#TuBolsillo

El peor y el mejor día para comprar por cédula

Fue en una tarde de un día cualquiera cuando mi papá me llevó a sacar mi primera cédula, por los lados de la Plaza Caracas. Recuerdo, sobre todo, la tembladera nerviosa de mis dedos para estampar mi firma de letra de carta en un rectangulito pequeñísimo, y que, a diferencia de ahora, había oficinas separadas en las que se cumplía cada paso: tomarse la foto, poner la huella.

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Por Alexis Correia @alexiscorreia

También que entregaban un comprobante provisional en papel verde. Sin saberlo, el día, la hora y el minuto que mi papá eligió para ir a la antigua Diex pueden haber marcado para siempre mi vida. Debido a esa elección, me he convertido en un equivalente a los Dalits, la casta de los intocables en la India. Mi cédula termina en 1.
Si usted ha estado viviendo en un refugio nuclear los meses más recientes y no se ha enterado, la venta de productos regulados (y de alta demanda) en casi todos los establecimientos públicos y privados se rige por un sistema similar al siguiente:
TerminaldeCédula
El lunes, el día que me toca por mi cédula (soy ese tipo de persona al que en Brasil llaman un “pie frío”, es decir, alguien sin mucha suerte), suele ser considerado el peor de la semana según el mencionado sistema (cuyos presuntos objetivos son reducir la visibilidad de las colas y minimizar el desvío de productos a bachaqueros o revendedores informales).
Generalmente los supermercados y abastos amanecen devastados luego de las colas de los fines de semana, y las cadenas de despachos no se han activado todavía, porque un lunes es un poco un domingo alargado. Aunque me da miedo contarlo en voz alta y que se corra la voz, uno de mis salvavidas es el Central Madeirense del IPSFA, donde el sistema numérico es un poco diferente (0-1-2 los martes, 3-4-5-6 los miércoles y 7-8-9 los jueves) ¿Será que los militares tienen un poco más de sentido común?
En estos días escuché en la TV que las mujeres se fijan en los hombres por su simetría anatómica, su altura, la gravedad de su voz y la definición de su anillo limbal (círculo alrededor del iris). A lo que podríamos agregar: no busque un hombre cuya cédula termine en 0 o 1. O así como existe la compatibilidad de signos, al menos trate de que su pareja pertenezca a un grupo cedulíneo distinto al suyo.
“Por un pedazo de pan y un poco de vino, he visto a más de un hermano volverse un hombre mezquino”, dice una canción de iglesia. ¿He terminado odiando a los que, por idéntico capricho del destino, tienen una cédula que termina en 4 y 5? ¿Los miércoles hay de todo?
Según el método científico, salí a tratar de comprobar si la hipótesis es cierta: ¿cuál es el peor día de la semana según el sistema de compra por cédula (que al igual que el control de cambio llegó para quedarse, no me queda la menor duda)? ¿Cuál es el menos peor? Por supuesto, esto no se trata de una encuesta rigurosa de Datanálisis o Hinterlaces, con todo y su margen de error.
Recurrí tanto a las redes sociales (cuyos resultados tienen el inevitable sesgo de estar restringidas a mis 2.454 seguidores o 797 amigos) como a una muestra mucho más genuina: los Reyes de las Colas (no confundir con una película animada de pingüinos surfistas), venezolanos que formaban fila bajo una pepa de sol la semana pasada en varios sectores del Caracas.
Si a usted le da flojera llegar hasta el final del texto, los resultados que obtuve:
Según su experiencia directa o indirecta, ¿cuál cree usted que es el peor día de la semana para comprar por cédula? (43 respuestas)
Lunes (0-1): 58%
Martes (2-3): 7%
Miércoles (4-5): 2%
Jueves (6-7): 0%
Viernes (8-9): 19%
Sábado (0 al 4): 2%
Domingo (5 al 9): 12%
Según su experiencia directa o indirecta, ¿cuál cree usted que es el menos peor día de la semana para comprar por cédula? (23 respuestas, descartadas aquellas en las que la elección era “ninguno”)
Lunes (0-1): 0%
Martes (2-3): 26%
Miércoles (4-5): 43%
Jueves (6-7): 13%
Viernes (8-9): 17%
Sábado (0 al 4): 0%
Domingo (5 al 9): 0%
Para captar un poco más la dimensión del problema general del desabastecimiento, aquí puede leer algunas de las respuestas que obtuve en Twitter:

Y esta es una selección de las respuestas que obtuve en la calle y en Facebook (aproximadamente 8 de cada 10 entrevistados en colas me pidió mantener en reserva su nombre, lo que me recordó una reciente “encuesta secreta” en la que 75% de cubanos dijeron temer manifestar sus opiniones en público; incluso hubo dos personas que no contestaron, pues alegaron que su voz podría ser identificada a través de mi grabador de periodista). Independientemente de lo que señalen las encuestas, es indudable que los mensajes gubernamentales tienen un impacto: con frecuencia el percibido como problema es el revendedor, más que la economía de los controles.
Rafael (cola en San Bernardino; me pidió ayuda para llevar doble cuota de pañales): “Por lo que escucho, los peores días son los lunes y domingos, y los mejores, de martes a jueves. A mí me toca los martes. Busco pañales, y es difícil cuando se compra por cédula y el día que los traen no me es mi número. Se hace costoso conseguir las cosas. Desde el punto de vista que lo veas, el sistema es bueno y malo. Es malo para uno que es consciente y trabaja o estudia. Pero es bueno contra los llamados bachaqueros, que ya no pueden comprar todos los días y en todos lados”.
Felicia (cola en el Centro Comercial Chacaíto): “Por mi número, me toca los martes. Pero el problema para mí no está tanto en la cédula, sino en la hora del día. Trabajo de 8:30 am a 3:30 pm, y las cosas reguladas las venden en la mañana. No he comprado papel sanitario desde hace un mes. Sí ha llegado papel aquí, pero lo venden en la mañana. En la tarde, cuando salgo, ya no hay. El que trabaja en la mañana no puede comprar, y eso no me parece”.
Marisela (cola en la avenida Roosevelt): “Yo soy cédula 0 y el 80% de las veces no consigo nada. Ni colas ves los lunes, y si no hay colas es porque no hay nada. Mi esposo es 1 y yo soy 0, estamos fritos. El sistema tiene ventajas y desventajas. Si no fuese por la (restricción de) cédula, no lográramos ni entrar a los supermercados”.
Adolfo (cola en La Urbina): “El sistema me parece demasiado chimbo. Me toca lunes, que nunca hay absolutamente nada, o los sábados, que es cuando va todo el mundo. En cambio los viernes parece que hay más cosas en todos lados”.
Ramón (cola en La Candelaria): “Te digo una vaina: creo que es un mal necesario, mi hermanito. Con la cédula, igual que con la captahuella, se reduce la cola un poco más. Así los que compran por comprar están fracasados. Sí se consiguen las cosas, pero hay que fajarse con las colas: si te quedas metido en tu casa, no vas a conseguir nada. A mí me toca los viernes, que está entre los días regulares. Por lo menos es mejor que el lunes. Aunque me dicen por ahí que se han dado algunos batacazos y a veces han llegado cosas los lunes”.
Luis Fernando (cola en Los Cedros): “Dijo un ilustre venezolano que inventamos o erramos, y este invento no ha dado resultado. Ni han bajado las colas ni han aparecido los productos. Más de la mitad de los que hacen una cola se van sin conseguir nada. Esto es una cuestión de suerte, un juego de envite y azar. A mí me toca los jueves, y nunca consigo lo que he conseguido en jueves pasados. Ayer era jueves y no llegó nada, es una ruleta rusa. Si yo fuera presidente incentivaría la producción nacional”.
Miriam (cola en Santa Eduvigis): “Me toca los viernes, y aquí me tienes un viernes, mira la hora que es y no ha llegado nada. O haces cola desde las seis de la mañana para que abran a las doce y te vendan dos pollos”.
Aura (cola en La Candelaria): “Es impredecible, un día llega una cosa, otro día llega otra. Soy martes, e igual me calo una cola de seis horas y cuando llego no hay nada. El día que llega café al Unicasa la mayoría de las veces es viernes y no me dejan entrar. Esto es horroroso. Ningún número de cédula es bueno. Debería ser como era antes, que uno iba a un supermercado y compraba lo que quería, de la marca que quería y le alcanzaba el dinero”.
María Mercedes (cola en Parque Central): “Soy número 7 y (el sistema) me parece bien. Ayer vi bastantes personas que querían comprar, y como era por número de cédula, se devolvían, y me consta, porque los conozco, que son bachaqueros. Entonces cuando uno llega no consigue para uno. Esta semana he conseguido pañales y jabón. Ahora estoy haciendo cola a ver si llega el papel”.
Isabel (Facebook): “El día maldito es el viernes, a cada rato es quincena y la cola es más arrecha para comprar lo que sea. Mejor día: el que vivíamos antes, cuando éramos felices y comprábamos cuando queríamos lo que queríamos sin colas”.
Lorena (Facebook): “Todos los días son desgraciados cuando tienes que hacer cola por un atún. Y más desgraciados aún los que nos llevaron a esto”.
Daniela(Facebook): “El lunes es el peor día. Justo el que me toca. No hay nada, porque los camiones no llegan esos días y todo lo del fin de semana se acabó. Además es el día más pelúo para escaparse de la oficina”.
Franca (Facebook): “Para mi los martes son el mejor/menos peor día. La gente por lo general va siempre a trabajar los martes. Los lunes y los viernes la gente echa carro, y ya sabemos que jueves es viernes chiquito. El miércoles es perfecto para reportarse enfermo. Si hay más gente en sus puestos de trabajo, ‘puede’ que haya menos cola. Ahora bien, todos los días en los que haya que hacerse cola para comprar lo que no debería de escasear, en primer lugar, son y serán días malditos y %$#$%»#%$%$”.
Esperanza, señora de la tercera edad en La Candelaria que me hizo radiografía con su mirada, detectó la resignación burlona en mi relativa juventud y me hizo sentir que la pregunta de mi encuesta era ridícula: “¿El mejor día? Puede que consiga algo, joven, o puede que no consiga. Cada mañana hago una cola de 50, 100 o 200 personas, se ponen a la venta cuatro rubros, y cuando llego generalmente ya no queda ninguno. Lo primero y principal es que no debimos haber llegado aquí. Como país, no teníamos que pasar por esta experiencia. No hay necesidad, sobre todo cuando sabemos de países que pasaron por esta misma experiencia y no lo hicieron para desarrollarse. No nos lo merecemos, de verdad”.]]>

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