Se suponía que el golpe recibido por los demócratas en las elecciones legislativas de principios de noviembre tendría un pesado impacto sobre los últimos dos años de la administración del presidente Barack Obama, pero ha tenido el efecto inverso: el mandatario ha pasado a la ofensiva.
Un mes después de la pérdida de la mayoría en el Senado (a partir de ahora en manos de los republicanos, al igual que la Cámara de Representantes) y una catarata de anuncios -sobre cambio climático, inmigración, neutralidad en internet-, el mandatario estadounidense parece mostrar mayor vigor. La pregunta que se hacen muchos analistas es si podrá mantener el paso en lo que le queda de mandato.
Quienes dentro de su Partido Demócrata se mostraban desesperados por su falta de audacia, lo aplauden. Entre los republicanos, esas iniciativas suscitan vivas críticas, pero exponen también las profundas fracturas que atraviesan al partido en temas como el del presupuesto, en un contexto de guerra, y afectada por las candidaturas para la elección presidencial de 2016. Hay una decena de potenciales precandidatos y otras tantas corrientes de pensamiento en filas republicanas.
Medidas riesgosas
Durante una gira por Asia a mediados de noviembre, Obama anunció un acuerdo con China sobre reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Asegura que los compromisos de Estados Unidos podrán mantenerse sin ninguna nueva ley en el Congreso, y se apoyó para ello en las medidas tomadas por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) para limitar la polución de las centrales a carbón.
No bien regresó, Obama anunció una serie de medidas sobre inmigración que otorgan la posibilidad de que unos cinco millones de extranjeros clandestinos regularicen su situación. También en este caso sin pasar por el Congreso.
En diez días alteró la situación política con dos temas centrales de su campaña de 2008. Los repetidos llamados a la movilización en la lucha contra el Ébola, un asunto menos controvertido, también contribuyen a fortalecer la imagen de un presidente que está al mando de la nave.
El republicano Mitch McConnell, quien en enero presidirá el Senado, no oculta que se sorprendió con la actitud de Obama tras su «humillante derrota». «Quedé desconcertado con su reacción: un golpe de timón a la izquierda como forma de desafío», declaró esta semana. «Súbitamente no sé qué acuerdos pueden esperarse», agregó como advertencia este veterano legislador, que ocupa una banca desde hace más de 30 años.
Se enredan las elecciones
De hecho, la partida se anuncia complicada para el presidente estadounidense.
«Tras las elecciones, aprovechó el espacio que se le presentó para mostrar que seguía muy presente», opina Julian Zelizer, profesor de historia política de la Universidad Princeton (Nueva Jersey). No obstante, advierte, los republicanos «se mostrarán cada vez más amenazantes, ya sea sobre las designaciones (que deben ser confirmadas por el Senado), los gastos o cualquier otra cuestión».
El senador republicano John McCain, por ejemplo, anunció que se opondría a la designación de Antony Blinken, asesor próximo de Obama, como subsecretario de Estado.
Con un ojo puesto en 2016
Por el momento, el presidente deposita su confianza en posibles avances legislativos sobre temas tales como la reforma fiscal o la asociación trans-Pacífico (TPP), un acuerdo de libre comercio que apoyarían numerosos legisladores republicanos.
La idea es que, en un momento en el que llueven las críticas al mal funcionamiento del Congreso, los republicanos necesitan aprobar algunas leyes a medida que se acerca 2016.
Pero lo ecuación no es tan simple. En 2012, numerosos observadores anunciaban una gran ley consensuada sobre inmigración, pues juzgaban que los republicanos la necesitaban imperiosamente para seducir a una parte del creciente electorado hispano. Pero el Tea Party, el ala ultraconservadora del Partido Republicano, alzó la voz y las esperanzas de una gran reforma se esfumaron.
Zelizer afirma que «una facción del partido está dispuesta a sacrificar las posibilidades de llegar a la Casa Blanca en favor de sus propósitos en el Congreso».
Al margen de los decretos y proyectos de ley, Obama también tendrá un ojo puesto en 2016. El 44° presidente de Estados Unidos, quien esta semana recibió a Hillary Clinton, archifavorita entre los demócratas, quiere evitar a toda costa que en 2017 un republicano deshaga total o parcialmente lo que él ha venido tejiendo.