El cine coreano: más allá de "Parásitos"
La 'nueva ola de cine coreano' se inició en los 90 tras la llegada de la democracia a Corea del Sur y empezó a alcanzar notoriedad a partir del 2000
La 'nueva ola de cine coreano' se inició en los 90 tras la llegada de la democracia a Corea del Sur y empezó a alcanzar notoriedad a partir del 2000
El triunfo de «Parásitos» de Bong Joon-ho en los Oscar, con cuatro premios, entre ellos el de mejor película, supone un antes y un después para el cine coreano. Pero no es un fenómeno aislado, sino la culminación de una cinematografía que en las últimas décadas apuesta por el riesgo y la crítica social.
La llamada ‘nueva ola de cine coreano’ se inició en la década de los 90 tras la llegada de la democracia a Corea del Sur y empezó a alcanzar notoriedad a partir del 2000 con la complicidad del gobierno y de los festivales internacionales para dar a conocer el talento artístico, según explica Gloria Fernández, experta en cine coreano y fundadora de Cine Asia.
«Con la democracia se produce una auténtica explosión y empiezan a surgir nuevas voces que sienten que por fin pueden hablar sin tapujos y en libertad», afirma Fernández.
La experta menciona a autores como Park Chan-wook o Kim Ki-duk, pasando por Kim Ji-woon, Lee Chang-dong o Hong Sang-soo.
Diversos estilísticamente, estos autores tienen algunos elementos en común: «Todos están muy arraigados a lo que pasa en su país, la historia y la actualidad, y son muy críticos; en sus películas siempre encontramos elementos que definen a la sociedad coreana», señala.
Además suelen apostar por guiones arriesgados y por mezclar géneros, como hace «Parásitos», que empieza como un drama social y deriva en auténtico terror sin renunciar a un humor de lo más irreverente.
Fernández va aún más lejos a la hora de enmarcar este fenómeno y habla de un movimiento promovido desde el gobierno coreano para difundir internacionalmente su cultura como un bastión de su diplomacia, lo que se denomina «poder blando» («soft power»).
«Se denomina así a todo el trabajo que se hace desde el Estado para atraer la atención internacional a través de su cultura», explica. «Corea empezó con la tecnología, después pasó al cine y a la música con el K-pop, también las series, ahora mismo pueden verse muchísimas telenovelas coreanas en Netflix, y últimamente están apostando por la gastronomía, abriendo muchos restaurantes».
«Parásitos» supone la culminación de la carrera internacional de Bong Joon-ho, pero el cineasta es de los más taquilleros en su país pese a su cine incómodo. Fernández destaca su segunda película, «Memories of murder» (2003), en la que también combina diferentes tonos y ritmos para contar un caso real.
https://www.youtube.com/watch?v=dTnyhLywdJc
Un asesino en serie que entre 1986 y 1991 sembró el terror en un pequeño pueblo coreano donde violó y asesinó a una decena de mujeres entre 13 y 71 años, mientras desde las altas esferas trataban de silenciarse los hechos.
Kim Ki-duk fue uno de los primeros en darse a conocer con un cine experimental, pausado y cruento. «Hierro 3» («3-Iron») (2004) es un buen ejemplo con el que ganó el León de Plata al mejor director del Festival de Venecia.
Cuenta la historia de un joven motorista que vive ocupando casas aprovechando la ausencia de sus propietarios. En una de sus visitas conoce a una exmodelo, maltratada por su marido y que vive encerrada en la casa, y surge el amor entre ellos. Ella empieza a acompañarlo en sus incursiones, hasta que son descubiertos.
Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes, «Oldboy» (2003) de Park Chan-wook, cuenta la sorprendente historia de un hombre que tras pasar 15 años secuestrado y encarcelado, es puesto en libertad a la vez que recibe una gran suma de dinero y un teléfono móvil, señales de que su calvario aún no termina.
Violenta, transgresora y poética, la película rinde tributo a la tradición del cine de acción oriental a la vez que renueva su estética. Es la segunda entrega de la ‘trilogía de la venganza’ de Park Chan-wook, que completan ‘Sympathy for Mr. Vengeance’ (2002) y ‘Sympathy for Lady Vengeance’ (20005).
La última película estrenada de este director es «Burning» (2018) pero Fernández elige «Oasis» (2002), la historia de un exconvicto incapaz de enderezar su vida, y que se transforma a raíz de una relación con una chica con parálisis cerebral a la que primero intentó violar.
Chang-dong utiliza esta transgresora historia para disparar contra la hipocresía de la familia hacia los más desfavorecidos.
Inspirada en un cuento tradicional coreano, «A tale of two sisters» (2003) juega con la culpa y el trauma filial a través de la historia de dos hermanas que se reencuentran después de que una de ellas sale de la institución mental en la que estaba recluida.
La vuelta a casa supone volver a lidiar con una inquietante madrastra y con fantasmas conectados con un oscuro pasado familiar.
Tiene un público fiel y entusiasta. Sus películas retratan la vida diaria coreana de manera incisiva y centrando el foco en las relaciones humanas. La crítica lo ha llamado el «Woody Allen coreano».
A diferencia del resto, suele trabajar con presupuestos bajos, lo que no le ha impedido llegar a los principales festivales internacionales. Entre sus películas destaca «En la playa sola de noche» («On the beach at night alone») (2006), la historia de una actriz que, tras romper su relación con un hombre casado, emprende un viaje interior en busca de su propio equilibrio.