Aly Khan, la voz de la buena suerte
Esta es una historia personal sobre la Venezuela bonita que conocí a los 5 años de edad, y en la que la voz de Aly Khan era la más esperada de los domingos, porque era la voz de la buena suerte
Esta es una historia personal sobre la Venezuela bonita que conocí a los 5 años de edad, y en la que la voz de Aly Khan era la más esperada de los domingos, porque era la voz de la buena suerte
A mediados de los años 70, una de las pocas colas que se hacían en Venezuela era la del 5 y 6 de los fines de semana. Se trataba de un juego hípico, en el que participaban familias de todos los estratos sociales, que «sellaban su cuadrito» con los caballos a los que habían apostado y esperaban con ansias la narración de las carreras, en la fabulosa voz de Aly Khan (1931-2022).
La de Virgilio Decán, o Aly Khan, era la voz de la suerte y era el soundtrack de los domingos en la mañana. Era un juego de azar que escuchaban, por radio o televisión en blanco y negro, niños y adultos, algunos con más atención que otros.
El «cuadro» eran tres hojas que se calcaban entre sí, donde se marcaban las casillas de los números que correspondían a los caballos en cada una de las 6 carreras. Según la cantidad de caballos marcados, el cuadro costaba más o menos y había solo dos formas de ganar: acertando 5 o 6 caballos ganadores.
Recuerdo cuál era el cuadro que costaba menos, porque era el que jugaba mi familia, recién llegada de otro país y con la estrechez económica usual de los nuevos inmigrantes. Ese cuadro permitía marcar un caballo en cuatro carreras y dos caballos en dos carreras. Hay que admitir que era bastante difícil ganar, pero todos confiábamos en la suerte y en los «batacazos».
En mi casa, como en muchas otras, los niños participábamos a la hora de «hacer el cuadro» y marcar los caballos que, esperábamos, nos dieran la fortuna. A mi hermano y a mí nos dejaban escoger un caballo a cada uno y, por supuesto, el criterio infantil empleado era el nombre que más nos gustara, nos diera risa o nos pareciera cool.
Recuerdo claramente la imagen: mi papá sentado en la sala de nuestro apartamento en Terrazas del Club Hípico y a su alrededor mi mamá, mi hermano de 4 años y yo de 5, viendo los nombres de los caballos y opinando. Como dije antes: vivíamos en una Venezuela donde todos nos divertíamos de forma sencilla.
Un domingo, la voz de Aly Khan nos trajo la suerte que esperábamos. Pegamos 5 caballos, pero como fueron pocos los jugadores que acertaron, el premio fue suficientemente sustancioso como para cumplir pagos pendientes del colegio y del alquiler de la casa. Mi familia, ese día, estaba contenta.
Recuerdo que pregunté cuál caballo había fallado, cuál no nos dio el ansiado 6 del 5 y 6.
«Lapicero», me respondió mi mamá. Y en ese instante conocí la decepción que traen las malas decisiones. Era el caballo que había escogido yo. Pero ella agregó de inmediato: «No importa. Ganamos tanto que es como si hubiera sido un 6». Y todos seguimos contentos.
Siempre vinculé el nombre y la voz única de Aly Khan con ese momento feliz. Y estoy segura que la emoción que Virgilio Decán le imprimía a cada final, con su «y ganó fulanooooo«, repartió alegría y aplausos en centenares de hogares venezolanos.
Descansa en paz, gran Aly.