El debut del año no ha sido especialmente brillante: Santander, CaixaBank y BBVA presentaron esta semana unos beneficios a la baja en el primer trimestre, en particular en España. Los dos primeros ya sacaron sus conclusiones: librarse de parte de sus empleados en el país.
España tiene una de las redes de sucursales más densas del oeste de Europa, con 8,6 por cada 10.000 habitantes cuando la media de la Unión Europea es de 5, según un estudio de la consultoría Roland Berger, y ahora algunas entidades la quieren limitar.
Banco Santander lanzó un plan de bajas voluntarias para 1.400 empleados y el cierre de 450 pequeñas sucursales. Con ello, espera ahorrar entre 75 y 110 millones de euros anuales a partir de 2017.
CaixaBank, por su parte, emprendió un programa de prejubilaciones para 500 de sus 32.500 trabajadores en España.
Para Ignacio Soto, del sindicato UGT, uno de los dos más importantes de España, es sólo el principio: «tememos que en el sector bancario los recortes no han terminado», dijo a la AFP.
El sector experimentó una dura reestrucutración tras la explosión de la burbuja inmobiliaria en 2008, que casi lo hace desplomar. Cuatro años más tarde, fue rescatado por un préstamo europeo de 41.300 millones de euros.
Siete años después, su aspecto cambió radicalmente: desaparecieron 75.000 puestos de trabajo y más de 13.000 oficinas echaron el cierre, según el Banco de España. Numerosas cajas de ahorro se fusionaron entre ellas y otras fueron adquiridas por otras entidades.
Desde 2014, con el retorno del crecimiento económico en España, el sector va mejorando. El consumo se reactivó y tanto los particulares como las empresas vuelven a solicitar créditos.
Además, los bancos redujeron su exposición al sector inmobiliario. La tasa de créditos dudosos, aquellos que podrían no ser reembolsados, disminuye. En febrero era del 10%, cuando en diciembre de 2013, a finales de la crisis, era del 13,6%.
– Guerra de precios –
Pero todavía queda camino por recorrer. Esta tasa sigue doblando la media de la zona euro. Y si bien los hogares pueden consumir más, «intentan poco a poco desapalancarse, con lo cual el crecimiento del crédito es limitado», explica Isidro Soriano, de la consultoría Roland Berger.
Como resultado, los bancos se lanzan a «una guerra de precios» para atraer a los clientes más interesantes: los particulares con salarios elevados y fijos -cuando un 21% de la población activa sigue en paro- y las empresas, sobre todo las pymes, con lo que los márgenes se ajustan, explica Nuria Álvarez, analista de Renta4.
La política de intereses muy bajos emprendida por el Banco Central Europeo (BCE) con la esperanza de impulsar la inflación tampoco ayuda a enderezar sus negocios, puesto que casi todos los créditos inmobiliarios contienen tasas variables.
El presidente de la asociación bancaria AEB, José María Roldán, ya advirtió que «el cliente tendrá que acostumbrarse a pagar» por algunos servicios hasta ahora gratuitos. Pero este cambio sería difícil de aceptar por los españoles, advierte Isidro Soriano.
El auge de los servicios bancarios en línea, muy utilizados por los españoles, es como en el resto de Europa una amenaza para el empleo y «la tendencia del sector va a seguir siendo reducir las oficinas y ajustar las plantillas», pronostica la consultoría Roland Berger.
Pero para algunos bancos, la atención personalizada es indispensable.
Las sucursales «siguen siendo el principal punto de venta, de asesoría y el principal valor añadido para nuestros clientes», defendió Gonzalo Cortázar, el número dos de CaixaBank, la entidad con más oficinas en el país.
Desde allí no sólo venden servicios bancarios, también productos más rentables como seguros, señala.
Pero la fundación de cajas de ahorro estima que el sector podría cerrar 3.000 sucursales más hasta 2019 y suprimir otros 15.000 empleos hasta los 180.000.
El gobernador del Banco de España, Luis María Linde, va más lejos y aboga por una nueva ola de fusiones entre bancos que, por el momento, no están interesados.