Pero en una sola decisión, el presidente Donald Trump pudo haber deshecho esos tres objetivos.
El mandatario ordenó el retiro de las tropas estadounidenses del norte de Siria ante la invasión turca contra las fuerzas kurdas que lideraron una campaña contra el EI y que bajo la protección de Estados Unidos disfrutaron de autonomía.
Los kurdos se acercaron al régimen de Assad -aliado de Irán y Rusia- para volver a desplegarse por primera vez en años en el norte de Siria y enfrentar a Turquía, que busca eliminar una fuerza que vincula a los separatistas kurdos en su país
Trump, un escéptico de los compromisos militares de Estados Unidos en el extranjero, ya había declarado el retiro de Siria en diciembre pero luego dio marcha atrás, aunque pareció mostrarse convencido durante una llamada telefónica el 6 de octubre con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
«Ahora nos enfrentamos a una situación que se podría haber previsto en diciembre, pero que se está manejando de tal manera que está teniendo las peores consecuencias que uno podía temer», dijo Robert Malley, presidente de International Crisis Group, que estudia la resolución de conflictos.
«Impacto en la credibilidad»
Elizabeth Dent, una académica del Instituto de Oriente Medio que se desempeñó como asistente especial del enviado de Washington para enfrentar al EI, observó riesgos de un resurgimiento de los extremistas y que Estados Unidos pudo haberse preparado con anticipación.
«Si Estados Unidos hubiera planeado una retirada más formal, podríamos haber asegurado que los detenidos estuvieran debidamente protegidos antes de retirar las fuerzas», dijo.
La experta puso en duda que la retirada en sí misma acarree consecuencias a largo plazo para Estados Unidos en Oriente Medio, al considerar que tanto Rusia como Irán han tenido históricamente lazos más estrechos con Siria, mientras Washington es más activo en otros lugares.
«Pero la forma en que se tomó la decisión -abrupta, sin planificación, con una óptica de que Estados Unidos fue removido a la fuerza o cediendo a las demandas turcas, y un abandono de nuestra fuerza aliada- ciertamente tendrá un impacto en la credibilidad y confiabilidad de Estados Unidos en los años venideros», dijo.
Agregó que es sólo cuestión de tiempo antes de que Asad, que ha triunfado militarmente en gran parte del país, llegue a un acuerdo con las Fuerzas Democráticas Sirias, lideradas por los kurdos.
El ex presidente Barack Obama (2009-2017) había llamado a una salida de Asad, pero más recientemente Estados Unidos despersonalizó su posición, y pidió en cambio un proceso político inclusivo para poner fin a una de las guerras más devastadoras de la historia reciente, con más de 370.000 muertos y millones de desplazados.
El gobierno de Obama se alió con los kurdos para luchar contra el EI tras considerar que los rebeldes sirios no eran lo suficientemente moderados o creíbles como para apoyarlos.
EEUU confundido
«Estados Unidos siempre ha estado confundido sobre lo que está haciendo en Siria. Infló las expectativas de los kurdos mucho más allá de lo que podía ofrecer», dijo Joshua Landis, un experto en Siria de la Universidad de Oklahoma.
«Estados Unidos nunca iba a permanecer en Siria en el largo plazo ni iba ayudar a establecer un estado cuasi independiente con los kurdos. Eso fue una quimera», agregó, señalando la amplia oposición en la región a las aspiraciones kurdas.
Trump advirtió este lunes que Estados Unidos no va a «librar otra guerra entre personas que están enfrentándose desde hace 200 años».
«¿Realmente creen que vamos a entrar a otra guerra contra Turquía que es miembro de la OTAN? Las guerras interminables terminarán», indicó el mandatario en Twitter.
Pero Landis considera que la credibilidad de Trum se desploma en Oriente Medio, mientras la del presidente ruso Vladimir Putin aumenta, porque «sienten que va a sacar a Estados Unidos» de la región y «los va a dejar solos».