Opinión

Bienvenidos al paredón

Actualmente, las burlas en las redes sociales se han normalizado. Se minimiza de forma brutal a personas que, sin excepción, tuvieron que superar un montón de etapas para ocupar el lugar que ocupan. El atleta convive con la zozobra de cuándo le llegará su turno

Publicidad
Fútbol

Cada vez son más los deportistas que se animan a manifestar que no atraviesan un buen momento mentalmente. Es más que positivo que poco a poco la salud mental vaya dejando de ser un tema tabú; que se hable abiertamente de este tema ayuda a generar conciencia a distintos niveles. Aunque soy consciente de que este tipo de problemas tienen causas muy diversas, creo que el contexto actual aumenta considerablemente los riesgos de sufrir algún tipo de enfermedad.

Las redes sociales cambiaron radicalmente la relación de los deportistas con los aficionados. Hoy existe un acercamiento entre ambas partes que antes no existía. Los primeros muestran parte de su vida privada, expresan opiniones personales sobre distintos temas o incluso algunos se animan a interactuar con sus seguidores. Los aficionados, por su parte, escriben mensajes a los atletas, que regularmente son leídos. Es cierto que se trata de una interacción virtual, pero eso no la hace menos real. Hasta hace muy poco eran contados los fanáticos que tenían la oportunidad de cruzar alguna palabra con los deportistas que seguían.

Lo antes expuesto es sin duda algo muy bueno para el deporte y todos los involucrados aunque obviamente tiene su lado turbio. Se ha normalizado que los deportistas reciban cualquier cantidad de insultos por una mala actuación o simplemente por generar antipatía en quien les escribe. El atleta convive con la zozobra de cuándo le llegará su turno. Bien dijo Martín Caparrós: «En el fútbol pasas en cinco minutos de puta a monja». Detrás de una jugada o un resultado esperan el cielo o el infierno.

Los medios de comunicación tradicionales —todo vale en la búsqueda de rating— se han sumado a la carnicería y las palabras fracaso y decepción son utilizadas con gran ligereza. Las burlas son cotidianas pretendiendo ridiculizar a los profesionales. Se minimiza de forma brutal a personas que, sin excepción, tuvieron que superar un montón de etapas para ocupar el lugar que ocupan. Esto contribuye a la vorágine.

Quizás el trasfondo sea mucho más problemático de lo que debería. Mucha gente espera que por medio de sus equipos se corrijan las miserias de sus vidas y delegan en estos su estado emocional. Claro que esta «forma de vivir» eventualmente colapsa y los culpables de la desgracia, cómo no, serán los deportistas. Esto no llegó con las redes, es verdad, pero ahora hay una forma de hacer pagar a los causantes de los descalabros.

Otro disparador son las apuestas deportivas. Cada vez son más las casas de apuestas y las páginas webs donde puedes apostar casi cualquier cosa que esté relacionada con el deporte. Aunque cada vez sea más grave, esto tampoco es un problema nuevo, pero —una vez más— ahora podemos culpabilizar directamente a los que no respondieron de la forma esperada a las predicciones hechas en casa.

Cada quien encara la situación de forma distinta. Algunos ponen el pecho a las balas, aunque los profesionales de la salud mental recomienden no hacerlo. Otros optan por perfiles privados. Cada vez se contratan más Community Managers para que gestionen los perfiles. La opción de «silenciar» ha servido como protección ante futuros ataques. Pero lo que me pregunto todo el tiempo es si habrá alguna manera de modificar este comportamiento de parte de los fanáticos. Es muy probable que no, sobre todo porque el dinero que mueve el deporte en la actualidad reside justamente sobre esa pasión desmedida —y muchas veces mal manejada— que despierta en los espectadores. El panorama no es esperanzador. cada vez hay más verdugos y ahí seguirá estando el paredón.

Publicidad
Publicidad