Internacionales

El Metro de Nueva York es un múltiple escenario cultural

Este medio de transporte es una excelente cartelera de publicidad de eventos, además del lugar preferido de los espontáneos

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TEXTO Y FOTOGRAFÍAS INTERNAS: ÁNGEL ARRÁEZ

Estoy consciente de que las comparaciones son extremadamente odiosas, pero igual necesarias. Hago la aclaratoria, porque voy a comparar el subway (metro) de Nueva York con el Metro de Caracas. No me voy a referir al servicio de trenes, porque aquí también tienen retraso, pero todos los fines de semanas hay cambios en las rutas, ya que viven haciéndole reparaciones y mantenimiento, cosa que sabemos no ocurre en Caracas. No sé cómo será el de Valencia y Maracaibo, me imagino que la historia será la misma falta de mantenimiento.

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De lo que quiero hablar, es de la variedad de eventos programados e improvisados que suceden de todas las rutas, unas con más continuidad que otras. Por ejemplo, hace unas semanas con el estreno de la segunda temporada de la serie “Genius”, una apuesta de National Geographic, algunas estaciones están inundadas con carteles con la imagen de Antonio Banderas, que tiene el rol de Picasso.

Hace quince días aproximadamente con el estreno de otra versión del “Rey León”, la estación de Times Square tiene afiches hasta en el piso y muchas paredes están cubiertas de un color amarillo encendido. En la estación de la 5 Avenida, a distintas horas del día, en un convenio con la gobernación del estado de Nueva York, hay músicos profesionales que ejecutan obras de los grandes compositores universales. No se extrañe usted si en algún momento caminando por los pasillos del subway le llegan algunas notas de Vivaldi, Mozart, Pagagini, y Chopin, entre otros, pues son los músicos exprimiéndose sus instrumentos para alegrar, refrescar y darle un descanso en los largos viajes a los transeúntes.

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En la estación Gran Central, una de las movidas digo yo, la empresa electrónica de la manzanita tiene una perenne exposición en uno de los pabellones, pero en los pasillos habrá un fotógrafo haciendo su trabajo con algunos modelos y la gente será espectadora y curiosa. Un poco más abajo se encontrará con una familia de jamaiquinas que presentan su espectáculo: son dos jovencitas, una canta y la otra baila, mientras la madre graba el acto. Cantan canciones propias y de otros artistas para lograr alguna propina por su show. Siempre alguien suelta medio dólar o un dólar, pero algo queda en el cesto.

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El domingo pasado caminando por algunos de esos pasillos de Dios, escucho una música de cámara y me detengo donde está un gran número de personas. Me abro paso y veo a dos mujeres sentadas, una con un violonchelo de color metálico y la otra con una especie de xilófono; lo curioso no era ni la música ni las mujeres tocando, lo que llamaba la atención es que ambas llevaban unas máscaras con forma de aves y se llamaba Ensamble Ferroeléctrico de Muerte. No sé sí la gente se detenía por las notas musicales o por la imagen en conjunto de las ejecutantes. Abajo en la plataforma de abordaje de la línea 7 había un hombre con una guitarra eléctrica descargando con toda la furia de sus dedos. El guitarrista tocaba jazz, bossa-nova, rock y muchas cosas más que tenía fascinada a la gente. Me acerco a su cesto de propinas y le lanzo un dólar, no por la música, sino por el entusiasmo del hombre.

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Pasan unos minutos, llega mi tren y antes de cerrarse las puertas se cuelan algunas notas de La Chica de Ipanema. El guitarrista sigue en su paseo musical y yo mi viaje. El operador dice que la próxima estación es Hunters Points, donde se sube un afroamericano con unas congas y comienza su concierto. La china que va dormida en el vagón y otras personas ven interrumpido su descanso. El conguero tiene lo suyo o por lo menos alegra la tranquila tarde de domingo. Pega dos gritos, digamos que termina de cantar y pasa la raqueta. El viaje no ha terminado y seguro saltará otro espontáneo al ruedo.

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Estos espectáculos como lo dije antes son como un descanso en el diario trajinar de los citadinos y no citadinos. Sé que en el Metro de Caracas, en la transferencia de Plaza Venezuela estaban haciendo algo, pero sin mucho rigor. Ojalá los directivos del subterráneo copien los buenos ejemplos de los metros de otras ciudades, me refiero a los buenos ejemplos.

Llego a mi destino que es la estación de Wall Street. La verdad que eso es otro mundo, cuando usted deja el tren y sube al patio general la fuerza blanca del mármol del salón le revienta las pupilas, es un gran salón blanco y se llama “Oculus” (ojo). Si usted se para en el centro del salón y levanta la vista, puede ver la cima y buena parte de la nueva edificación que sustituyó las Torres Gemelas. Por fuera es una obra blanca que semeja un ojo semicerrado, son unas largas pestañas que no tienen sentido hasta que usted no entra a la estación.

Oculus

En algún momento me pareció que había llegado a ese futuro que nos ha vendido el cine. La verdad es que se parece mucho.

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