Julia Pierson, la mujer elegida en 2013 para poner fin a la cuestionada cultura interna de esta agencia dominada por hombres, es ahora el objeto de las críticas tanto por los graves fallos de seguridad como por la falta de transparencia a la hora de informar sobre ellos.
El 19 de septiembre Omar J. González, un veterano de Irak con supuestos problemas mentales, logró entrar armado con un cuchillo en la Casa Blanca y acercarse a las dependencias de la familia presidencial, que había abandonado el edificio tan sólo unos minutos antes.
En un primer momento el Servicio Secreto aseguró que el intruso no iba armado y que fue detenido en cuanto cruzó la puerta de entrada, pero el martes Pierson tuvo que admitir ante el Congreso la veracidad de los informes del Washington Post que contradecían esa versión.
¿Por qué ocurrió?
La puerta de la Casa Blanca no estaba cerrada ni tenía -acaban de incorporarlo- un sistema de cierre activable a distancia.
Además, en el Pórtico Norte no estaba el guardia pertinente y la alarma que debía avisarlo había sido silenciada por funcionarios del edificio que la consideraban molesta. Además, el agente que interceptó a González ya no estaba de servicio, pasaba por la Sala Este a su salida del trabajo.
Ante la gravedad de este suceso, congresistas y prensa estadounidenses cuestionan la continuidad de Pierson en el cargo y piden una investigación externa de lo ocurrido por temor a que en la anunciada por la directora la agencia encubra sus propios fallos.
Este incidente, aunque el más grave, no es el único por el que Pierson tiene que responder. Este mismo martes el Post revelaba que Obama y un hombre armado con antecedentes compartieron ascensor en Atlanta porque el Servicio Secreto no le sometió a la investigación delictiva que estipula el protocolo.