Opinión

Falacias sobre el puntofijismo

Hay dos argumentos, de los pocos que van quedando, que son invocados con enorme frecuencia por la feligresía chavista cuando es interpelada en torno a la magnitud de la catástrofe económica que cursa la nación bajo sus designios.

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Para calmar sus angustias, algunos defensores del gobierno relativizan la carga de las situación empleando de forma variable la interpretación del tiempo. El uso de espejos fractales, que tiende a vendernos el recuerdo embotellado.

Para los más radicales, que son los que siempre se equivocan de primero, el problema que existe en el país no se va a resolver de la noche a la mañana. La sociedad comunal tiene un amplio y promisorio camino de 700 años de sacrificios. Nuestros males son muy viejos: de hecho, son culpa de Cristóbal Colón, sujeto este que, además de traernos el idioma español, el ganado y los instrumentos musicales que más nos gustan, se supone que se vino para América con los males de la modernidad. El capitalismo y el dinero; el germen que corrompió los armónicos dominios comunales preexistentes y prostituyó lo esencial de nuestra sabiduría. Si al sistema viejo, argumentan, le tomó tanto tiempo en asentarse, pues claro que tenemos que darle tiempo a este, que apenas nace, y que se supone que es más justo. La guinda de la torta la podemos pescar con cierta frecuencia en los artículos de aporrea.com: “los males de 500 años no los vamos a resolver en una década de revolución”.

Si el primer argumento, aún cuando socorrido, constituye un total disparate, digno de personas con la inteligencia de adorno, el segundo, que es también completamente falaz, tiene a pasar entre la gente con cierta efectividad y eficiencia en las conversaciones de personas y el ánimo general.

Para el chavismo, aspirar a cambiar es querer un regreso a los tiempos del Pacto de Punto Fijo. Para poder mantener viva la Fe, el chavista siempre tendrá a la mano uno de los muchos errores y enormidades cometidas durante los años del régimen civil de partidos que antes llamaban “los cuarenta años de democracia”. Vive de triangular con ellos, de hacer una pirotécnica interesada que los anestesie. Nuestro viejo y desaliñado primer experimento democrático, que creíamos que no servía para nada, pero al que, con el paso del tiempo, le hemos ido descubriendo su lado amable. Resulta que ha sido modelo en otras naciones al momento de reconstruir sus democracias, en centro y sudamérica, luego de cada inútil experimento guevarista.

De ésta manera, cualquier tara que el chavismo termine evidenciando, por repugnante que sea, puede ser respondida trayendo a la memoria algún episodio vergonzoso de los años 80 o 90, del régimen anterior, aquel por el cual, se supone, tanto suspira la clase media cuando afirma cosas como “éramos felices y no lo sabíamos”.

No deja de causar asombro cuando poco se afirma lo que a todos los venezolanos nos parece completamente obvio. Nadie en este país tiene la menor nostalgia ni interés alguno en reeditar los capítulos de Punto Fijo. Aunque tuvo grandes momentos venezolanos, que coronaron un experimento de gestión que llegó a ser un todo modelo regional, aquel proyecto hace rato que fracasó. Lo bueno y lo malo de la llamada Democracia no lo glosará la propaganda de un movimiento moribundo y sin prestigio como el chavismo, sino la historia, fría, terminante y desapasionada como suele ser con el paso de los lustros. En este momento, sus acciones en están en alza.

En 1999 los venezolanos buscaban, desesperados, un nuevo proyecto democrático en el cual creer. El estamento político dominante estaba muy desprestigiado: los partidos más exitosos eran los nuevos, que cuestionaban lo existente. Hugo Chávez se apreció con la propuesta de la Constituyente y muchos de quienes hoy son sus más enconados adversarios le acompañaron con gran entusiasmo. Ni entonces ni ahora se oyeron voces clamando por el regreso de Gonzalo Barrios, Caldera, URD, Larrazábal o el primer CEN de Acción Democrática.

Muchos dudaban, vemos que con entera razón, de la vocación democrática de Chávez y de la honestidad de sus planteamiento iniciales. Eso es otra cosa. Dese 1999, ninguna de las corrientes políticas y sociales democráticas, que pertenecen a la Oposición, incluso las que pueden asumir que son antichavistas, han asumido como norte el regreso del régimen anterior. Muy al contrario: lo que el país llegó a creerle a Chávez luego de dar el golpe del 4 de febrero, era que en este país debía ser posible gobernar sin robar. La primera bandera de Chávez hace rato que es una de las últimas: el combate a la corrupción.

Venezuela no necesita volver a Punto Fijo: en este momento tendría suficiente con honrar la letra de la Constitución que se ha dado. La Carta Magna tiene una arquitectura que privilegia la autonomía de poderes; que tiene diseñada una visión federal de la gestión pública; que garantiza de forma amplia y suficiente el desarrollo de la propiedad privada. Que garantiza y promueve la alternabilidad y el acuerdo social. Lo único que necesita la vida nacional para recuperar el eje es una lectura recta, no elíptica e interesada, de la letra de la ley.

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