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La escuela en la radio: Fe y Alegría hace la tarea para educar a distancia

En un país con tantas deficiencias en el servicio eléctrico y de internet, con fallas estructurales en agua y gas, y sometido al confinamiento a partir de la pandemia, ¿cómo se puede pensar en la educación en casa de los niños y jóvenes de las clases populares? Por suerte, Fe y Alegría lo hizo y ajustó su señal de radio a los tiempos

Fe y Alegría
Miguel Artiles @miguel_artiles
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El viernes 13 de marzo después del recreo, por primera vez en el año escolar, veinte niños del primer grado de la Escuela “Virgen Niña” de Fe y Alegría pintaron con acuarela. Pinceles y pinturas se encontraron con manos y papeles en el estreno de los “Viernes de arte”. La curiosidad y la imaginación sonreían contemplando cómo los patuques creaban nuevos colores mientras la maestra Fabiana Duarte recibía la noticia: suspendidas las clases. Uno de sus niños la escuchó sin querer y la transmitió a todos de un solo aliento:

―¡Llegó el conoraviru! ¡Llegó el conoraviru!

Y se contagió la risa… Y la angustia.

Tras confirmarse los dos primeros casos de COVID-19 en Venezuela, se anunció en cadena nacional la suspensión de clases en todo el país a partir del lunes 16 de marzo. Una medida necesaria para evitar la propagación del virus. Pero el anuncio no indicó hasta cuándo ni cuáles serían los procedimientos para iniciar cualquier otra modalidad de estudio que no fuera asistiendo a la escuela.

¿Cómo educar a distancia? Sobre todo en sectores populares como Casalta, donde demasiadas casas iniciarían sin agua, sin alimentos, sin gas, sin electricidad permanente, sin cobertura telefónica constante, sin internet estable, sin datos móviles suficientes y sin materiales pedagógicos. La escuela sería en casa aunque la casa no estuviera lista para recibir a la escuela. Y mucho menos para quedarse en ella por una pandemia.

Sin condiciones para cambiar la educación popular presencial de manera automática, hasta “Virgen Niña”, la única escuela Fe y Alegría en el circuito 3 de Casalta, debía lograrlo por sus 377 estudiantes. Y eso con apenas nueve maestros de aula. Una complicación más en plena crisis educativa compleja que afecta a las a las 176 escuelas de Fe y Alegría y sus más de 97.000 estudiantes pertenecientes al 80% de pobreza en el país.

Fe y Alegría

Fotos: Miguel Artiles @miguel_artiles

Una vez más, el movimiento de educación popular y transformación social creado en Venezuela hace 65 años y replicado en 22 países del mundo debía reajustarse para seguir propiciando cierta igualdad de condiciones y oportunidades educativas, según lo establece el artículo 103 de la Constitución venezolana.

Esto, no solo a través de su red de escuelas, sino desde su centro de formación e investigación, centros de capacitación laboral, institutos universitarios e instituto radiofónico. La realidad se impuso.

Tarea para la casa

En la primera semana de cuarentena, sin mayores instrucciones a maestros, padres y estudiantes, inició la transmisión de los programas educativos Cada Familia, Una Escuela planteados por el Ministerio de Educación como plan de contingencia. Los programas fueron transmitidos en sus inicios por el canal del Estado, Venezolana de Televisión (VTV) y actualmente a través de otra televisora oficial, Vive TV. En sus dos primeras semanas, el programa televisivo recibió opiniones positivas por parte de las autoridades educativas del gobierno de Nicolás Maduro.

Sin embargo, para el cierre de marzo, el informe del Observatorio Educativo de Venezuela advirtió sobre el programa ministerial: “hasta el momento, consiste en el traslado a las familias, de la responsabilidad de facilitar el aprendizaje, sin proveer suficientes y adecuados recursos para ello, ‘acompañados’ por un programa de televisión de 45 minutos de duración, en el que se presentan ‘pautas’ para todos los niveles de educación básica, incorporando, adicionalmente, un segmento de educación especial. Y esperando que, en los casos en los que sea posible, es decir, que no estén afectados, por las precarias condiciones de comunicación, familias, estudiantes y docentes, puedan comunicarse de forma complementaria, por correo electrónico, chats o mensajes de texto”.

Agrega Carlos Calatrava, jefe del Departamento de Ciencias Pedagógicas y Filosofía de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello: “Cada Familia, Una Escuela partió teniendo como premisa la capacidad instalada de los medios de comunicación en manos de la administración pública, así como los recursos de la Fundación Bolivariana de Informática y Telemática (Fundabit), Colombeia TV y otros aportes de la Dirección de Tecnología Educativa del propio Ministerio de Educación”.

Pero otras premisas determinantes no fueron consideradas: no en todos los hogares del país hay televisor. De haberlo, no a todos les llega la señal. De tener televisor y señal, no necesariamente hay electricidad en las horas de transmisión del programa. De contar con todas estas herramientas, no en todas las familias hay alguien que posea los conocimientos para acompañar los aprendizajes y no todos los docentes están preparados para desarrollar las actividades personalizadas propias de la educación a distancia.

Recuerda la maestra Fabiana: “En la primera semana de la cuarentena cada una de mis docentes diseñó y envió hojas de actividades para que los niños tuvieran algo que hacer mientras esperaban los lineamientos de la Dirección Nacional de Escuelas Fe y Alegría”.

Fe y Alegría

El programa de televisión también fue sugerido por las maestras como parte de las actividades escolares, pero no bien recibido por los padres: “¡Yo ya no voy a ver eso! ¡Eso no tiene coherencia! ¡Estamos en cuarentena y mandan al niño a ir pa´ casa del vecino!” ―dijo una mamá a la maestra.

Cada Familia, Una Escuela, siendo una buena idea, cayó en una mala ejecución. Los docentes de las teleclases demuestran falta de preparación, improvisación, ausencia de diseños instruccionales anclados en el diseño curricular oficial, así como la sobre explotación de COVID-19 como tema de aprendizaje. Esta es su principal falla y limitación”, evalúa Calatrava.

Con tanto en contra, muchos papás de la comunidad educativa de “Virgen Niña” prefirieron esperar el plan de contingencia de Fe y Alegría.

¿Pero cómo se hace la tarea?

El lunes 23 de marzo, una semana después del inicio de la escuela en casa, la primera guía de estudio semanal de Fe y Alegría llegó a los maestros. En realidad a unos pocos, por WhatsApp, correo electrónico, redes sociales, incluso blogs. Según el informe Análisis estadístico de la ejecución del plan de contingencia de Educación a distancia ante el covid-19 del Programa Escuelas Fe y Alegría, apenas 61% de los maestros estaba activo y solo 44% de los estudiantes estaba siendo atendido.

“Pensábamos que solamente con enviar las guías en digital íbamos a lograr llegar y no fue suficiente. Hemos tenido que pensar en al menos cuatro formas distintas de hacerlas llegar. Algunos de nuestros docentes no tienen ni computadora, ni conectividad, ni teléfono. Pero la capacidad que hemos desarrollado generando alternativas es un entrenamiento que ya tenemos: cómo pensar siempre en llegar a ese que menos posibilidades tiene” ―explica Dosmary Díaz, miembro del equipo pedagógico para la producción de guías.

Además de la tradición, la experiencia más reciente de los apagones eléctricos nacionales en marzo y abril del 2019 dejaron lecciones de cómo seguir la escuela en casa durante otra emergencia. La primera: los conocimientos esenciales deben priorizarse según el contexto. La segunda: un plan de contingencia debe ser integral, articulado, masivo y viable considerando las posibilidades reales de cada escuela para que pueda ser ejecutado sin tantos tropiezos.

Claro que el plan tras el apagón fue ejecutado para recuperar un mes de clases presenciales perdidas sin que esto significara una vuelta masiva a las aulas dada a la escasez de efectivo, transporte público, gasolina y costos del pasaje del transporte que ya para entonces entorpecían llegar a la escuela. Ahora el plan de contingencia durante la pandemia sería por los cuatro meses restantes para cerrar el año escolar una vez ratificada la suspensión de clases presenciales el martes 7 de abril.

Por eso, la radio-escuela.

“El Instituto Radiofónico Fe y Alegría va a cumplir 45 años y ha ido cambiando desde hace unos 16. Nuestro modelo se fue agotando en el contexto venezolano, porque el consumo de la radio ha decaído mucho, pero ante nuestra crisis, la radio volvió a tomar un rango importante como herramienta educativa posibilitada de llegar a las casas. En esta coyuntura, creo que es una oportunidad para reafirmar un proyecto educativo en el país” ―explica Luis Sánchez, director del Irfa.

Fe y Alegría la hizo

Una de las críticas al plan educativo ministerial durante la pandemia sigue siendo no considerar las escasas experiencias previas en educación a distancia desarrolladas en Venezuela, específicamente, la del modelo educativo semi-presencial del Irfa para adultos desescolarizados en zonas rurales. Desde la primera semana de cuarentena, el modelo fue adaptado en conjunto con la Dirección Nacional de Escuelas Fe y Alegría para producir el programa radial La escuela en la radio con los contenidos más relevantes de las guías semanales.

Por primera vez, se haría un programa para la educación formal de los niños de preescolar y primaria.

Cuenta Sánchez: “Arrancó el 30 de marzo, porque veíamos que la cuarentena iba a ser un proceso largo y que posiblemente nos iba a llevar lo que quedaba de año escolar. El programa fue pensado, inicialmente, para atender y acompañar la dinámica educativa. Hemos tenido claro que es un complemento al proceso de enseñanza que va desarrollando la escuela mediado con los padres y los maestros”.

La Radio Fe y Alegría también creó podcasts para la prevención de la COVID-19 y el acompañamiento psicosocial y espiritual necesario en la distancia para mantener la Escuela para Padres de cada colegio.

“Hay que decir algo: lo lógico es que el gobierno tuviera un plan de frecuencia en FM y AM para educación y que Radio Fe y Alegría entrara allí. El gobierno arrancó una FM que dependía del Ministerio de Educación y luego la intercambió con Radio Nacional de Venezuela, y esa frecuencia la tomó una radio juvenil que nadie oye porque básicamente es un panfleto chavista. Entonces, la radio educativa pasó a ser el dial AM del antiguo canal clásico de Radio Nacional de Venezuela y eso está fuera del aire, y nadie se acuerda. Eso debería estar al aire y más en este momento” ―explica Fran Monroy, periodista especializado en tecnología.

Para sus frecuencias FM y AM, el programa de Fe y Alegría “se hace desde todos los puntos geográficos: todo el equipo de escuelas está en Caracas. Una profesora que graba está en Maturín, otra en Barquisimeto, otra en Petare y la que se encarga de unir todo el programa, que normalmente trabaja en Guasdualito, está en Arauca, Colombia, se quedó atrapada allá por la cuarentena. El productor del programa está en El Tigre” ―cuenta Sánchez.

Pero la escuela se quedó en la radio y no llegó a Casalta.

“¡Mis mamás y mis niños no escucharon el programa la primera semana!” ―dice la maestra Fabiana. La comunidad educativa de “Virgen Niña” apenas seguía organizándose para recibir la guía de la segunda semana. Les explicaron que La escuela en la radio era un complemento necesario y una tarea más que hacer sin tener claro cómo es eso de que la radio también iba a dar clases y no musiquita para las fiestas y las labores domésticas.

Fe y Alegría

Para la última semana de abril, otra fue la realidad. Según el monitoreo semanal de Fe y Alegría, “Virgen Niña” reportó 38 radioescuchas entre las 258 familias que conforman la comunidad educativa. Fue el colegio que más sintonizó el programa en la zona Caracas-La Guaira tras un mes de transmisión.

“El programa La escuela en la radio de Fe y Alegría tiene un trípode: el medio para divulgación más allá de la clase presencial, los contenidos adaptados a los recursos que tienen y el concepto claro de lo que están haciendo. Por eso sigue siendo efectivo. Además, es el más costo-eficiente, más interesante y más inteligente para transmitir conocimiento a distancia sin implicar costos importantes para el receptor de la educación” ―evalúa Monroy.

Todos hacen la tarea

“Escuchar el programa es tooodooo un proceso… ¡A veces me lo tengo que sentar en las piernas para que preste atención al programa!” ―cuenta Zulay Ramírez, mamá de Armando (7 años), quien con apenas dos salidas desde el confinamiento, ha dejado de ser uno de los niños tranquilos del salón.

Según el estricto sistema educativo materno de este hogar en el bloque 15 de Casalta III, las guías se hacen en la mañana y las actividades de refuerzo escolar en las tardes después del almuerzo. Luego de dos horas de Play Station, inicia la clase radial viendo la corneta del equipo de sonido. Explica Zulay: “Yo me tengo que poner con él para que él haga los ejercicios, porque no los va a hacer solito”.

Así que mamá e hijo han hecho el juego de la mosca en la cara para relajar tensiones, sobre todo las de mamá. Entonces, ríen y espantar a la mosca se vuelve una experiencia de la felicidad. El juego del espejo logra que Armando se concentre para las actividades de refuerzo que corresponden a su grado, pero que no se anima a hacer.

“Nosotros solamente escuchamos, no lo quiero forzar así. Ya es mucho, es fuerte” ―dice Zulay.

Lo que más le gusta a Armando es “la canción del agua”, porque aprendió que cada vez que salga por las tuberías, hay que lavarse las manos “pa´quitarse el coronaviru”, mientras que «la canción del cuerpo» trae de vuelta una lección que había quedado confinada en alguna parte de su memoria: cantando y bailando también se aprende y nunca se olvida lo aprendido. Claro que el bochinche espontáneo no es tan divertido como ver «El Chavo», programa por el cual Armando pide a su mamá un recreo como en la escuela y más ahora cuando su rutina es “tarea, más tarea, pura tarea”.

La experiencia de Armando da cuenta de una de las mayores interrogantes de la educación a distancia a través de la radio en la Venezuela actual: ¿volver al modelo radiofónico es retroceso?

“No, la radio sigue siendo un eje importante y puede ser el eje transversal donde junto con una estrategia 360, transmedia, puedes generar mejores resultados” ―opina Monroy, porque los aprendizajes de la educación por radio no derivan tan solo de escucharla, sino por la combinación de diversos métodos tanto para los docentes como para los padres y estudiantes.

En el bloque 4 de Casalta III, viven Franyelis (6 años) y 11 familiares más. En el cuarto de papá, mamá, hermano, hermanita y Franyelis, también hay espacio para la fantasía que propone la radio desde la laptop familiar siempre que internet funcione en las tardes.

Franyelis atraviesa los charcos propuestos en esta aventura del conocimiento. Yesenia Carreño, su mamá, la acompaña mientras trata de dormir a su hija menor. Para este ejercicio, a Franyelis no le hace falta imaginar, sino recordar otras prácticas: desde hace más de año y medio el agua no llega por las tuberías, sino por tobos que salen a llenar en casas de vecinos del sector y van mojando el jardín encantado que se le ocurre a la niña.

“Somos nuevas escuchando el programa, no lo escuchamos todas las semanas porque a veces el internet está lento, no abre o se cae… El programa tiene pasos más dinámicos. Ella se alegra y me dice: Ay sí, mamá, esto es así, se hace así o lo dice como yo lo hice” ―cuenta Yesenia.

Volver a la educación radiofónica de la que habla Monroy, es hacerlo “amparada también en el formato podcast, de streaming, de consumo posterior, de consumo a la carta, de audio on-demand” no solo como tendencias comunicacionales, sino como la posibilidad asincrónica de escuchar la radio, sobre todo en Casalta, un barrio en el país que para el cierre de marzo y abril ocupó el penúltimo lugar en el ranking global de conectividad de SpeedTest, tanto en conexiones fijas como móviles.

Mientras Franyelis brinca los charcos, la Radio Fe y Alegría supera obstáculos más resbaladizos tan solo para que la escuela logre salir a las casas: seis emisoras se encuentran desactivadas por averías o pérdidas de equipos derivadas de las constantes fallas eléctricas o debido a la falta de celeridad en el debido proceso por parte de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), el ente regulador del espectro radiofónico.

“Pero el programa se transmite con emisoras aliadas, en lugares donde no tenemos radio y aunque no haya escuelas Fe y Alegría. Seguimos trabajando para encender nuestras emisoras con nuestros proyectos técnicos a nivel nacional. Nos daría oportunidad para llegar a 200 municipios de los 335 que tiene Venezuela” ―explica Luis Sánchez.

Porque cuando el acceso a la educación se va quedando atrás y se encara una demanda educativa sin precedentes, toca repasar y mantener todo aquello que en algún momento hizo salir adelante, incluso intentar educar a niños por radio en un país donde las plataformas tecnológicas avanzaron en algún momento, pero sin llegar muy lejos.

Así, con guías, radio y todas las vías posibles, para el cierre de mayo, 90% de los maestros de Fe y Alegría ejerce sus labores y 75% de los estudiantes está siendo atendido.

“No podemos decir que vamos a llegar a un 100%. Sabemos que cuando llamen a clases presenciales, vamos a tener un grupo de estudiantes al que no le llegamos nunca. Frente a eso también estamos evaluando qué vamos a hacer” ―reconoce Díaz.

“Todo esto es un compromiso con estos chamos, pero la radio todavía no es un hábito para mis niños, no están acostumbrados a escuchar, aunque sean tranquilitos. Es un proceso completamente diferente para ellos”, explica la maestra Fabiana.

Además, se trata de un proceso que sigue buscando encajar en un modelo educativo en el cual la presencia es necesaria e insustituible para velar por el derecho a la educación hasta en esas escuelitas que, como a “Virgen Niña”, les llegó la pandemia cuando la emergencia humanitaria compleja ya poco dejaba respirar y aún les falta un mes para culminar este año escolar.

Este artículo hace parte de la serie de publicaciones resultado de la Beca de periodismo de soluciones de la Fundación Gabo y las Solutions Journalism Network gracias al apoyo de la Tinker Foundation, instituciones que promueven el uso del periodismo de soluciones en Latinoamérica.

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