Siete palabras, siete templos, siete potajes
Siete, número de gran significado simbólico, aparece en temas y disciplinas disímiles como lo esotérico, mitológico, lúdico, cabalístico, gastronómico, inclusive en lo religioso
Siete, número de gran significado simbólico, aparece en temas y disciplinas disímiles como lo esotérico, mitológico, lúdico, cabalístico, gastronómico, inclusive en lo religioso
Siete es considerado el número de la perfección. Siete fueron las maravillas del mundo antiguo, así como siete son las plagas que azotaron a Egipto y siete los días de la semana. Si seguimos observando nos encontramos que el arcoíris ostenta siete colores, siete son las notas musicales y los pecados capitales. Siete eran los planetas que el hombre tenía identificados en la antigüedad y el vuelve a la vida o rompe colchón margariteño es un siete potencias afrodisíaco.
Según Hipócrates el siete, con sus virtudes ocultas, es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la Luna cambia de fase cada siete días. Y según algunos autores hebreos siete también fueron los mandamientos. En el judaísmo no sólo el 7 es poderoso, también tiene sus fortalezas el 70 y el 77.
Son muchos los atributos, significados y simbología que desde épocas remotas le atribuyen a este número. En nuestro caso nos referiremos solo a la presencia que tiene en la religión católica a propósito de la Semana Santa que estamos conmemorando y celebrando.
El sermón de las Siete Palabras es uno de los momentos religiosos de gran significación que se realiza el Viernes Santo al mediodía, tradición que se remonta a la Edad Media.
Se refiere a siete momentos de Jesús en la cruz en los cuales pronunció frases que fueron recopiladas y analizadas por el monje cisterciense Arnaud de Bonneval en el siglo XII.
Las Siete Palabras son la excusa válida y perfecta para ofrecer un sermón con temas sociales de actualidad. Los sacerdotes con dotes de oradores se lucen ante la feligresía, como fue el caso del recordado presbítero y periodista Jesús María Pellín, director del diario La Religión y de la emisora La Voz de la Patria, amén de muchas e importantes posiciones que ocupó dentro de la Iglesia hasta llegar a obispo y ejercer el Vicariato General de la Arquidiócesis de Caracas.
Monseñor Pellín pronunciaba sus sermones de las Siete Palabras desde el púlpito de la Basílica de Santa Teresa y se hicieron famosos por lo encendido de su verbo que le imprimía pasión y hábilmente relacionaba las frases de Cristo con la situación social, política y económica imperante en el país en las décadas de los años 50 y 60.
Durante los años de la dictadura perezjimenista supo vincular con virtuosismo la represión del régimen con los sufrimientos de Jesús de Nazareth.
Las emisoras de radio transmitían estos sermones que la feligresía y los no tan creyentes escuchaban.
El controvertido caraqueño y sacerdote jesuita, Carlos Borges (1867 – 1932) quien vivió entre el sacerdocio y la vida seglar fue, entre otras ocupaciones, un exquisito poeta. En su extensa obra dedicó unos versos a Las Siete Palabras pronunciadas por Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz.
Primera Palabra
Tus verdugos se complacen,
mas Tú, Señor, los bendices:
Padre, perdónalos, dices,
pues no saben lo que hacen.
¡Oh Jesús del alma mía!
impetra al Padre amado
que perdone mi pecado
pues no supe lo que hacía.
Segunda
Un ladrón tu gracia quiso
y el Reino eterno le das
diciéndole: Hoy estarás
conmigo en el Paraíso.
Yo también mis culpas lloro
y con fe pura y ferviente,
como el ladrón penitente
tu misericordia imploro.
Tercera
Como ternísimo Padre
dices con amor prolijo
a María: Ese es tu hijo,
y a Juan: Esa es tu madre.
¡Oh infinita caridad
del Divino Salvador!
siendo tu Madre, Señor,
la das a la humanidad.
Cuarta
Alzando el rostro llagado
al cielo triste y sombrío,
Jesús exclama: ¡Dios mío!
¿Por qué me has desamparado?
Por el inmenso dolor
que en tu semblante se advierte,
en la hora de mi muerte
no me abandones, Señor.
Quinta
Cristianos, compadeced
a Jesús que en su tormento
de nuestras almas sediento
dice ahora: Tengo sed.
Para aliviar tu quebranto
y consolar tus dolores
yo aplacaré tus ardores
con la fuente de mi llanto.
Sexta
El imperio del pecado
fue vencido por Jesús;
por eso exclama en la cruz:
Todo está ya consumado.
Gracias, ¡Oh Dios verdadero!
que en tu sagrada Pasión,
fuente de vida y perdón
abres para el mundo entero.
Séptima
Sintiendo ya el mortal frío
Jesús exclama muriendo:
En tus manos encomiendo
mi espíritu, Padre mío.
¡Oh Jesús! de mi agonía
llegará pronto la hora:
en tus manos desde ahora
encomiendo el alma mía.
Las Siete Palabras también han sido objeto de musicalización. Joseph Haydn compuso esta obra en versión coral para la cofradía de la Santa Cruz de Cádiz. Casa palabra está acompañada de un movimiento que se caracteriza por su peculiar lirismo.
Reproducción del blog La Kitara de Antonio Prieto Pérez el 31 de marzo de 2017.
Miles de personas recorren las calles del centro de Caracas especialmente el jueves y viernes santos cuando deambulan ríos humanos que se abren paso entre los múltiples vendedores de imágenes religiosas, santos y vírgenes de todos los tamaños y texturas, palmas, sahumerios, pócimas, artículos religiosos entre rosarios, medallas y libros, así como otras mercancías que nada tienen que ver con la fe católica, más bien con las supersticiones en una suerte de artillería de objetos para brujería y ritos paganos.
Se trata del sincretismo religioso que el pueblo practica uniendo así tradiciones paganas con el culto cristiano. En medio del fragor religioso, muchos de estos miles de feligreses venidos de todos los rincones de la ciudad y del resto del país, con pasión religiosa vertida en oraciones, plegarias y pagando promesas ofrecen sacrificios para expiar sus pecados, recorren las calles atestadas, donde literalmente no cabe un alma, para visitar los llamados Siete Templos, en la tarde y noche del Jueves Santo.
Las iglesias se esmeran en preparar “los monumentos” que se instalan en uno de los altares laterales de las iglesias, donde se expone la Eucaristía de una manera solemne para la adoración de los fieles.
Los monumentos se convierten en tema de conversación entre los feligreses que los visitan, intercambian opiniones de los arreglos y discrepan acerca de cuál está más bello, hermoso, florido, lujoso, mejor iluminado. Con el tiempo las tendencias han llegado a la iglesia y la decoración minimalista también se ha incorporado a los monumentos del Jueves Santo.
El peregrinaje por siete templos es para recordar las humillaciones, penurias y azotes que recibió Jesús en su camino al monte Calvario ya que fueron siete los momentos de intensidad y violencia física contra Jesús hasta llegar a la Crucifixión.
La noche del jueves en la celebración de la Última Cena, Jesús deja instituido el sublime sacramento de la Eucaristía.
Posteriormente Jesús se retiró a orar al Huerto de Getsemaní, al pie del Monte de los Olivos en Jerusalén, acompañado solamente de tres apóstoles, Pedro, Juan y Santiago, quienes se quedaron dormidos del cansancio. Luego Jesús se quedó solo para rezar ante el Padre.
Este momento de abandono y soledad del hijo de Dios está magistralmente reflejado por el Santo Padre Benedicto XVI en su homilía de la Santa Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo 5 de abril de 2012, pronunciada en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma, cuyo primer párrafo reza así:
“Queridos hermanos y hermanas: el Jueves Santo no es sólo el día de la Institución de la Santa Eucaristía, cuyo esplendor ciertamente se irradia sobre todo lo demás y, por así decir, lo atrae dentro de sí. También forma parte del Jueves Santo la noche oscura del Monte de los Olivos, hacia la cual Jesús se dirige con sus discípulos; forma parte también la soledad y el abandono de Jesús que, orando, va al encuentro de la oscuridad de la muerte; forma parte de este Jueves Santo la traición de Judas y el arresto de Jesús, así como también la negación de Pedro, la acusación ante el Sanedrín y la entrega a los paganos, a Pilato. En esta hora, tratemos de comprender con más profundidad estos eventos, porque en ellos se lleva a cabo el misterio de nuestra Redención”.
En la tradición caraqueña, los siete templos de obligada visita, están en el casco histórico de la ciudad, lo que popularmente definimos como “el centro”.
Debido a su cercanía entre sí, el recorrido y acceso se hace caminando, lo que se ha constituido en una suerte de peregrinación durante los días santos.
Los templos más visitados tradicionalmente son la Catedral Metropolitana, San Francisco, Altagracia, Santa Capilla, Santa Teresa, Las Mercedes y Candelaria.
Con el devenir de los nuevos tiempos, por razones de seguridad y la creación de nuevas parroquias alejadas del casco histórico, los feligreses de otras zonas han cambiado los hábitos y organizan nuevas rutas de peregrinación, pero en esta caso automovilísticas, debido a las distancias que median entre las iglesias del “este” capitalino.
De esta manera se observa que las iglesias más visitadas para esta zona son las de La Boyera, La Tahona, La Trinidad, Alto Prado, Manzanares, Terrazas del Club Hípico y Santa Rosa de Lima.
La iglesia de San José de Chacao, por ser de carácter histórico no queda por fuera, sino más bien es como una alternativa entre los dos polos, amén que este sector todavía conserva un lejano ambiente pueblerino, subrayado por sus propias tradiciones que se han constituido como patrimonio.
Entre las tradiciones de Semana Santa no puede faltar lo gastronómico, así encontramos que existe una institución muy difundida entre los pueblos andinos, heredada de los españoles, que consiste en un gran almuerzo el Jueves Santo que debe estar compuesto por los llamados “siete potajes”, lo que significa que deben haber siete preparaciones diferentes, entre saladas y dulces, la norma exige que no contengan carne.
En Venezuela la tradición de los siete potajes es propia de los estados Táchira, Trujillo y principalmente de los pueblos de Mérida, donde las familias, de todas las condiciones sociales, se reúnen alrededor de este almuerzo de siete platos, en conmemoración a la Última Cena y como preámbulo al ayuno que debe guardarse el Viernes Santo.
Aunque esto último ha cambiado ya que la observación del ayuno y la abstinencia pueden sustituirse, en todo o en parte, por otras formas de penitencia, sobre todo haciendo obras de caridad o prácticas piadosas.
El menú del almuerzo de los siete potajes del Jueves Santo suele ser similar entre los diferentes pueblos andinos donde siempre estará presente en su comienzo una sopa, seguida de alguna preparación de pescado, arroz, ensalada, pasta y dos tipos de postres.
Generalmente los platos son sopa de arvejas o de lentejas; trucha horneada o pastel de atún; arroz guisado; pasta en cualquier tipo de elaboración; ensalada de vegetales frescos o plátano horneado; frutas en almíbar y torta.
Para finalizar con una historia que recuerda a un Miércoles Santo, marcado por la pandemia cuando azotaba a Caracas la peste del vómito negro, el pueblo imploraba con rezos y penitencias para que terminara la terrible enfermedad que estaba causando miles de muertes entre la población de Caracas.
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Al paso de la procesión del Nazareno, en el cruce de la esquina de Miracielos, la corona de la imagen se enredó a un limonero del cual cayeron cientos de sus frutos que de inmediato el pueblo se aprestó a recoger y el incidente lo interpretó como un milagro y gritó que era el remedio contra la peste.
Escuchemos El limonero del Señor en la voz de su autor, el excelso poeta Andrés Eloy Blanco.
Abraham Quintero. Lecturas, yantares y otros placeres.