«No está en el plan de Dios que yo sea presidente en 2016, acaso nunca», dijo Rubio a una multitud de sus partidarios en Miami.
Sin nombrar al ganador Trump, Rubio se pronunció contra su manera divisionista de hacer política: «Pido al pueblo estadounidense que no ceda al miedo, que no ceda a la frustración», afirmó.
El senador de 44 años ganó tan solo tres de los estados en juego en las primarias presidenciales hasta el momento, pero la derrota en las primarias de Florida, en las que el ganador se queda con todos los delegados, resultó el golpe mortal. Apenas seis años antes había sido el favorito del movimiento ultraconservador Tea Party que venció de manera aplastante al candidato de la «corriente principal» republicana por una banca en el Senado en Washington.
Pero la tortilla política se le dio vuelta al senador convertido en aspirante presidencial en un año en que los votantes claman por alguien ajeno a la política.
En la última semana dedicó tiempo y recursos casi exclusivamente a la Florida, donde exhortó a los electores a que detuvieran a Trump en su intento de «secuestrar» al Partido Republicano. Incluso pidió a sus partidarios en Ohio que votaran por el precandidato John Kasich, gobernador de ese estado, ya que tenía mayores probabilidades de ganar allí.
A pesar de su intensa rivalidad con Trump, Rubio sólo lo criticó indirectamente durante buena parte de la campaña. Viró hacia un ataque frontal contra la moral y la ética del empresario después del Supermartes, en el que Rubio ganó apenas una de las 11 contiendas en juego.
En las últimas semanas, los ataques pasaron de lo político a lo personal, al punto de equiparar las manos pequeñas de Trump con su virilidad. A su vez, el multimillonario empezó a aludir a él como «el pequeño Marco». La estrategia resultó contraproducente para Rubio, y posteriormente dijo que lamentaba los ataques.
En las asambleas partidarias de Iowa obtuvo un tercer puesto mejor que lo previsto y estuvo a punto de desplazar a Trump del segundo puesto. Esperaba obtener un buen resultado en New Hampshire, pero su pobrísimo desempeño en un debate lo hizo caer al quinto puesto.
«Nuestra desilusión hoy no es culpa de ustedes sino mía», dijo a sus partidarios esa noche.
Rubio repuntó en South Carolina, donde quedó segundo después de Trump. También fue segundo en Nevada.
Después de ganar solamente en Minnesota, Puerto Rico y Washington DC, vino la aplastante derrota en Florida, el golpe final.