Migración

Omar Alarcón luce en Melbourne su camiseta de los Leones del Caracas

Australia se convirtió en el nuevo hogar de Omar, quien junto a su esposa y dos hijas se fue a la Melbourne en 2009. Dos años después esta ciudad fue nombrada como la mejor ciudad para vivir en todo el mundo

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Omar Alarcón, ingeniero venezolano nacido en Caracas, viajó más de 15.000 kilómetros cuando decidió establecerse en Melbourne, Australia. Era el año 2009 y sabía que al hacer aquel inmenso viaje, con su esposa, ya no habría vuelta atrás. Comenzaba una nueva vida.

Después de 13 años de haber llegado a Australia, un país donde no es común el béisbol, Omar luce su camiseta de los Leones del Caracas. “Es una manera de mantener un hilo emocional que me conecta con Venezuela”, me comentó cuando lo entrevisté hace ya medio año para la serie de Radio Migrante, en donde estamos recopilando testimonios y anécdotas de venezolanos en distintos puntos del planeta.

Aunque no conocía Australia, este destino había tentado ya décadas atrás a la familia Alarcón. El papá de Omar recibió una oferta que declinó entonces por razones familiares. “Yo me quedé con la espinita y decidí migrar sin haber venido antes”, nos comenta.

Omar, con su esposa, dos hijos nacidos en Australia y otros familiares que se han ido asentando allá, ha formado una suerte de manada familiar en Melbourne, ubicada al sur del país y capital de la nación hace un siglo. En 2011, dos años después de que él llegase allí, Melbourne fue escogida como la mejor ciudad para vivir de todo el mundo.

“Llegué a Australia con cinco maletas y muchos sueños. Con ganas de hacer una vida nueva”, dice este caraqueño cuya venezolanidad contagiosa parece traspasar la llamada que sostuvimos vía WhatsApp. Recuerda que hacia 2006-2007 empezó a evaluar seriamente la opción de emigrar, y fue el primero de su familia que lo hizo, ya luego otros siguieron su mismo camino.

“Llegué acá sin conocer a nadie. El primo de una persona que estudió conmigo en la universidad me orientó. Sin embargo, al mudarnos quedamos viviendo a una cuadra donde vivía una venezolana y a cinco cuadras vivía otro. Ellos fueron clave para formar la familia que hemos construido acá”, me dice cuando le preguntó sobre su interacción con otros venezolanos en aquellas tierras.

Hace siete años, por allá por 2015, tuvo consciencia de que se estaba constituyendo una comunidad importante de venezolanos en Melbourne. A un show humorístico con Emilio Lovera y Amílcar Rivero asistieron unos 400 venezolanos y estamos hablando de hace siete años, cuando aún no se registraba el éxodo masivo que vendría precisamente a partir de aquel 2015.

Omar se siente afortunado dado que los australianos son muy abiertos a otras culturas. El 30% de la población está formada por personas que nacieron fuera o son hijos de padres extranjeros. Es normal, me dice, que en el campo laboral te encuentres con esto: en un equipo de trabajo de cuatro personas, tres son australianos y uno es extranjero.

Las arepas son una comida típica de los domingos en la familia Alarcón en suelo australiano. También hacemos arepas andinas de trigo porque mis padres son de Mérida, acota. En este tiempo de presencia numerosa de venezolanos en distintos puntos, es más fácil acceder a la harina de maíz para hacer arepas, un asunto que era mucho más complicado cuando llegaron en 2009.

“La hallaca es impelable en diciembre. Ya sabes el trabajo que conlleva a hacer hallacas, pero nosotros lo vemos como un punto de encuentro con amigos y familiares, también le damos un mensaje a nuestros hijos que no vivieron las navidades venezolanas”, sintetiza.

Con dos hijos de 9 y 7 años, ambos nacidos en Australia, y un sobrino igualmente australiano, Omar resume de esta forma la metamorfosis que vive su familia: “Mi mamá jamás imaginó que tres de sus cuatro nietos fuesen a nacer aquí, en esta isla tan lejana”.

Se define como un gran fanático del béisbol y es un hincha de los Leones del Caracas. Para su sorpresa, si bien nuestro deporte rey es prácticamente desconocido en Australia, en Melbourne se ha encontrado con un gran numero de escuelas de béisbol menor. Estas escuelas han sido fundadas e impulsadas por migrantes japoneses, italianos y hasta coreanos.

“Existe una liga profesional de béisbol, cuenta con seis equipos, y en un juego se pueden reunir unas 1000 personas”, me explica.

Pero su pasión es seguir la temporada venezolana: “Aquí todavía escucho los juegos, son en la mañana para mí por la diferencia horaria, pero hago lo posible por seguirlos”. Para él, es una manera de seguir conectado a su país, Venezuela.

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