Internacionales

Al Shabbab: los yihadistas somalíes

El perfil de conducta de Al Shabbab es particularmente bárbaro y hostil.  Hace algunos años, estas milicias llegaron a atacar y repeler misiones humanitarias de vacunación masiva de la  Cruz Roja y Médicos Sin Fronteras,  acusándolas de orquestar ardides planificados por Occidente para envenenar a niños somalíes.

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Al Shabbab, la milicia islámica somalí que ejecutó a 150 estudiantes en una escuela en la frontera con Kenia, es, de acuerdo a los reportes más fundamentados, la ramificación de Al Qaeda en el cuerno de Africa. Como Boko Haram, en el norte de Nigeria, como las milicias de ISIS, en Irak y Siria, las de Al Shabbab son las expresiones por excelencia del yihadismo radical: formaciones político militar de inspiración medieval, particularmente crueles y amorales en sus métodos, que cultivan un odio militante hacia el occidente cristiano y el sionismo, y que defienden la consolidación del islamismo en el mundo.

El perfil de conducta de Al Shabbab es particularmente bárbaro y hostil.  Hace algunos años, estas milicias llegaron a atacar y repeler misiones humanitarias de vacunación masiva de la  Cruz Roja y Médicos Sin Fronteras, acusándolas de orquestar ardides planificados por Occidente para envenenar a niños somalíes.

Aunque son particularmente sanguinarias, no controlan en modo ninguno todo el país: subsisten, sobre todo en el sur, en un lugar donde abundan los hábitos nómadas, y en una nación que, desde 1991, fecha en la cual fue depuesto su último presidente, el dictador Mohammed Siyad Barré, técnicamente había dejado de existir.  Durante más de 20 años, varias regiones somalíes se autoproclamaron repúblicas que se desconocían y ejercían el autogobierno.  Somalia apenas ahora empieza a reconfigurar un perfil de nación unificada, pese a la renuencia de la región norteña de Somaliland, y a las milicias islamistas de Al Shabbab, expresadas en sus denominados tribunales islámicos.  Asediada militarmente, hasta hace poco el gobierno que reconoce y sostiene la ONU apenas controlaba poco más allá de los confines que comprenden su capital, Mogadisciu.

Integra Somalia varias de las naciones del denominado “cuerno de Africa”,  en pleno ecuador. Como los oromo, los tigrinya, los árabes sudaneses, y los amháricos de Etiopía, los somalíes son una variante por demás interesante del mosaico cultural africano, esencialmente diferente a las variantes bantúes que predominan en otras zonas tropicales y subtropicales. Su proximidad al Mar Rojo y la Península Arábica los acerca, a veces de forma indirecta, en otras de manera muy clara, al Medio Oriente, en muchas de sus expresiones culturales y cotidianas. Por ejemplo, el amhárico, el idioma nacional etíope, pertenece a la familia semita y está medianamente emparentado con el hebreo.

El descalabró somalí, un “estado fallido” en toda la regla, se produce siendo este un país lingüística y étnicamente mucho más homogéneo que otras naciones africanas. El casi el 90 por ciento de sus habitantes habla somalí, un idioma que con una fuerte presencia del árabe, y practica en su totalidad la fe musulmana, el pegamento que sostiene sus relaciones sociales. La sociedad, como cuenta en algunas de sus obras el periodista polaco Riszard Kapushinski, está surcada por un complejo sistema de clanes que comprenden círculos familiares a veces enfrentados y que se constituyen en el factor identificador primario de las personas. Siendo Somalia uno de los nichos más conocidos de los tristemente célebres “señores de la guerra”, sus tensiones internas no han sido tanto étnicas como interclánicas

El extremismo islámico sigue siendo, de acuerdo a lo que afirman los expertos, una corriente claramente minoritaria en el amplísimo y desigual universo de la Umma, esto es, la comunidad mundial de creyentes musulmanes. Su radio de acción, sin embargo, crece de forma por demás perturbadora en situaciones políticas concretas y enclaves delicados; en regiones desoladas y anarquizadas como esta que analizamos, abriéndole a Occidente nuevos retos, con capítulos insospechadamente perturbadores y complejos. Pensando ahora, al terminar esta nota, en esos cientos de estudiantes cristianos de Kenia, asesinados a sangre fría siendo personas completamente inocentes.

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