Es un momento extraño este. Como si no bastaran todas las cosas raras que hemos visto en la política nacional a lo largo de estos últimos años. Uno tiene la tentación de pensar en el fin de una novela, en la culminación de un drama, en el desenlace de una historia compleja. Pero no es así. Es apenas otro episodio. Uno curioso, claro está: el candidato a una gobernación se retira y cede su puesto a otro, pero insiste con tres, cuatro, encuestas en la mano que él es la primera opción para los votantes.
Eso es lo que acaba de hacer en la tarde de este jueves Carlos Ocariz, hasta ese momento candidato de la Unidad para optar por la gobernación de Miranda. Si las encuestas te dan ganador y fuiste designado por los partidos de la Unidad, ¿por qué te retiras?
«Miranda no se va a perder por mi culpa», dijo. Y esa frase no es solo una línea de discurso con pretensión de posteridad. Lo que ha estado en juego a lo largo de todo este tiempo en el que Ocariz y David Uzcátegui han pulseado en el camino por lograr una candidatura única no es solo la gobernación. Fuerza Vecinal -el partido de Uzcátegui- aceptó el apoyo de la Unidad para sus alcaldes que buscan la reelección, pero en el resto de los municipios mirandinos presentó sus candidaturas propias con potencial -en algunas más, en otras menos- para dividir el voto opositor. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Previendo tener cartas que jugar en el momento de sentarse a negociar de verdad?
Es la impresión que queda en este momento. Ese «Miranda no se va a perder por mi culpa» es un arco que describe a la gobernación, los 21 municipios y los concejos municipales. Y de acuerdo a lo que dijo Ocariz su decisión de echarse a un lado hizo que se lograra la «unidad perfecta» de la oposición en 17 de los 21 municipios mirandinos.
¿Cómo debemos entender eso? Fue el precio a pagar a quienes se lanzaron con sus candidatos propios y una estrategia más clara con la mira puesta en la parcela de «poder» que da el sillón de la gobernación.
Ocariz dijo que hace esto en paz. En realidad le ha tocado tragarse un sapo, renunciar a una vieja lucha planteada desde su paso por la alcaldía de Sucre. Y no hay tanta paz en ese «Miranda no se va a perder por mi culpa», que también puede sonar a ya ustedes verán a quién hacer responsable el 22 de noviembre o el mismo 21 en la noche.
Y sí, invitó a votar -como protesta, castigo, con rabia o con esperanza-, pero por la tarjeta de la Unidad, no por el candidato de Fuerza Vecinal.
Los próximos días plantean un nuevo nivel en el reto de convencer: quizás la mejor manera de pasar la página y demostrar que de verdad hay unidad y no un forcejeo ganado por una facción, sería verlos a ambos trabajando juntos en la campaña, un poco siguiendo el ejemplo de Roberto Patiño en Libertador. ¿Es mucho pedir? Posiblemente sí.
Este episodio de hoy tiene otras subtramas: hay más estados donde es posible que el chavismo se imponga como consecuencia de la división -Nueva Esparta, por ejemplo- donde harían falta acuerdos de esos que hay que refrendar pero tapándose la nariz. Ya casi no hay tiempo para nada. Ocariz -con arrechera, hay que decirlo- acaba de mostrar lo que hay que hacer si de verdad importa que la oposición logre algunas victorias el 21. ¿Quién saldrá al ruedo en las próximas horas?