Tras una década de tasas reguladas en un máximo de 28% y con una hiperinflación que trepó a cuatro dígitos, los bancos del país no son rentables y tienen poco interés en inyectar capital a pérdida para ampliar los montos de los créditos y apalancar el consumo de empresas y personas.
Si bien aún operan bancos como el estadounidense Citibank o el gigante español BBVA en espera de tiempos mejores, el valor de las 31 entidades financieras privadas que seguían en pie al cierre de 2017 equivalía a 40 millones de dólares a la tasa de cambio oficial usada como referencia ante la falta de divisas.
“Los bancos están sobreviviendo”, dijo un asesor de la banca privada que prefirió no revelar su nombre. “Hacen esfuerzos por mantenerse operando pero sin expandir el crédito”, dijo.
Con tan poco respaldo, los bancos venezolanos prestan apenas 28% del torrente de bolívares que manejan, según cifras oficiales a enero, muy lejos del promedio de los sistemas bancarios en América Latina que en 2017 mantenían volúmenes de crédito equiparables con los depósitos, según datos de la Federación Latinoamericana de Bancos (Felaban).
En febrero, el gobierno ordenó a los bancos aumentar el máximo a prestar en cada tarjeta de crédito de 36 a 60 millones de bolívares, un poco menos de 300 dólares, según una resolución difundida por la Sudeban.
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