Testimonio del ascenso al poder y primer mandato. Más que una rendición pública, el libro es un anecdotario íntimo desde su privilegiado ángulo como mandatario de los EEUU. Pone su foco en los momentos críticos que le tocó sortear. América Latina apenas aparece mencionada.
Las memorias de un presidente siempre revisten importancia. No tanto por la objetividad y neutralidad en el relato de los hechos, cosa de historiadores no de políticos, sino por ser un registro testimonial de quien estuvo en la primera línea, decidiendo y determinando el país y el mundo que hoy tenemos. No podía ser diferente con Barack Obama.
Luego de leer un documento de estas características, uno queda con la ilusión de que todos los presidentes deberían redactar sus memorias al final del mandato, tanto para el registro histórico del país como para los que seguirán en carrera.
Sin embargo, estas publicaciones son cada vez más un bicho raro, ejercicio de pocos.
Barack Obama, dos veces presidente de los Estados Unidos (2009-2017), esperó el desenlace de las elecciones generales de 2020, que, para alivio de la polarizada sociedad norteamericana, terminó en la elección del senador senior y ex vicepresidente, Joe Biden, ante un Donald Trump que fustigó a más no poder la institucionalidad democrática.
Este libro de 900 páginas (en la versión en español) nos ofrece una mirada panorámica sobre las razones del líder para construir su política, los antecedentes y caminos transitados para desembocar en un proyecto de país que tuvo interesantes niveles de popularidad y posicionaron a Obama como uno de los fenómenos comunicacionales más destacados en la política de principios de siglo.
Es un eslabón más de la larga tradición norteamericana con su particular retiro de la política activa de los expresidentes que pasan a manejar sus fundaciones, bibliotecas, museos, publicar memorias entre otras actividades que de una u otra manera influyen en el pensamiento colectivo.
La obra recoge nombres, datos y claves, relatos que ayudan a comprender las posiciones del gobierno y, cosa favorita en los políticos estadounidenses, un tupido anecdotario que salpica toda la obra para colorear la cronología de los hechos y argumentar los por qué del líder.
Citas citables
“Por su propia naturaleza, la presidencia modifica tus horizontes temporales. Los esfuerzos rara vez dan sus frutos de inmediato, la escala de la mayoría de los problemas que llegan a tu escritorio es demasiado grande y los factores en juego demasiado heterogéneos. Aprendes a medir tu progreso en pequeños pasos -cada uno de los cuales puede tardar meses con la certeza de que tu meta principal puede que tarde en cumplirse, si es que alguna vez se cumple, un año, o dos, o todo un mandato.” (p. 583)
El lector puede o no estar a favor de las políticas más resaltantes del gobierno Obama, de su postura ante la guerra, la política ambiental o la gestión de la crisis financiera con la que inició su paso por la Casa Blanca, pero en lo que sí muy seguramente estaremos de acuerdo, es que este libro, escrito por un demócrata respetuoso de las leyes, las instituciones y los códigos del sistema, significa un aporte valioso para motivar a las nuevas generaciones a creer en la democracia como la mejor forma de gobierno posible.
También derrama en repensar que es dentro de los partidos, a pesar de la divergencia interna y el arduo (a veces poco correspondido) trabajo de construir consensos, donde se articulan las ideas políticas que hacen de la civilización democrática el mayor patrimonio de la humanidad.
Hasta el «Yes we can»
En esta primera entrega, las memorias están divididas en siete partes: la primera dedicadas al principio de su vida, una mirada retrospectiva a la familia y a los primeros años de ese joven, digamos, “singular”: hijo de mujer de Kansas con un padre oriundo de Kenia, criado entre Hawai e Indonesia, con estudios en Harvard y que terminó haciendo carrera profesional y política en Chicago luego de haber vivido en Nueva York.
La segunda parte es una recopilación pasmosamente exhaustiva sobre la campaña presidencial y el famoso “Yes We Can”. El resto está dedicado a su llegada a la Presidencia, el armado de los equipos, emisarios, y nueva agenda familiar para adentrarse en una narración pormenorizada de las principales coyunturas y políticas impulsadas desde la crisis financiera de 2008, hasta el Obama Care (reforma del sistema de salud), las reformas en la educación, migración, participación de EEUU en Afganistán e Irak, la apuesta por marcar la agenda en el concierto multilateral, entre otras.
El mundo según Obama
Buena parte del libro contiene reflexiones sobre lo que pudo ser sin las políticas implementadas durante el primer gobierno Obama-Biden y valora el relacionamiento de EEUU con socios y no tan socios.
Incluso, destellos de sinceridad que en su presidencia no fueron lo común, porque la corrección política y la moderación en la retórica, fueron rasgo esencial.
En cuanto a su visión sobre los otros líderes mundiales con los que compartió época, el ex presidente no escatima en calificativos según sea el caso. Puntualiza su admiración por Angela Merkel y su carácter analítico, visión estratégica y “paciencia inquebrantable”.
En relación al francés Nicolás Sarkozy lo resume como “puro estallido emocional y retórica florida”, mientras que Vladimir Putin dice ser el “líder de lo que parecía más un sindicato criminal que un gobierno tradicional”.
Como es habitual en estos tiempos, su descripción sobre China es quizá uno de los aspectos más esperados del libro. Para ello una actitud más académica impulsa el relato: “si había una nación que podía acabar con la preeminencia global estadounidense, esa nación era China”.
Rescata la buena relación con el Reino Unido, la Reina Isabel II, el primer ministro Gordon Brown y su sucesor David Cameron. De la misma manera, defiende las coincidencias de Norteamérica con Israel, en un extenso comentario sobre el primer ministro de ese país, Benjamin Netanyahu.
El sudor del equilibrista
Los grupos de interés, las corporaciones, las diferentes limitaciones presupuestales aun en la nación más rica del planeta, la mordaz opinión pública acompañada por el matiz editorial de las grandes cadenas de medios y las agendas particulares de los congresistas de ambos partidos, tapizan de nudos casi todos los ítems del devenir del Ejecutivo estadounidense.
Obama recorre los desafíos diversos que debió sortear. Quizá esto sume al lector no tan involucrado en política es un ángulo distinto para comprender las diversas tensiones y ajedreces de la democracia.
Los pesos y contrapesos del sistema exigen el sudor del equilibrista para poder gobernar, y es ese sacrificio el que hace posible políticas inclusivas que resuelvan los retos que plantea el mundo moderno. No obstante, en «Una tierra prometida» hay una sensación de falta de autocrítica y exceso de justificación, por eso el examen histórico debe estar acompañado de diferentes comentaristas.
¿Premio Nobel? ¿Por qué?
En un pasaje, el ex presidente cuenta que el 9 de octubre de 2009 lo despertó un asesor a las 6 de la mañana para anunciarle que le habían otorgado el Premio Nobel de la Paz.
“¿Por qué?”, respondió. “… veía el galardón como una llamada a la acción, un medio para que el comité del Nobel diera impulso a causas para las cuales el liderazgo estadounidense era vital”.
La preocupación por el terrorismo, la globalización del radicalismo religioso y la posibilidad de que Internet se utilice para triangular esta combinación peligrosa, queda asentada como una angustia constante en los planes de seguridad de la primera potencia de Occidente cuando llegó este espaldarazo.
“El toque de silencio empezó a sonar de nuevo. Imaginé a soldados por todo Fort Hood preparándose afanosamente para su despliegue en Afganistán y la lucha contra los talibanes. Y no pude evitar preguntarme si la mayor amenaza podía encontrarse en otro lugar, no solo en Yemen o Somalia, sino también en la aterradora posibilidad de terroristas nacidos en EEUU, en la mente febril de hombres como Hasan y en un cibermundo sin fronteras cuyo alcance aún no comprendíamos del todo.” (p. 534).
Revisión de errores
También hay reconocimiento de los desaciertos de la política norteamericana. Una mención a la Operación Ajax realizada con efectividad para derrocar al gobierno de Irán a principios de los cincuenta es uno de los intentos de mea culpa sobre el pasado. Esta cita sobre ese episodio ayuda a sintetizar ese rasgo presente en buena parte de la obra:
“… Estableció un patrón típico de error de cálculo con parte de EEUU a la hora de relacionarse con países en desarrollo que duró toda la Guerra Fría: confundir las aspiraciones nacionales con tramas comunistas estableciendo una equivalencia entre intereses comerciales y seguridad nacional, subvirtiendo gobiernos democráticamente electos y alineándolos con dictadores cuando nos beneficiaba.” (p. 543)
La geopolítica es el aspecto más importante en la mirada hacia afuera. Tiene amplia extensión en la segunda mitad de las memorias, donde se registra el camino por el acuerdo nuclear con Irán, la primera visita a Rusia, la interacción con la ONU y las potencias dentro del Consejo de Seguridad, y la primera visita a China, un país que recuerda “al Gran Hermano de Orwell”, donde incluso el Presidente de EEUU es vigilado.
Estado responsable
Dos temas gruesos para la discusión: responsabilidad ante el medio ambiente y Estado regulador. Sobre el primero, Obama nos pone en situación sobre el liderazgo global a principios de los 2000 y su escasa preocupación sobre la protección ambiental.
“Siempre pensé que otra persona podría preocuparse por los árboles. Pero la realidad cada vez más ominosa del cambio climático me obligó a cambiar de perspectiva”.
En adelante, explica a grandes rasgos las líneas maestras de la reconversión energética y la adecuación normativa que experimentó EEUU, el principal público consumidor del mundo, para mitigar la “huella” humana.
En el segundo, la disposición a reformar y fortalecer el pool de agencias federales reguladoras, que tanta controversia generan con los republicanos, pero que no impide la acción del libre mercado. Con miras a que las personas puedan vivir más tranquilas, sabiendo que hay un Estado experto chequeando servicios, productos y comportamientos.
Obama es partidario de la existencia de un Estado fuerte y lo subraya. “Cuando se hacen bien las cosas, unos estándares regulatorios ambiciosos en la práctica espolean a las empresas a innovar”.
“Durante los últimos 30 años una gran proporción de votantes estadounidenses habían comprado la idea republicana de que el gobierno era un problema y de que las empresas sabían hacer mejor las cosas, y habían elegido a líderes que consideraban que su misión era destripar las regulaciones medioambientales, dejar morir de inanición los presupuestos de las agencias, denigrar a los funcionarios civiles y permitir que los contaminadores industriales hicieran lo que les diera la gana.” (p. 691).
América Latina
Buenos Aires, un destino. La Amazonía, algo que cuidar. México, el vecino del Sur. Sobre Cuba solo se mencionó el inconcluso intento de cerrar el centro penitenciario de Guantánamo. Lula, un presidente que ayudó a muchos pobres. Una visita al Cristo Redentor en medio de una cumbre en Río de Janeiro, y un par de líneas sobre una rápida estadía en Santiago de Chile.
Esta es la nula mención a Latinoamérica, una región de la que no especifica interés en hecho trascendental alguno, que mereciera un párrafo del ex presidente. Y, en honor a la verdad, no por falta de hechos trascendentales ocurridas en América Latina en su época.
En ese tiempo se profundizó la des-democratización de Venezuela y la alineación de la alianza bolivariana regional apuntalada por gobiernos de izquierda, ganaron influencia el autoritarismo y el populismo, Centroamérica vivió diversas crisis. En fin, la democracia pasó pruebas de fuego.
Más allá de la breve descripción sobre el proceso de aprobación de la Ley Dream para beneficiar con el otorgamiento de la ciudadanía a los jóvenes inmigrantes indocumentados (dreamers) que habían llegado a EEUU siendo niños, para el lector latino es un libro donde encontrará de todo menos algún vínculo con sus países.
Prioridades según Obama
De México, por ejemplo, no se menciona que también sufrió las consecuencias de la explosión de la plataforma Deepwater Horizon en 2010, que impactó el Golfo de ambas naciones con el vertido de millones de barriles de petróleo, dato omitido en el trepidante relato sobre la calamidad que significó gestionar la catástrofe ambiental.
Hacia el final del libro se da un repaso de la perspectiva estadounidense en clave de thriller policial sobre la democracia, la libertad y los derechos humanos en países-socios estratégicos, pero con muchas tareas pendientes en la materia.
Posibilidades que quedaron en el tintero, diluidas por la supremacía del interés geoestratégico en defensa e intercambio comercial. Arabia Saudí, Egipto y otros de Oriente próximo y África que no han transitado hacia la democracia liberal, son el foco de estas reflexiones. La Primavera Árabe, la intervención en Libia contra el régimen de Gadafi y la captura de Osama Bin Laden son los relatos de cierre.
Epílogo
Una recomendación para finalizar. Leer las memorias de un ex presidente es hacer una inmersión en el mundo de una persona que estuvo en lugares privilegiados para mirar el devenir de la historia, con información selecta, poder de decisión e influencia en el curso de la historia.
Un requisito mínimo e indispensable que mejora esta experiencia, es hacer repaso previo del antes y después del país que dirigió, con el objeto de comprender, en su justa dimensión, el período correspondiente. Es un testimonio valioso que, con un poco de contexto, nos permitirá evaluar su legado. Por los de hoy y por los que vienen mañana.
La publicación del informe sobre las técnicas de tortura aplicadas ha sido aplazado varias veces por el Senado de Estados Unidos debido a que la CIA se opone. Los premio Nobel esperan su exposición al público.
El fiscal general de Texas, Greg Abbott, anunció que siete nuevos estados se han sumado a la demanda presentada la semana pasada por otros 17 estados para tratar de frenar las acciones ejecutivas que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció hace unas semanas en materia de inmigración.
El acuerdo, por supuesto, tiene sus detractores, tanto en Estados Unidos como en otras partes del mundo, desde Israel hasta las monarquías sunitas del Golfo.