel B. contó a Human Rights Watch que, tras la visita, los oficiales lo llevaron a él y a otros a “la Isla” como castigo por “quejarse a la Cruz Roja”.140 Lo golpearon con un bastón y le dieron un puñetazo en la nariz, que, según él, lo hizo sangrar profusamente: Me siguieron pegando en el estómago y, cuando traté de agarrar aire, me empecé a ahogar con la sangre. Mis compañeros [de celda] gritaban auxilio [diciendo] que nos estaban matando, pero los oficiales decían que solo nos querían hacer sufrir…. Gracias a mis compañeros que me ayudaron, sobreviví. Me quedó desviada la nariz de esos golpes.
Tirso Z. dijo que la policía antimotines también sacó de sus celdas a quienes participaron en la segunda entrevista con el CICR y los golpeó en el pasillo como castigo.145 “Después de la [segunda] visita, otra golpiza que nos metieron a todos, esa vez si fue a todos. Nos tuvieron como por cinco días siguientes sacándonos de la celda y dándonos golpes. Nos dijeron: ‘Ahora si van a tener qué contarle a la Cruz Roja’, y más puños y patadas llevábamos”, afirmó.
Javier L. dijo que, durante los cinco días siguientes, los guardias lo llevaron a “la Isla” 12 veces como castigo por la protesta.169 La primera vez, los oficiales lo llevaron a él y a otras 24 personas al pasillo frente a la celda de castigo. “Nos ejaron en el pasillo esposados de espaldas arrodillados, y luego iban metiendo uno a uno a “la Isla”, allí dentro nos golpearon a todos. Yo escuchaba los gritos de mis compañeros”.
Guillermo T., un hombre de 33 años del estado Anzoátegui, dijo que los oficiales lo esposaron y lo sacaron de su celda para llevarlo a “la Isla” como castigo por bañarse a una hora indebida.179 Dijo que los guardias le golpearon en el estómago, la espalda, las costillas y los muslos con las palmas de las manos, y le dieron puñetazos y patadas. Dijo que, después de la golpiza, los guardias lo obligaron a arrodillarse con las manos esposadas a la espalda y se subieron a las esposas, causándole dolor. Luego, dijo que lo dejaron encerrado en “la Isla” durante aproximadamente seis horas.
Mario J. dijo que, durante la semana siguiente a la primera protesta, los guardias lo llevaron a él y a sus compañeros de celda al pasillo para someterlos a un examen médico.190 Después del examen, varios guardias lo llevaron a “la Isla”, donde lo golpearon. Dijo que cuatro guardias abusaron sexualmente de él. “Jugaron con sus bastones en mi cuerpo”, dijo. “Me metían los bastones dentro de mis piernas y me los rozaban por mis partes íntimas”. Luego lo obligaron a practicar sexo oral a uno de los guardias, lo manosearon y lo llamaron “maricón”.
Nicolás J. dijo que, durante las repetidas golpizas, los guardias lo agredieron sexualmente.192 Dijo que los oficiales le agarraron los genitales e hicieron comentarios de naturaleza sexual. “Esto se lo hacían a varios”, dijo. “No creo que los demás te lo cuenten porque es muy íntimo y da vergüenza”.
“Lo más difícil fue que los guardias nos decían que nunca saldríamos de ahí, que nuestras familias nos habían dado por muertos”, dijo Flavio T. a Human Rights Watch.
“Para usar el baño no teníamos jabón, ni papel higiénico, nada. Teníamos que asearnos con agua y con las mismas manos que luego usábamos para comer. El trato era degradante, peor que si fuéramos animales”, dijo Nelson F.
“Dos o tres días antes de venirnos, nos dieron colchones y comida buena y nos tomaban fotos”, dijo Daniel B.233 “Trajeron odontólogos, acomodaron los dientes [de algunos detenidos], nos hicieron limpieza, nos afeitaron, nos dieron jabón y otras cosas, y al día siguiente es cuando en la madrugada nos fueron a buscar y nos trajeron a Venezuela”.
Silvana Trevale fue reconocida como Fotógrafa Emergente del Año en los Latin American Fashion Awards 2025, su trabajo ha aparecido en Vogue México, Vogue Italia y British Vogue y colabora con grandes nombres de la moda, pero lo que realmente captura su lente es Venezuela, ese país que, a través de sus ojos, se reinventa en cada disparo
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