Opinión

Los venezolanos de la decadencia

José Rafael Pocaterra se adelantó a su tiempo. Las Memorias de un venezolano de la decadencia las escribiremos cada uno de nosotros, los venezolanos del siglo XXI.

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El gobierno de Juan Vicente Gómez fue, sin duda, una dictadura implacable, feroz, cruel, pero los tiempos de Gómez marcaron el inicio del período de paz y progreso más prolongado y fructífero de toda la historia venezolana. La revolución bolivariana ha signado el proceso contrario, la involución y decadencia más marcada de las naciones del continente americano.

El caso venezolano preocupa porque el deterioro de la vida no obedece a una crisis económica o a un área específica de la existencia, sino que abarca todos los aspectos del vivir. Venezuela encabeza hoy los índices ideados para el diagnóstico comparativo de los males sociales y está en la cola de los indicadores de virtudes. Ocupa los primeros lugares de los índices de miseria, inseguridad y criminalidad, tiene la inflación más alta del mundo, está en los últimos puestos en los indicadores de transparencia y es el país más corrupto de América, tiene el peor índice de competitividad y de respeto a los derechos humanos, flaquea en derechos de propiedad, es una economía monoproductora totalmente dependiente, ha destruido el sistema de balances institucionales, ha decaído abruptamente en confianza, en expectativas de futuro y ha perdido gran parte de su clase media profesional y talentos creativos, convirtiéndose, por primera vez en su historia, en un país de emigrantes.

¿Quiénes son los responsables de este proceso de involución social? ¿El gobierno y la revolución bolivariana? ¿Los dirigentes políticos de la oposición? ¿Cada uno de nosotros? ¿Son las élites las causantes de los males sociales o es el pueblo que elige y soporta voluntariamente a los líderes que lo llevan a su propia destrucción? Ha habido, sin duda, innumerables voces que se han opuesto a la enfermedad psicosocial encarnada en el chavismo pero la responsabilidad del sino venezolano recae en la sociedad como un todo. Es hora de darle mayoría de edad al pueblo que siempre ha sido tratado como victima de las élites a pesar de que éstas últimas no son más que los personeros del mismo pueblo que han tomado el poder. No hay liderazgo ni mando, por demás, sin una población que siga y obedezca. Es aquí donde toman sentido las denuncias de Pocaterra quien, más que apuntar a la persona concreta del dictador, señaló como responsable de la decadencia a la sociedad corrompida por un espíritu conformista.

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