Espectáculos

"Night Stalker": es temporada de asesinos en Netflix

Richard Ramírez es uno de los criminales más aterradores y peligrosos de la historia de EEUU. Netflix presenta su historia en los cuatro capítulos de "Night Stalker: La caza de un asesino en serie", de Tiller Russell, en la que muestra la terrorífica temporada de asesinatos que protagonizó y su impacto en la cultura pop

Night Stalker
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El 16 de Octubre de 1888, George Lusk —presidente del llamado Whitechapel Vigilance Committee— recibió un paquete con destinatario desconocido. Hasta entonces, el grupo formado por ciudadanos comunes que intentaban dar con la identidad de Jack el Destripador había tenido poca repercusión real. Pero cuando Lusk abrió el paquete encontró la mitad de un riñón además de una carta manuscrita en la que se podía leer:

Desde el infierno

Mr Lusk
Señor
Os envío la mitad del
riñón que tomé de una mujer
la preservé para vosotros. La otra pieza
la freí y la comí, fue muy agradable.
Quizá os envíe el ensangrentado cuchillo
que lo saco si sólo aguardáis un poco
más.
firma
Atrapadme cuando
Podáis.
Mishter Lusk sic.

El remitente se identificó como el autor de los crímenes de Whitechapel (sin utilizar el nombre Jack El Destripador, ya popularizado por la prensa) y diferencia de las otras misivas que Scotland Yard había recibido desde que los atroces crímenes comenzaron, la que Lust sostuvo entre sus manos tenía un estilo pobre y con notorios errores ortográficos.

Pero fue esa carta (la única que la policía tomó por cierta y la única que parecía serlo), la que abrió las puertas a un fenómeno imprevisible, inquietante y poderoso que aun goza de buena salud. Para Londres, se trataba de otra pieza desordenada en el rompecabezas del violento criminal que medraba en sus calles. Para la historia Occidental, se trató del primer paso hacia una mirada obsesionada con la violencia y la muerte que se perpetúa hasta hoy.

Jack el Destripador medró en las calles de Londres y redefinió los límites de la cultura de la violencia. Se trata del asesino más notorio de la historia de la criminología y cuya identidad continúa siendo un misterio: con los crímenes perpetrados por Jack El Destripador, la cultura del miedo adquirió un nuevo matiz y fuerza, para convertirse en una expresión de la oscuridad de la conciencia colectiva.

El mismo asesino pareció imaginar el alcance que en el futuro tendrían sus asesinatos: envió notas manuscritas, dejó pintas en las paredes y al final, el mero interés obsesivo de la prensa por los asesinatos que cometió lo convirtieron en una celebridad pública. La incapacidad de la polícia de su época -y la de las décadas posteriores- para descubrir su identidad, provocó en la Londres de finales del siglo XIX una conmoción y curiosidad retorcida difícil de explicar. Una estela que aun es perceptible y poderosa en la actualidad.

Netflix, criminal

La fascinación por los asesinatos y la violencia no es reciente, pero nunca ha tenido tanto auge como en las últimas décadas. Después de todo, aunque el término se acuñó en la década de los 70 —a raíz de la cobertura mediática de los asesinatos cometidos por Ted Bundy y David Berkowitz—, el interés morboso por los asesinatos y quienes lo cometen abarca buena parte de la historia occidental.

Para la cultura estadounidense en especial, los crímenes cometidos por Bundy y Berkowitz mostraron otro rostro del ciudadano común, pero sobre todo el terror ciego y la mayoría de las veces invisible que se esconde en lo cotidiano. Para los criminalistas y criminólogos, ambos asesinos demostraban la hasta entonces abstracta teoría del asesinato con método: una obsesión psicópata que convertía cada muerte en una declaración de intenciones. De pronto, la sociedad norteamericana se encontró al borde de una visión sobre la violencia totalmente insólita que condicionó su comprensión sobre el miedo colectivo. La denominación parecía mostrar un nuevo rostro —temible e inquietante— de la sociedad y también de sus terrores y dolores.

Quizás por ese motivo, el director Tiller Russell, encargado de llevar la historia del asesino Richard Ramírez a la pantalla de Netflix en «Night Stalker», admitió para Metro.co.uk, que le llevó esfuerzos reunir, editar y sobre todo decidir qué material formaría parte del argumento que llegaría a la plataforma.

Y su incomodidad es comprensible: Ramírez, considerado uno de los tres criminales más peligrosos de la historia estadounidense, es todavía y a casi una década de su muerte, un personaje controvertido. Cuando todavía el término “serial killer” no se había convertido en parte de una siniestra obsesión pop, Ramírez encarnó la esencia de lo inexplicable de una serie de violaciones y crímenes violentos que llevaron el pánico a la Costa Oeste y luego al resto del país.

Night Stalker

A diferencia de Jack el Destripador, finalmente fue atrapado. Y entonces Ramírez se convirtió en una figura inclasificable, que aparecía a las audiencias de su juicio con anteojos oscuros y ofrecía entrevistas en las que se explayaba en detalles sangrientos. “Amaba la popularidad y el reconocimiento que suscitaron los crímenes de los cuales se le acusaba” cuenta Russell “y parte de eso, forma parte del aura escalofriante que le rodea”.

“Night Stalker”, de Netflix, intenta no solo narrar lo acontecido durante el reinado de terror de Ramírez, sino brindar un recorrido pormenorizado a través de la serie de crímenes que cometió. La producción toma la decisión de analizar el caso con detalles explícitos, en lo que Russell admite fue una forma de destruir la imagen de “celebridad” que casi por accidente Ramírez construyó para sí durante su juicio.

La serie incluye desde descripciones forenses específicas de escenarios del crimen, hasta el testimonio de una de sus víctimas, secuestrada y violada a los seis años de edad y cuyo relato fue de importancia capital para condenar a Ramírez. No obstante, más allá del morbo, “Night Stalker” es un recorrido a los esfuerzos de la policía y el sistema legal norteamericano por intentar detener a un asesino en mitad de una época en la que carecían de recursos para hacerlo.

Uno de los detalles que más sorprende y que analiza con mayor profundidad la serie “Night Stalker”, es la forma en la que Ramírez fue embellecido por la atención mediática y convertido en una celebridad siniestra. Su imagen se convirtió en aglutinante de una corte de seguidores, mucho más, cuando Ramírez insistió en que había cometido la mayoría de sus asesinatos y asaltos por influencia de “Satán”.

La actitud violenta, despreocupada y sin remordimientos del asesino se acentuó cuando buena parte de la prensa de la época, le entrevistó y le fotografió a la manera de una estrella de rock. En medio del juicio, que se transformó en un punto de confrontación a una escala desconocida en la cultura de EEUU, la adoración alrededor de Ramírez pareció opacar los crudísimos testimonios de sobrevivientes y expertos sobre los actos de violencia que cometió.

La serie de Russell toma el camino contrario y muestra a policías y víctimas como centro de atención, más allá de la figura controversial del asesino. La docuserie cuenta en cuatro capítulos de una hora, cómo los asesinatos, violaciones y agresiones de Ramírez, convirtieron a la California de principios de los años ochenta en territorio del miedo. Los delitos de Ramírez —que aun desafían cualquier perfil criminal— mostraron una nueva dimensión de la cualidad del asesino en serie.

Víctimas de ambos sexos entre seis y 83 años fueron atacados sexualmente, torturados y la mayoría asesinados con una crueldad desconcertante. Todavía no hay una explicación sobre la forma en que Ramírez les escogió. Esa aleatoriedad fue uno de los puntos más escalofriantes en el comportamiento del asesino, que recorrió buena parte de la Costa Oeste estadounidense durante casi cinco años en un furor de violencia difícil de explicar.

Finalmente y luego de ser reconocido por un vecino, Ramírez fue atrapado en 1985 y llevado a juicio por 13 cargos de asesinato, 5 por conspiración criminal para el asesinato, 11 de agresión sexual y 14 por robo. No obstante, el mismo Ramírez dejó claro que solo era un fracción de los crímenes que cometió y “Night Stalker” sostiene la teoría de que la mayoría de los delitos del asesino permanecen a la sombra incluso años después de su muerte.

La idea resulta siniestra, en especial cuando la docuserie expone con detalle la hipótesis que el comportamiento impredecible de Ramírez pudo evitar que la policía pudiera seguir su rastro más allá de los asesinatos y violaciones que se demostraron en la corte.

Una historia de conciencia

El verdadero protagonista de la docuserie es el detective Gil Carillo, cuya labor ha estado durante casi cuatro décadas bajo la sombra de la tétrica fama de Ramírez. En una decisión brillante, el guion se centra en Carillo —que en el momento de los asesinatos era un investigador amateur— y también, en el legendario agente Frank Salerno.

Aun así, este último tiene una participación más bien discreta en beneficio de Carillo. El por entonces jovencísimo agente fue el primero en establecer vínculos directos entre todos los asesinatos y violaciones en apariencia fruto del azar que comenzaron a ocurrir en California.

Tanto Carillo como Salerno, son el verdadero centro del debate de una producción que tiene mucho más interés en recorrer la ruta hasta la captura del asesino, que la forma en que cometió sus crímenes.

Y aunque ese matiz pueda decepcionar a quienes esperaban que “Night Stalker” fuera una reconstrucción puntillosa sobre el comportamiento de Ramírez, la atención sobre los relatos de los agentes de policía permite una perspectiva mucho más amplia.

A pesar de sus buenas intenciones, “Night Stalker” tiene algunos momentos bajos, cuando intenta mezclar el morbo con la necesidad de brindar relevancia a las víctimas. Russell no encuentra una fórmula de combinar los escenarios sangrientos, relatos escalofriantes y descripciones detalladas, con los testimonios emocionales de sus entrevistados. Para el tercer capítulo, es evidente que la serie tiene verdaderos problemas para mostrar en conjunto ambas cosas. Se trata de un cambio de ritmo incómodo, que en más de una ocasión convierte a la serie en una larga descripción de sucesos que en apariencia no tienen vinculación entre sí.

No obstante, “Night Stalker” logra superar sus momentos más bajos para ofrecer un relato desde un punto de vista novedoso acerca de un caso en el que se ha dicho mucho, sin llegar a verdaderas conclusiones. La docuserie de Netflix tampoco las ofrece -no al menos, del todo claras- pero logra un diálogo inteligente entre los sucesos, el miedo convertido en una forma de fama y al final, las heridas sin cicatrizar de las víctimas.

El conjunto resulta oscuro, siniestro y elocuente. Una mirada a las sombras culturales que sorprende por el uso inteligente del contexto y en especial, por las aristas inexploradas de la historia que muestra. Sin duda, su mayor logro.

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