Internacionales

Zimbabue avanza el proceso contra Mugabe en cámara lenta

En el abecé de los golpes de Estado, uno de los primeros pasos a seguir es controlar la televisión nacional. Pero cuando el Ejército de Zimbabue lo consiguió, se apresuró a negar que estuviera llevando a cabo una "toma militar" del Gobierno y siguió refiriéndose a Robert Mugabe como presidente del país.

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Pese a que las Fuerzas Armadas controlan de facto desde hace días esta nación del África Meridional y mantienen bajo arresto domiciliario al veterano mandatario, de 93 años y en el poder desde 1980, no se atreven a derrocarlo formalmente.
Según una de las escasas comunicaciones del Ejército desde su alzamiento el martes, las negociaciones con Mugabe «avanzan favorablemente», mientras que las informaciones apuntan a todo lo contrario y aseguran que el jefe de Estado se niega a renunciar a su puesto.
Y es que el sillón presidencial y Mugabe llevan tanto tiempo juntos que prácticamente ya son uno: muchos de sus ciudadanos nunca han visto a otra persona sentada en él y el propio mandatario prometió que gobernaría hasta los cien años.
Sin embargo, y aunque nadie lo habría pronosticado hace solo una semana, su reinado parece llegar a su fin: el Comité Central de su partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF), decidirá mañana sobre si finalmente lo destituye después de que las secciones provinciales le retiraran su apoyo ayer.
Estos comités provinciales, los mismos que hace no mucho tiempo apoyaban firmemente los planes de Mugabe de presentarse a la reelección en 2018, consideran ahora que el presidente es demasiado mayor y está incapacitado para seguir al frente del partido y del Gobierno.
La oposición ha aprovechado la debilidad de un presidente confinado en su residencia y al que solo se ha visto en un acto ya programado en una universidad -en el que no habló- para apoyar la actuación militar y exigir un cambio.
Tanto el principal partido opositor como una nueva coalición liderada por la exvicepresidenta Joice Mujuru -destituida en 2014 por «conspirar» contra Mugabe- reclaman con más energía que nunca su salida del poder y la formación de una mesa de diálogo nacional que sirva de preludio a la transición hacia una democracia plena.
Incluso los veteranos de la guerra de independencia, considerados durante mucho tiempo entre los más influyentes apoyos de Mugabe, ahora exigen su salida al considerar que se ha convertido en un hombre «senil que ha perdido el control de la loca de su esposa», en referencia a la primera dama Grace Mugabe.
Es precisamente ella la considerada como desencadenante de la crisis en Zimbabue, al haber forzado la destitución del vicepresidente Emmerson Mnangagwa, en cuyo cadáver político pretendía apoyarse para cumplir definitivamente su ambición de convertirse en la sucesora de su marido en el poder.
Aunque contaba con el apoyo de las poderosas secciones juvenil y femenina de la ZANU-PF, Grace ha visto como en apenas unos días sus planes se han esfumado: ni siquiera su promesa de que Mugabe seguiría «gobernando desde la tumba» a través de ella la ha salvado de la reprobación de su propio partido.
Es más, algunos de los citados comités provinciales también apoyaron su expulsión del partido y pidieron que Mnangagwa, actualmente exiliado en Sudáfrica, volviera al país para liderar la formación y el Gobierno post-Mugabe, que podría ser uno de concentración transitorio hasta las elecciones de 2018.
Todo esto se convierte en el cóctel perfecto para el Ejército, que busca evitar a toda costa una intervención de organismos internacionales como la Unión Africana (UA) o la Comunidad para el Desarrollo de África Meridional (SADC), que no ven con buenos ojos la salida de Mugabe a través de un golpe militar.
El Ejército prometió que su misión era únicamente «llevar ante la Justicia» a los «criminales» del entorno del presidente, pero aunque ya han detenido a varios ministros considerados afines a Grace Mugabe, los militares no han cumplido su promesa de que «todo volverá a la normalidad» una vez cumplido su objetivo.
Por tanto, y teniendo en cuenta el apoyo explícito de las Fuerzas Armadas a las manifestaciones contra Mugabe, parece que su objetivo real es un cambio en la jefatura de Estado.
La dimisión voluntaria -a cambio de inmunidad para él y para la primera dama-, la destitución desde su partido o una moción de censura parlamentaria con el apoyo de todos los partidos parecen las opciones más claras para resolver este ‘impasse’ que no tiene visos de resolverse si no es con la salida de Mugabe del poder.
¿Qué hay después de Mugabe? Los expertos indican que las elecciones de 2018 podrían posponerse ante la actual convulsión política, y que hasta que se celebren se instauraría un Gobierno de transición encabezado por Mnangagwa que concentrase a fuerzas opositoras y veteranos de guerra para reconducir el país.
Otros apuestan por una jugada aún más segura para el Ejército: dejar a Mugabe en la presidencia, aunque sin poder, hasta que sea destituido por el congreso nacional de su partido -en diciembre-, o hasta los propios comicios, en los que se trataría de evitar que optase a la reelección.]]>

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