Carlos Dorado, la plata que viste
Él jura no poseer un talento excepcional. No detenta más don que el del empuje. Sí, como buen gallego que es, aprendió a trabajar sin descanso —aunque no sude la gota gorda. Ese ímpetu lo convirtió en un Midas tropical. Donde pone el ojo, pone la plata y luego los bolsillos y alforjas llenos. Bien codeado, le gusta la moda pero ni las arcas le han restado la llaneza que lo viste La vida de Carlos Dorado dio un giro el 11 de agosto de 2014. Luego de 30 años como empresario, con un caudal de dinero furioso —que él dirá es menor al que la gente cree que tiene— y varias empresas exitosas en su portafolio, niega que haya un antes y un después; un evento que haya modificado su destino. Se equivoca. Su historia está llena de ellos, los identifique o no. Ese día, el golpe nada aludía a finanzas o inversiones. No. El impacto vino con la muerte de Robin Williams. El comediante se suicidió y, automáticamente, Carlos Dorado dejó de ser su involuntario doble.