Sumergida en las cristalinas aguas turquesa del Caribe beliceño, la barrera de coral, uno de los mayores ecosistemas marinos del Atlántico, se ha visto amenazada por la explotación petrolera en aguas profundas.
En el torno de la barrera habitan numerosos especies, lo mismo peces de variados colores y tamaños que se cruzan con enormes tiburones coralinos y amarillos que tortugas que se nadan plácidamente.
Esta barrera coralina, que se extiende sobre 380 km, sólo es superada por la Gran Barrera de Australia.
Se ha convertido en un gran atractivo turístico, especialmente para los aficionados al buceo, a los que pacientes guías locales conducen hasta la barrera y les enseñan cómo comportarse para apreciarla sin dañarla.
Belice carecía de mayores leyes en materia de protección ambiental, lo que llevó en 2009 a la UNESCO a declarar a la barrera coralina, Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1996, en peligro.
La llamada de atención también alcanzó sus manglares, criadero de peces que luego son integrados al arrecife y que estaban desapareciendo frente al cemento del desarrollo urbanístico indiscriminado.
El Comité del Patrimonio Mundial se encuentra reunido hasta el 3 de julio en Manama, Baréin, y en su agenda aparece esta riqueza natural de Belice.
Para convencer a la UNESCO, cuya decisión es inminente, el gobierno beliceño hizo gala de una moratoria indefinida a las explotaciones petroleras en mar abierto votada en 2017 por el Parlamento.
Los primeros en pujar por la moratoria fueron ambientalistas que en 2012 realizaron un referéndum informal en el que 96% de la población se manifestó en contra de la prospección petrolera en alta mar.