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Mugabe, el fin de un déspota que terminó de hundir a Zimbabue

Durante sus 37 años de mandato a la cabeza de Zimbabue, hasta su caída en 2017, Robert Mugabe pasó de ser un héroe de la independencia y amigo de Occidente a tirano que provocó el hundimiento económico de su país.

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El expresidente, fallecido a los 95 años, renunció al poder en noviembre de 2017, ante la presión del ejército.

«Fue un dirigente formidable, pero el poder terminó degenerándolo al punto de que puso a Zimbabue de rodillas», resumió Shadrack Gutto, profesor de la Universidad de Sudáfrica.

Cuando en 1980 tomó el mando del país, recién surgido de la antigua Rodesia, una colonia británica donde gobernaba una minoría blanca, su discurso sobre la reconciliación y la unidad le valió elogios a nivel internacional.

«Ayer, ustedes eran mis enemigos, hoy son mis amigos», dijo el exjefe de la guerrilla.

Ofreció puestos ministeriales clave a blancos e incluso autorizó que su jefe, Ian Smith, permaneciera en el país.

El revolucionario Mugabe, lleno de diplomas, era visto como un dirigente modelo. En 10 años, el país avanzó a pasos de gigante: construcción de escuelas, de centros de salud y de nuevas viviendas para la mayoría negra. Pero su brillo inicial no tardó en desvanecerse.

– Paria –
En 1982, envió al ejército a la provincia «disidente» de Matabeleland (suroeste), tierra de los Ndebele. La represión, brutal, provocó unos 20.000 muertos.

En la década de los años 2000, los abusos contra la oposición, fraudes electorales y especialmente su violenta reforma agraria convirtieron a Mugabe en un paria internacional.

Dirigida en gran medida a aplacar a los enojados veteranos de guerra que amenazaron con desestabilizar su gobierno, la política de reforma agraria destruyó el sector agrícola crucial, hizo que los inversores extranjeros huyeran y ayudó a hundir al país en la miseria.

«Mugabe no era humano (…) Uno podía admirar sus capacidades y su intelecto (…) pero era una persona horrible y poco fiable», dijo el antiguo ministro de Relaciones Exteriores británico Peter Carrington, a la biógrafa del expresidente, Heidi Holland.

En las últimas décadas de su mandato, Mugabe, siempre con sus gafas de pasta, asumió un papel de antagonista de Occidente.

Valiéndose de una retórica virulenta, responsabilizó en sus discursos a las sanciones occidentales de la aguda crisis económica del país, aunque estas sólo le afectaban a él y a sus colaboradores y no a toda la economía.

«Si la gente dice que eres un dictador (…) entonces uno sabe que están diciendo eso simplemente para manchar y socavar tu estatus, así que uno no debería prestarle mucha atención», afirmó en 2013, en un documental.

El tema de la sucesión fue un tabú que se extendió durante décadas, pero después de que Mugabe cumpliera 90 años, se abrió la veda y la élite en el poder se enfrascó en una lucha despiadada.

Grace, su segunda mujer, una exsecretaria 41 años menor que él que aspiraba a sucederle y a quien el Zanu-PF suspendió de militancia, dijo que incluso pasados los 80 años se levantaba antes del amanecer para hacer ejercicio.

Pero en los últimos años, sufrió más de un tropezón y algunas caídas en público. En otra ocasión pronunció un discurso equivocado para la apertura del parlamento.

Un católico marxista –
Mugabe, nacido el 21 de febrero de 1924, en una familia católica en la misión de Kutama, en el noroeste de Harare, ha sido descrito como un niño solitario y estudioso, con un libro en la mano incluso cuando cuidaba el ganado.

Después de que su padre abandonara a la familia cuando tenía 10 años siguió concentrado en sus estudios y obtuvo el grado de profesor.

Inicialmente se identificó con el marxismo y durante su época estudiantil en la Universidad de Fort Hare, en Sudáfrica, se codeó con muchos de los futuros líderes africanos.

Después de ejercer como profesor en Ghana, donde quedó muy influenciado por el presidente y fundador del país, Kwame Nkrumah, decidió volver a Rodesia, donde fue detenido en 1964 por sus actividades políticas. Pasó 10 años en prisión.

Su hijo de cuatro años, fruto de su primer matrimonio con la ghanesa Sally Hayfron, murió mientras estaba en prisión. El líder de Rodesia, Ian Smith, le denegó el permiso para asistir al funeral.

Pero, tras décadas en el poder, la oposición en su contra comenzó a tomar fuerza.

«Su verdadera obsesión nunca fue la riqueza personal, sino el poder», dijo el biógrafo Martin Meredith.

«Año tras año Mugabe se mantuvo al mando mediante la violencia y la represión, cargando contra los opositores políticos, transgrediendo a los tribunales, pisoteando los derechos de propiedad, suprimiendo a la prensa independiente y amañando las elecciones», describió.

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