Los venezolanos reconocen que este año tendrán que escoger entre una de estas tres tradiciones o reducir el gasto en una de ellas para centrarse solo en una, mientras que los más desfavorecidos no tendrán tanta suerte, a pesar de los bonos y pagas extras que ha empezado a entregar el gobierno de Nicolás Maduro.
Con una inflación que en 2017, según el Parlamento, puede llegar a 2.000%, el salario mínimo en 177.507 bolívares –53 dólares según el cambio oficial, menos de dos dólares según el paralelo ilegal que dicta la mayoría de los precios– los venezolanos quedan en una situación todavía más complicada que en 2016 por estas mismas fechas.
«Diciembre, que en cualquier parte del mundo es considerado como el mes de mayor auge comercial, no está siendo así porque simple y llanamente el ingreso de los venezolanos en este mes no les alcanzó para absolutamente nada», asegura la presidenta del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio), María Carolina Uzcátegui.
La máxima dirigente del gremio indicó en entrevista con Efe que «más de 95%» de los venezolanos» utilizaron los ingresos navideños, incluidos los bonos aprobados por el gobierno, «exclusivamente para comida».
«Al venezolano no le queda nada para gastar en el resto de las cosas que tradicionalmente gastaba», sentencia.
En la urbanización Chacao, en el este de Caracas, una docena de personas hace cola para comprar vegetales.
Muchos de estos alimentos, como el pimentón o la cebolla, forman parte de las hallacas, un tipo de tamal que protagoniza el plato navideño venezolano junto con el cerdo, la ensalada de gallina o el pan de jamón. Pero sus altos costos impiden comprarlos.
Uno de los dependientes, que prefirió no dar su nombre a Efe, asegura que tiene que subir semanalmente los precios de los alimentos debido, sobre todo, al aumento que también sufren los repuestos y el mantenimiento de su camión de transporte.
Alfredo Bencomo, comerciante de 52 años de la zona, está sentado en los alrededores de este mercado con la compra y asegura que «indudablemente» este año el plato navideño, «se ha reducido».
«Aquí no vamos a caernos a embustes. Hay una reducción en cuanto al consumo alimenticio», declara, y reconoce que los tiempos en los que se invitaba a hallacas a familiares y vecinos quedaron atrás.
«Hay realmente una escasez y hay una limitación para las cosas que antes se hacían y ahorita no se pueden hacer», sostiene.
A pocos metros de distancia, Eusebia Lanz sale sonriente de una tienda de juguetes semi vacía de productos, y más falta todavía de compradores, con una bolsa en la que lleva una mochila «que el Niño Jesús le mandó» para su hija.
«La carta del Niño Jesús no va a ser exactamente la que el niño va a recibir», reconoce, aunque se muestra positiva ante las dificultades de cumplir con regalos y comida navideña.
«Antes, pues con lo que ganaba una persona podía comprar fácilmente el regalo más la comida. Ahora hay que elegir o (dar) las dos cosas en un equilibrio», afirma.
A pesar de su optimismo, revela que gran cantidad de gente de su entorno no puede, como ella, llevar los regalos del Niño Jesús y poner el plato de Navidad en la mesa.
Dice, además, que la diferencia con lo que va presentar en su mesa, entre este año y el pasado, es mucha. «Esa es la realidad», se resigna.
La presidenta de Consecomercio tiene claro cual es «el problema más grande» que tienen los venezolanos «de cualquier estrato social» a la hora de ir de compras.
«Simple y llanamente sus ingresos se pulverizaron», sentencia.