Internacionales

Trump sobrevivió a su primer desastre natural

 El mandatario tomó en cuenta los errores del ex presidente George W. Bush con Katrina en 2005 y puso en práctica planes de emergencia de asistencia médica y reconstrucción

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POR: MANUEL TOVAR

En nueve meses de un mandato con más bajos que altos, Donald Trump y su estilo poco presidencial han sorprendido, indignado y emocionado a sus compatriotas.
El mandatario de Estados Unidos ha sufrido varios reveses: los intentos de derogar Obamacare; crisis internacionales, como las abiertas con Corea del Norte, Rusia y Afganistán; internas como las acusaciones de complicidad con el Kremlin para llegar a la presidencia de Estados Unidos o la laxitud en la condena de grupos supremacistas blancos y su supuesto apoyo a los neonazis. Pero hasta ahora no había tenido que medir su respuesta ante un desastre natural.
El Huracán devenido en tormenta tropical Harvey fue el primer gran reto que se le presentó al magnate neoyorquino quien debió mostrar que fuera del guión es una figura capaz de unir a sus compatriotas en tiempos de calamidad como el que se presenta.
Los estragos y la devastación causada por el fenómeno dejarán sin duda muchas secuelas, ya son casi 50 los fallecidos y los daños cuantiosos. Con vientos de 215 kilómetros por hora y una potencia de categoría 4 en la escala de intensidad de Saffir-Simpson, de un máximo de 5, Harvey fue el huracán más potente en llegar al estado de Texas desde 1961 y a Estados Unidos desde 2005 cuando Katrina, de categoría 5 asoló las costas de Nueva Orleáns.
El primer lugar que castigó el huracán en territorio estadounidense fue la pequeña ciudad de Rockport, el viernes 25 de agosto a las 10:00 pm. Y desde ese momento empezó la lluvia de cuatro días que anegaría más de un tercio del territorio texano y causaría estragos en un área similar a la de España, una superficie aproximada de 505.000 kilómetros cuadrados.
Trump tiene numerosos retos que afrontar, pero hasta el momento el mandatario y su gabinete han respondido y dejado atrás el infame recuerdo de George W. Bush y el manejo de la crisis de Katrina.
El jefe de Estado dijo el fin de semana pasado que no quiere repetir los errores del ex presidente republicano. En 2005 el mandatario tardó en responder a la devastación de Nueva Orleáns. Bush disfrutaba de sus vacaciones en su rancho de Texas y no las interrumpió. No fue sino al terminar sus días de asueto que el ex gobernante se abocó al problema, pero tampoco fue al lugar del desastre, sino que viajó directamente a Washington.
Bush no reaccionó a tiempo y la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) se vio sobrepasada por la magnitud del suceso. Los diques de Nueva Orleáns –una ciudad que está por debajo del nivel del mar– cedieron y cuando la ayuda federal intentó llegar ya eran decenas de miles los damnificados y miles los muertos.
Trump aprendió la lección y para evitar una situación similar el mismo viernes 25 de agosto decretó estado de desastre y de emergencia pública sanitaria para el estado de Texas, el pasado martes 29 lo extendió al estado de Luisiana, fue un día antes de que la depresión tropical llegase a la zona, lo que permitió enviar asistencia médica y ayuda para las labores de reconstrucción.
Las históricas precipitaciones de más de 130 centímetros de agua, que inundaron las calles de Texas y en especial de Houston, la cuarta ciudad más poblada de Estados Unidos con 2,3 millones de personas y 6 millones si se suma la periferia, es un verdadero reto que aún está por afrontar el presidente. Ciudades están bajo el agua y llevará semanas recuperar su estado inicial, con las consecuentes perdidas económicas que eso acarrea. Algunas agencias estiman que el costo de la reconstrucción será superior a 160 millardos de dólares.
 Paso al frente

A pesar de la catástrofe, el mandatario superó con relativo éxito su primer desastre natural.
Solo contados medios criticaron su corta estancia en Texas –la Casa Blanca anunció volvería a Texas el fin de semana– y el hecho de que en su primera visita al lugar no se reuniera con las víctimas. Pocos rechazaron que no fue a las mayores zonas de desastre para no “distraer” a las personas de sus labores. Tras algunas fotos y un video arengando a los texanos, el mandatario siguió con su agenda y plan de reforma fiscal, que incluye el recorte de impuestos a las corporaciones. El vicepresidente Mike Pence si estuvo en el lugar el jueves.
Las críticas a Trump sí abundaron por los zapatos de tacón que usó su esposa Melania al salir de la Casa Blanca para visitar los territorios afectados del oeste de Texas el martes 29 y por no donar de su dinero al fondo de ayuda de Harvey –si anunció que entregará de sus finanzas un millón de dólares–.
Sin embargo, todos estos argumentos se dejaron atrás rápidamente pues la prioridad de la sociedad estadounidense era ayudar a sus compatriotas en situación de calamidad y trabajar unidos como nación.
La preparación de la zona –a cargo de la gobernación y las ciudades– fue la adecuada. El magnate contó con el apoyo de las agencias de la administración federal estadounidense, de las autoridades estatales y locales, y de los voluntarios que en lancha y hasta jet ski hacen lo imposible por salvar a las personas que tuvieron que ir a los niveles más altos de sus casas o a los techos para sobrevivir a los más de 35.000 millones de litros de agua que dejaron las lluvias de Harvey.
A pesar del desastre de un huracán tan grande, fuerte y destructivo que causó 47 fallecidos y 30.000 damnificados, Trump ha sido afortunado.
En Nueva Orleáns los diques se rompieron y causaron la muerte de más de 1.800 personas, en Houston sólo se sabe de una rotura. El agua que anega esta ciudad no es del mar, sino de la misma lluvia que generó la tormenta y en este caso sí hay un sistema de drenaje que funciona en una ciudad plana, por lo que con el cese de la lluvia disminuye el volumen y la altura del agua y no se queda empozada como en la cuenca de Nueva Orleáns.
Las inundaciones menos repentinas que las de Katrina le dieron tiempo a la gente de reaccionar, las alertas funcionaron, la población estuvo mejor informada y el flujo de electricidad fue continuo por lo que muchas personas se mantuvieron conectadas. Además en 2005 una época sin redes sociales muchos desconocían que sucedía y desoían a las autoridades. En 2017 los estadounidenses habían visto la tragedia de los huracanes Katrina y Sandy y conocían la fuerza y devastación que este tipo de fenómeno metereológico podía causar.
Aún falta un largo camino por recorrer para que Texas recobre su normalidad. La reconstrucción genera una gran cantidad de retos pero muchos estadounidenses esperan que el desastre sea el impulso necesario para que Trump sea un presidente que una y no que divida a su país.
Y aunque parezca improbable por no decir imposible, el miércoles pasado el presidente dio un paso al frente en la dirección adecuada cuando publicó en un tuit: “Después de haber presenciado de primera mano el horror y la devastación causada por el huracán Harvey, mi corazón está aún más con el gran pueblo de Texas”.]]>

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