Espectáculos

Mad Max, furia en el camino: pesadilla en la Regional del Centro

Disculpe que empiece con un chiste malo, para no perder la costumbre, pero, según la regla de que todos los seres humanos están conectados por seis grados de separación, ¿cómo llegamos de Tom Hardy a Mel Gibson? Hardy-menos macho que Charlize Theron-novia de Sean Penn-vino al funeral de Hugo Chávez-que le dio unos reales a Danny Glover-compañero de Mel en Arma Mortal.

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En cualquier caso Mad Max: Furia en el Camino (no hay camino en el tierrero, se hace camino al rodar) es como la pesadilla que sueñas luego de aspirar las cenizas del último incendio en el Waraira Repano, presenciar una pelea de mujeres por un pollo en un supermercado del Estado, ponerse en alerta por una caravana de motorizados camino al Cementerio del Este, leer las noticias de la toma del barrio San Vicente en Maracay (Granja de Balas es el nombre de una de las ciudadelas de la película), abrir los links de modelos en topless de La Patilla, jugar un Parley con el mes en el que Maduro aumentará la gasolina e imaginar el relanzamiento de la Guerra de los Sexos vía TVES.

Si usted anda buscando alguien que le compare las tres Mad Max de 1979-1985 con la de 2015 se equivocó de persona. Solo conservo memorias vagas de las primeras, por ejemplo al busto portentoso de Tina Turner cubierto por una telita metalizada y aquel gañote de que no necesitamos otro héroe, pero le puedo hablar de lo que vi en el estreno de la última. Algo de western, algo de la comiquita de Los Autos Locos con todo y sus Penélopes Glamour, algo de Cirque Du Soleil, algo de ópera rock (los que hacen la banda sonora van en su propia gandola), algo de Kim Jong-Un ejecutando a su ministro de defensa con un misil antiaéreo. La estridencia aturdidora e inclemente del cine de vacaciones a la usanza (el estrés de la función me agravó una tendinitis en la pierna), pero bajo la batuta envenenada de un George Miller que a los 70 años es como los viejitos de Metallica recordándote que nunca nadie tocará como ellos.

Si me pide comparación con otro megaestreno reciente, Los Vengadores 2, creo que Furia en el camino le da dos vueltas y media. Solo la genialidad macabra de Miller (el sociólogo que denunció el papel opresor de la religión a través de un pingüino zapateador en Happy Feet) es capaz de concebir un combo de villanos que incluye una mezcla de mono papión con el payaso Krusty y el Bane de Batman, un enano paralítico, un fortachón llamado Rictus Erectus (sic) y una especie de flemático lord inglés en medio de la cuneta calcinada de la Autopista Regional del Centro.

Hay un futuro apocalíptico, queda para el debate si provocado por la guerra económica o el arrase del sistema cambiario cuadripléjico. A las mujeres gordas se les ordeña leche materna para administrar el hambre de los desesperados, a los hombres productivos se les saca sangre para fortalecer a una casta de guerreros, los war boys, que, cual yihadistas, anhelan inmolarse con la boca rociada de cromo para ir al paraíso.

Siempre hay alguien que se rebela. En este caso, Charlize Theron se escapa con una cisterna de PDVSA que, en realidad, esconde un cargamento de top models con cinturones de castidad que encierran en sus vientres la esperanza de un mundo verde. Miller juega con elementos que no son nuevos, pero siempre resultan poderosos: la oposición entre el macho cazador-depredador sexual y la hembra-refugio creadora de vida, y lo que sucede cuando esa hembra es arrastrada a la animalidad de la supervivencia. Furia en el camino es la historia de una travesía sin sentido en busca de un verdor idealizado que ya no existe, todo para que Tom Hardy te diga, después de 90 minutos de diligencia por el infierno, que toda esperanza es una equivocación y que lo mejor es regresar al punto de partida.

¿Hace Tom Hardy olvidar a Mel Gibson? Honestamente creo que no, no me imagino a Hardy dentro de veinte años haciendo una comedia tipo Lo que ellas quieren o hundiendo el dedo en las llagas de Cristo. Evidentemente Hardy no tiene su carisma, pero entiende que el mundo ya no necesita otro héroe y asume con dignidad que el verdadero protagonista no es él, sino la Theron en su versión Pistorius y quizás el personaje que de verdad se roba el show con su salto de talanquera, el war boy Nux.

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