El Estímulo

El fútbol no es lineal

A propósito de la caída de grandes equipos ante rivales de menor importancia, vale la pena repasar que este es un deporte que no se adhiere a teorías conductistas, aquellas que caracterizan nuestra educación.

Publicidad
(AP)

Me he excedido. Me he expresado sin haberme explicado cuando afirmo que no existe la linealidad en el fútbol, y va siendo hora de que corrija semejante falta.

Pongamos el ejemplo de Mineros de Guayana. El equipo negriazul cuenta desde hace varios campeonatos con una de las mejores (sino la mejor) plantillas de la primera división del fútbol criollo. No en vano, una buena parte de sus jugadores son tomados en cuenta para la selección absoluta. Pero desde los tiempos en los que Richard Páez conducía la institución, el equipo no ha logrado resultados acordes a lo que pretende su directiva y la exigente hinchada de Puerto Ordaz.

La «lógica» del fútbol señala como culpables a los distintos entrenadores que sucedieron al merideño en el cargo (Marcos Mathías, Antonio Franco y José de Jesús Vera), y para otros no hay sino excusas como la falta de contundencia, la mala suerte o hasta la influencia de los astros. Que se entienda bien lo que quiero exponer: no busco condenar a Mineros, sencillamente expongo el caso de un equipo llamado a competir hasta las máximas instancias de su ámbito.

El hincha está acostumbrado a que los análisis se basen en estimaciones individuales y cuantitativas de los protagonistas, o incluso, en el valor comercial o la fama de los mismos. No los culpo, el reduccionismo es y ha sido la base de muchos procesos educativos; nos han hecho creer, desde tiempos muy lejanos que determinados impulsos producen determinados resultados, lo que no es cierto en su totalidad, ya que este tipo de señalamientos obvia que cuando hablamos de seres humanos nos referimos a seres únicos, individuales, y se omite, entre muchas otras cosas, que esa individualidad es puesta al servicio de algo llamado equipo.

Un equipo es un colectivo en el que hacen vida una serie de individuos, quienes debido a esa interacción con sus compañeros, dentro de un contexto particular, verán como sus características serám afectadas justamente por pertenecer y desenvolverse en ese medio ambiente. No importa que tan maravilloso sea un jugador, si no se adapta a determinada realidad, su rendimiento decaerá y seguramente perderá importancia en el grupo. Este deporte tiene millones de ejemplos de atletas que rinden a las mil maravillas en tal o cual club y luego no pueden repetir su rendimiento tras ser transferidos a otros equipos.

A eso me refiero cuando hablo de la no linealidad de este juego. Verá, mi estimado lector, el conductismo (teoría educativa en la que justamente la linealidad es ley) ha venido perdiendo fuerza en el mundo del aprendizaje y la comprensión de los procesos humanos, ya que desecha el aspecto subjetivo del mismo; el ser humano como ser particular posee propiedades propias, y estas evitan que pueda ser «programado» como cualquier artefacto electrónico. Es por ello que si cada uno de nosotros somos diferentes, es imposible esperar idénticos resultados ante estímulos similares.

Esta linealidad que muchos apoyan y publicitan, aún sin estar conscientes de ello, no es más que una defensa sin sentido a lo mecánico, lo deshumano y reduccionista, cualidades que nada tienen que ver con el fútbol. Un equipo no tiene mayores posibilidades de campeonar dada la importancia de cada uno de sus jugadores por separado; un futbolista debe adaptarse al equipo, y lo que nazca de esa aclimatación y las interrelaciones, es decir, las sinergias, serán lo que determinarán su puesto en el colectivo.

Permítame utilizar un extracto de una conferencia de prensa de Marcelo Bielsa, cuando entrenaba al Olympique de Marsella francés, para finalizar mi exposición. Al argentino le cuestionaban la suplencia de un futbolista que había costado 6 millones de euros, y su respuesta fue la siguiente:

“Está claro que no comprende nada del trabajo que yo hago si piensa que los futbolistas juegan teniendo en cuenta el precio que se ha pagado por ellos. Es imposible tomar decisiones según ese criterio (…) Lo único que importa para decidir una titularización es el criterio del entrenador y saber si es mejor o no que otras posibilidades. ¿Por qué debería guiarme? ¿Porque es internacional? Vi todos los partidos De Doria en Brasil. ¿Por las grandes condiciones que tiene? Que las tiene. ¿Por su condición de irreprochable profesional, por el precio que costó? ¿O todo eso? ¿O por lo que a mí me parece que es la mejor solución en cada caso? Entonces, lo que hago es tomar la decisión según lo que me parece mejor en cada caso. Cuando un entrenador decide, decide por el que es mejor en cada caso”.

“La conclusión de esto que quiere sacar es que desde que llegó Doria al club, no lo quiero y que estoy peleado con el presidente. La opinión pública cree eso. Cada vez que hay oportunidad, a través de la ingenuidad de las preguntas del señor, se agita eso que es totalmente irrelevante. Yo como un estúpido me monto a esta disputa. Lo que pasa es que a veces tiene escenarios intrascendentes como éste y, a veces, complejos sobre los que reciben el efecto del accionar periodístico, que es el público. Porque el periodismo influye más que la escuela en la gente”.

Suponer que el ser humano es una máquina o un robot, no es más que un acto de desprecio por lo que realmente somos: seres vivos que piensan, sienten, interactúan y reaccionan. El fútbol es un juego de humanos, y por ende, todo emparentamiento con aquello que no es nuestro nos aleja de la comprensión que requiere una actividad compleja y dinámica.

Publicidad
Publicidad