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Aly Khan, la voz de la buena suerte

Esta es una historia personal sobre la Venezuela bonita que conocí a los 5 años de edad, y en la que la voz de Aly Khan era la más esperada de los domingos, porque era la voz de la buena suerte

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Aly Khan
Fotos cortesía Oscar Pietro Párraga / @Parraga_LVBP

A mediados de los años 70, una de las pocas colas que se hacían en Venezuela era la del 5 y 6 de los fines de semana. Se trataba de un juego hípico, en el que participaban familias de todos los estratos sociales, que «sellaban su cuadrito» con los caballos a los que habían apostado y esperaban con ansias la narración de las carreras, en la fabulosa voz de Aly Khan (1931-2022).

La de Virgilio Decán, o Aly Khan, era la voz de la suerte y era el soundtrack de los domingos en la mañana. Era un juego de azar que escuchaban, por radio o televisión en blanco y negro, niños y adultos, algunos con más atención que otros.

Aly Khan
Fotos cortesía Oscar Pietro Párraga / @Parraga_LVBP

El «cuadro» eran tres hojas que se calcaban entre sí, donde se marcaban las casillas de los números que correspondían a los caballos en cada una de las 6 carreras. Según la cantidad de caballos marcados, el cuadro costaba más o menos y había solo dos formas de ganar: acertando 5 o 6 caballos ganadores.

Recuerdo cuál era el cuadro que costaba menos, porque era el que jugaba mi familia, recién llegada de otro país y con la estrechez económica usual de los nuevos inmigrantes. Ese cuadro permitía marcar un caballo en cuatro carreras y dos caballos en dos carreras. Hay que admitir que era bastante difícil ganar, pero todos confiábamos en la suerte y en los «batacazos».

En mi casa, como en muchas otras, los niños participábamos a la hora de «hacer el cuadro» y marcar los caballos que, esperábamos, nos dieran la fortuna. A mi hermano y a mí nos dejaban escoger un caballo a cada uno y, por supuesto, el criterio infantil empleado era el nombre que más nos gustara, nos diera risa o nos pareciera cool.

Recuerdo claramente la imagen: mi papá sentado en la sala de nuestro apartamento en Terrazas del Club Hípico y a su alrededor mi mamá, mi hermano de 4 años y yo de 5, viendo los nombres de los caballos y opinando. Como dije antes: vivíamos en una Venezuela donde todos nos divertíamos de forma sencilla.

Un domingo, la voz de Aly Khan nos trajo la suerte que esperábamos. Pegamos 5 caballos, pero como fueron pocos los jugadores que acertaron, el premio fue suficientemente sustancioso como para cumplir pagos pendientes del colegio y del alquiler de la casa. Mi familia, ese día, estaba contenta.

Recuerdo que pregunté cuál caballo había fallado, cuál no nos dio el ansiado 6 del 5 y 6.

«Lapicero», me respondió mi mamá. Y en ese instante conocí la decepción que traen las malas decisiones. Era el caballo que había escogido yo. Pero ella agregó de inmediato: «No importa. Ganamos tanto que es como si hubiera sido un 6». Y todos seguimos contentos.

Siempre vinculé el nombre y la voz única de Aly Khan con ese momento feliz. Y estoy segura que la emoción que Virgilio Decán le imprimía a cada final, con su «y ganó fulanooooo«, repartió alegría y aplausos en centenares de hogares venezolanos.

Descansa en paz, gran Aly.

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