En entrevista, el embajador ruso Vladimir Zaemskiy rechazó la afirmación esta semana del asesor de Seguridad Nacional estadounidense, John Bolton, de que la Doctrina Monroe de 1823 está “vivita y coleando”.
Dicha política, dirigida originalmente a impedir cualquier intromisión europea en el hemisferio, fue utilizada para justificar intervenciones militares estadounidenses en países como Cuba, Nicaragua, República Dominicana y Granada, pero no había sido utilizada por los últimos gobiernos estadounidenses que intentaban dar la vuelta a la página de un pasado oscuro.
“Es imposible creer que en la administración de los Estados Unidos hayan podido inventar la ‘máquina del tiempo’ y desde ahora tengan la posibilidad de hacer retroceder no solamente el tiempo, sino también las tendencias del desarrollo del universo”, declaró esta semana el diplomático ruso, de 66 años, a The Associated Press.
En un ejemplo de cómo se ha recrudecido la retórica de todas las partes implicadas en la crisis venezolana, el embajador comparó las declaraciones hostiles de Bolton, del secretario de Estado Mike Pompeo, y del senador republicano Marco Rubio, con la postura de los líderes de Al Qaeda responsables de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
“Su obsesión de imponer su visión, en este caso sobre asuntos internos en Venezuela, me recuerda las declaraciones de los líderes de Al Qaeda, quienes al atacar las Torres Gemelas también trataron de posicionarse como únicos portadores de la verdad”, afirmó Zaemskiy, quien fue asesor en la misión de Rusia en las Naciones Unidas sobre los atentados del 11 de septiembre. “Pero ninguno de nosotros es portador de la verdad, y la historia de la humanidad ha mostrado eso”.
Esas declaraciones por escrito fueron preparadas antes de la entrevista.
Mientras el gobierno de Trump encabeza a un grupo de unas 50 naciones que reconocieron en enero al dirigente opositor Juan Guaidó como el gobernante legítimo de Venezuela, Putin ha respaldado firmemente a Nicolás Maduro, enviándole aviones con personal militar y bloqueando en el Consejo de Seguridad de la ONU las condenas al gobierno venezolano.
En un discurso pronunciado esta semana para conmemorar el aniversario de la desastrosa invasión de Cuba organizada por la CIA en 1961 con exiliados opuestos a la revolución de Fidel Castro, Bolton le advirtió a Rusia que no desplegara activos militares para apoyar a Maduro porque, dijo, esas acciones violan la Doctrina Monroe.
Lo que Estados Unidos considera un apoyo desestabilizador de Rusia a Maduro alcanzó un punto álgido en diciembre, cuando dos bombarderos capaces de transportar armas nucleares aterrizaron en Caracas. Después, el mes pasado, docenas de militares llegaron para dar servicio a los cazas Sukhoi y a un sistema de misiles S-300.
Zaemskiy dijo que esa cooperación militar está estrictamente apegada a derecho y tiene lugar desde hace años, desde que Estados Unidos prohibió en 2006 las ventas de armas al país sudamericano.
Sin embargo, el embajador señaló que la alianza ha adquirido mayor importancia frente a la insistencia del gobierno de Trump de que la “opción militar” continúa sobre la mesa para derrocar a Maduro.
Zaemskiy se abstuvo de precisar hasta dónde está dispuesta a llegar Rusia para impedir un eventual ataque de Estados Unidos, y sólo señaló que, como diplomático, él es optimista.
“Yo creo firmemente que al fin y al cabo la razón va a prevalecer y no va ocurrir ninguna tragedia”, agregó.
Zaemskiy, de voz suave y aficionado a la lectura, se especializó en América Latina desde que trabajaba para la Unión Soviética, y lo enviaron a Washington para el primero de dos periodos en Estados Unidos al término de la Guerra Fría.
Por su habilidad con el español y el inglés, en septiembre de 2000 el diplomático tomó notas en la ONU cuando Hugo Chávez, mentor y antecesor de Maduro, se reunió con Putin por primera vez. Zaemskiy dijo recordar que Chávez abordó con Putin, que estaba recién elegido, la necesidad de subir los precios del petróleo, que estaban entonces en su nivel más bajo en tres décadas. Las dos potencias petroleras cimentaron gradualmente una alianza política, militar y económica en los años siguientes, en los que los precios del crudo alcanzaron niveles históricos que enriquecieron a ambas naciones.
Los diplomáticos occidentales describen a Zaemskiy como un interlocutor astuto y afable al que incluso los diplomáticos estadounidenses y líderes de la oposición consultan. Es también el decano de los diplomáticos extranjeros en la disminuida comunidad diplomática de Caracas, habiendo presentado sus credenciales en septiembre de 2009, pocas semanas antes de que lo hiciera el embajador Rogelio Polanco, de Cuba, otro firme aliado de Venezuela.
La embajada rusa pintada de color aguamarina, que es también la residencia de Zaemskiy, es una mansión que data de mediados del siglo pasado y fue comprada en la década de 1970 a un rico coronel militar entrenado en Estados Unidos. Se ubica en una zona debajo de donde está la embajada estadounidense, en cuya asta no ondea ya la bandera norteamericana desde que los últimos diplomáticos de ese país se fueron el mes pasado en medio de la disputa con Maduro por el reconocimiento de la misión diplomática a Guaidó.
El embajador reconoció que, debido a la hiperinflación y escasez de muchos artículos, Venezuela enfrenta una situación “muy difícil”. Igual que Maduro, Zaemskiy responsabilizó de la situación a las sanciones estadounidenses, así como a las restricciones locales a la inversión privada.
La primera vez que estuvo en Venezuela fue como oficial de protocolo de 1976 a 1979, cuando la construcción de modernos rascacielos financiada con la gran captación de dólares por exportaciones petroleras transformaron el horizonte urbano de Caracas, aun cuando muchos habitantes en las afueras de la capital vivían, según él, en un estado semifeudal. Zaemskiy dijo que el legado de la revolución económica y política de Chávez, que «restauró la dignidad de los pobres», se mantiene intacto.
“Veo perfectamente bien que en los últimos años la situación económica en el país se ha deteriorado bastante”, apuntó. “Yo creo que el camino que deberían transitar aquí es abrir más posibilidades para el sector privado del país, porque sigue jugando un papel muy importante en la vida de Venezuela, y deberían tener la posibilidad de demostrar eso”, afirmó el embajador, una aparente crítica velada a las constantes restricciones de Maduro a la iniciativa privada.
Para superar el actual estancamiento, Zaemskiy propuso algo que los enemigos del gobierno han rechazado a la fecha: dejar atrás el pasado e iniciar negociaciones, quizá con la mediación del Vaticano o las Naciones Unidas.
Estados Unidos y la oposición insisten en que los intentos de diálogo previos sólo han suministrado a Maduro el oxígeno político que tanto necesita sin que hayan redituado progreso alguno.
“La falta de confianza es un problema de ambos lados. Por eso digo que deberían inventar, deberían pensar conjuntamente en unos enfoques innovativos (innovadores) que les creen la seguridad que este proceso, que tiene que ser empezado por ambos lados, sea de satisfacción tanto de unos como de otros”, apuntó. “Simplemente rechazar la posibilidad del diálogo, rechazar la posibilidad de una negación y repetir que el único camino es el ‘cese de la usurpación’, como lo dicen los líderes de la oposición, no lleva a ninguna parte”.
A pesar de esa exhibición de gran asistencia a Maduro, hay quienes cuestionan la solidez del apoyo de Moscú.
Rusia es un importante inversionista en la industria petrolera de Venezuela, pero esos intereses están en peligro desde que el gobierno de Trump impuso en enero sanciones a la gigante estatal PDVSA y a un banco con sede en Moscú por facilitar las transacciones de la compañía. Al tiempo que PDVSA mudaba el mes pasado su sede europea de Lisboa a Moscú, Gazprombank dijo que se retiraba de una empresa conjunta con la petrolera venezolana, según medios estatales rusos.
“El principal valor de la asociación de Rusia con el Chavismo es el desafío que supone a las opciones de Estados Unidos en lo que éste considera su patio trasero”, dijo Ivan Briscoe, director para Latinoamérica del Crisis Group, un centro de estudios con sede en Bruselas.
“Dicho esto, la diplomacia rusa es más que realista. Ellos están conscientes de que Venezuela está cayendo en un abismo económico de consecuencias humanitarias trágicas. Cuando llegue el momento y las tensiones estén a su máximo, posiblemente ayuden a negociar una solución, pero con la vista puesta en pasar la factura más alta que les sea posible”, agregó.