Opinión

Las siete vergüenzas del ser humano

En este artículo, Carolina Jaimes Branger exalta el sentido ético como la clave para la convivencia. Pasa revista a formas de comportamiento vergonzantes, tan perceptibles en la Venezuela actual y que corrompen tanto al individuo como al cuerpo social, para concluir en que la fuerza del amor es el único antídoto contra las debilidades y miserias humanas

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Los mayas, esa grandiosa civilización que surgió en el sur de la América del Norte y que se extendió hasta lo que hoy conocemos como el istmo que termina en Panamá, tenían la convicción de que el ser humano debía vivir en armonía con la naturaleza. Pero para lograr eso, era imperativo actuar con ética. Sí, ética. Muchas personas podrán argüir que cómo podían hablar de ética personas que practicaban sacrificios humanos, pero la realidad es que esas prácticas formaban parte de sus rituales.

En su libro sagrado, el Popol Vuh, se narra la historia del Siete Vergüenzas, Vucub Caquix, un ser con tantos defectos, que hacía que se opacara la divinidad, lo que llevaba a los humanos por el camino del mal. Las siete vergüenzas son el orgullo, la ambición, la envidia, la mentira, el crimen, la ingratitud y la ignorancia.

Los gemelos Junajpú e Ixbalanqué se percataron de que el sol de una nueva vida jamás saldría mientras existiera Caquix. Por ello, aconsejados por sus mayores y utilizando como arma la cerbatana, acabaron con él.

La ceguera del poder

Hoy, en el siglo XXI, pareciera que se han multiplicado los Vucub Caquix por todas partes. Pero en Venezuela se han enseñoreado. El orgullo de quienes detentan el poder no les permite ver más allá de sus narices. Aunque saben del daño que están haciendo –porque son culpables a conciencia del destrozo del país–, creen que son todopoderosos, predestinados y que nada les pasará. No hay nada mejor para acabar con la soberbia que un día después del otro. Todo pasa.

La ambición es un gusano que invade las almas de personas que podían haber sido buenas. “Lo malo de la igualdad es que quienes la desean es para parecerse a quienes están por encima de ellos”, leí una vez. La igualdad no existe. Todos los seres humanos somos diferentes, ¡y que vivan las diferencias! Lo que sí debe existir es la igualdad de oportunidades. Porque cuando esta no existe, la manera más fácil (y a veces la única) de ascender socialmente es corrompiéndose. La lista de los corruptos en el país es extensa. Y peor aún, cuando viene precedida por un discurso de igualdad. Usar al prójimo para robar.

La envidia es la semilla de la ambición. La envidia hace desear lo que no se tiene, pero de mala manera. Está presente en todos los seres humanos y no hace falta sino un pequeño detonante para hacerla explotar. Eso lo sabía Hugo Chávez y en ello basó su discurso. Hizo creer a los más pobres que lo que ellos no tenían, era porque otros se lo habían quitado. Así, no solo desvalorizó el trabajo, sino que además dividió al país.

Mentira, iniquidad, ignorancia

La mentira ha hecho más daño en la Historia que muchas guerras. Porque la mentira es como una bola de nieve, que rueda desde una cima muy alta hasta convertirse en alud. Su daño es irreparable. En Las Mil y Una Noches la equiparan a ir lanzando las plumas de una almohada por un pueblo, porque nunca se terminan de recoger una vez esparcidas.

El crimen… en las sociedades donde reina la injusticia, como en la nuestra, el crimen se instala como mecanismo de control social. Crímenes sin castigo, como los malandros –dirigidos por pranes– que matan a diestra y siniestra, como si la vida no valiera nada. Crímenes políticos, como hacer desaparecer a los adversarios. Y crímenes de matar a un país, como lo está logrando el chavismo-madurismo.

La ingratitud… “la limosna no crea lealtades”, me dijo un día mi querido Ramón J. Velásquez. “Más bien, crea dependencia. Y cuando la limosna se acaba, crea un enemigo”. Palabras de un hombre sabio. Pero los populistas creen que repartiendo migajas ganan lealtades.

Y la ignorancia, la génesis de todos nuestros males. Un país educado no cae en el abismo en el que nos encontramos los venezolanos. Y al régimen le conviene perpetuar la ignorancia, porque es su principal instrumento de dominación.

El poder del amor

Yo pensé que en el siglo XXI el mundo estaría dominado por el amor. Porque el amor es el único antídoto contra las Siete Vergüenzas. En esa maravillosa epístola a los corintios en la que San Pablo reflexiona sobre el amor, está la respuesta:

«El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta».

    1 Corintios 13,4-7.

Que el sol de una nueva vida salga pronto para los venezolanos.

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