El gobierno, ganar gobernabilidad y tiempo, como el boxeador que está sentido y se aferra al contrario hasta que la campana lo salve.La oposición, como el otro boxeador que golpeó fuerte y siente que el rival escapa del nocaut y puede alargar el combate hasta hacerlo incontrolable.
Los mediadores, como árbitros que son en esa pelea, buscan separar a los oponentes que caen en el clinch, recordarles que no se permiten golpes bajos, patadas, mordiscos ni otros recursos distintos a los que caracterizan al deporte de los coliflores.
En medio de ese combate encarnizado, los mediadores,léase el representante del Vaticano, cardenal Claudio Celli, y los expresidentes Ernesto Samper, secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, Leonel Fernández y José Luis Rodríguez Zapatero, han hecho un esfuerzo de último momento destinado a salvar este intento de diálogo interruptus, porque a eso vinieron, a trabajar para que las partes resuelvan sus diferencias en una mesa de negociación política. De eso se trata el diálogo.
Tal vez el párrafo más significativo del comunicado emitido anoche por los mediadores sea en el cual se exhorta a los poderes públicos a no aprobar o abstenerse de dictar decisiones que puedan complicar la relación entre ellos o el proceso de diálogo, hasta el 13 de enero de 2017, una fecha que ha sido asumida tal vez de manera errónea.
De acuerdo a lo que nos han comentado fuentes muy vinculadas al equipo mediador, las mesas de trabajo temáticas del diálogo seguirán sus labores y no se descarta que antes de esa fecha, si hay avances significativos, vuelva a reunirse la plenaria. Claro esta, con queso dentro de la tostada, con resultados en mano que faciliten la continuidad de ese proceso de negociación y la puesta en práctica de los acuerdos que se alcancen.
Este comunicado refleja la complejidad de la situación.
El diálogo ha estado sometido a un incesante fuego de lado y lado. Las presiones en la oposición para que sus representantes se levanten de la mesa y boten tierrita para no jugar más son tan intensas como las palabras y acciones desde el Gobierno y su partido. Desde el oficialismo buscan que la Mesa de la Unidad Democrática muerda el peine y se deje tentar por iniciativas «fast track» (de vía rápida) que encajen en la estrategia oficial de arrojar sobre la coalición opositora la responsabilidad de una eventual ola de violencia política en el país.
La veteranía del Estado Vaticano le ha permitido pasar por encima de las ofensas que ha recibido de actores oficialistas como Diosdado Cabello. Ha puesto como prioridad terminar la tarea iniciada de promover soluciones políticas viables en Venezuela.
La reciente carta privada a los actores del diálogo no deja lugar a dudas en cuanto a que el Vaticano no vino a salvar a un sector en particular sino a la creación de condiciones para un diálogo que resulte exitoso a todo un país y no a una facción.
Aunque no esté a gusto, como en efecto no lo está, con la manera como se le ha tratado públicamente por parte de voceros del gobierno y con algunas acciones y declaraciones opositoras, la Santa Sede se mantiene como la bombona de oxigeno de un diálogo que necesita un respirador artificial mientras recupera el aliento perdido en medio de tantas diatribas.
Por supuesto que las palabras de Maduro acusando indirectamente al Vaticano de sabotear el proceso de diálogo, las de Diosdado exigiéndoles no meterse en los asuntos internos de Venezuela, y la filtración por parte de voceros de la MUD de la carta privada enviada a partes han incomodado al Estado Vaticano.
Tampoco le ha gustado, según versiones provenientes de fuentes muy bien enteradas, que la madre y la esposa de Leopoldo López y la esposa de Antonio Ledezma hayan traslado su presión a las proximidades de la Santa Sede, en plena Plaza de San Pedro.
Pero sigue aquí su representación, como la única y remota esperanza de que la negociación política arroje resultados concretos.
Lo que ha ocurrido es, por ahora, una solución intermedia frente al escenario caótico que se preveía si se abortaba el proceso de diálogo.
la MUD no se sienta en la plenaria pero no abandona las comisiones de trabajo. Es precisamente allí donde se concretan o no los acuerdos en torno a las materias que forman parte de la discusión en cada una de las mesas temáticas . Al gobierno le corresponde poner sus cartas: o asume el cumplimiento de lo acordado o escoge como opción implosionar de una buena vez este escenario de negociación política. Jugar con la paciencia vaticana luce como una opción de alto costo nacional e internacional.
Esta mano, este round de ayer, no lo gana ni el gobierno ni la oposición sino el equipo mediador, que retoma su rol con el irrenunciable reto de presentar resultados concretos y forzar a las partes a hacer ponerse de acuerdo en torno a temas cruciales: elecciones, designación de los dos integrantes del Consejo Nacional Electoral (CNE), derechos humanos, justicia y situación económica y social, entre otros. Hasta ayer nadie daba ni un bolívar «fuerte» por la suerte del proceso de diálogo.
Hoy sigue en terapia intensiva, pero sin la inminencia de una muerte decembrina.