Opinión

Período de adaptación en el fútbol: ¿realidad o mito?

Cuando un futbolista cambia de club, prácticamente se modifica su vida entera y la de su familia. ¿Qué significa esto? ¿Cómo incide en el rendimiento del jugador? Comparto mi experiencia

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Diseño: Daniel Hernández

El período de adaptación es un concepto muy utilizado en el mundo del fútbol. Para algunos es acertado y para otros, una excusa para justificar que el rendimiento de un jugador no fue el esperado. Estos últimos son los que piensan que el fútbol es fútbol sin importar el contexto. Siendo objetivos, hay algo de cierto en esa sentencia: es el mismo juego con las mismas reglas sin importar el país o el torneo. Sin embargo, lo que no todos saben —o pocos detallan— es que el fútbol es un juego con infinitas posibilidades.

Son muchísimos los factores a tomar en cuenta para entender una determinada forma de jugar: interacciones, intenciones, sistemas, espacios, momentos, fases, rival de turno, intensidad y un largo etcétera. No existen dos equipos iguales. Incluso el rendimiento y acciones de un mismo club pueden variar radicalmente de un juego a otro, ya sea por voluntad propia o por condicionamiento del rival.

Cada futbolista está constantemente interpretando situaciones para actuar en consecuencia, de la forma más acorde posible. Cada una de estas situaciones es única, y me refiero a que es imposible que se replique una acción que sucedió en otro momento. Si les suena exagerado, los invito a imaginar en primera persona cualquier acción del juego: piense en el lugar en el que se encuentra, la ubicación de sus compañeros y del rival, momento del partido, estado de fatiga, emoción que siente (resultado, desempeño propio hasta el momento de la acción, entorno), confianza en sí mismo (oscila sin parar), estado del césped y muchísimos factores más. Espero que haya entendido el punto al que deseo llegar.

Estos procesos de interpretación constante no tienen un final. Es decir, un jugador puede haber interactuado con los mismos diez compañeros con los que está en cancha e igual deberá estar procesando información en cada momento del juego. No obstante, el futbolista que ha jugado tantos juegos con sus compañeros -sobre todo intentando plasmar una misma idea por un período de tiempo prolongado- se le hará más fácil estos procesos de interpretación porque habrán ciertos patrones que se reproducen de forma parecida constantemente. Pasa también que un profesional llega a un equipo y encaja perfectamente desde el primer momento. No existe, pues, un tiempo estimado para esto, cada caso es distinto.

Lo que tiene que ver con lo que sucede en la cancha es muy amplio y es imposible abarcarlo en un solo artículo. Aún así, no es a lo único a lo que debe adaptarse un futbolista cuando cambia de equipo. Cambia la metodología de trabajo, el staff con el que ha de trabajar (fisioterapeutas, masajistas, psicólogo, nutricionistas), filosofía del club, instalaciones de trabajo, rutinas de viaje y de concentración, nuevos compañeros, otra liga con todas sus características. No es muy diferente a otras profesiones: piense en un empresario que cambia de compañía, donde tendrá una nueva oficina, otra secretaria, nuevos compañeros de trabajo, proyectos distintos a los trabajados (probablemente en otro sector), cambio de horarios y más.

Todo lo que acabo de escribir está estrictamente relacionado con el fútbol, pero pocos se detienen a pensar que, cuando un futbolista cambia de club, prácticamente se modifica su vida entera y la de su familia. Supone una mudanza, una nueva casa, alteración de las rutinas, cambio de colegio —y de relaciones— de los hijos; dejar atrás amistades, no visitar más ciertos lugares queridos. Hay que comprender y respetar una cultura distinta, posiblemente aprender un idioma, estar en un uso horario diferente al de donde se encuentran los seres queridos, nuevo clima. Son demasiados cambios que se introducen en la vida de esa familia de un momento a otro y es lógico que conlleve un tiempo (indeterminado) asumirlos.

Se habla del período de adaptación como una etapa transitoria y con un final definido, pero ¿realmente este período se extingue en algún momento? Pienso que nunca del todo. Quien ha emigrado comprenderá cuando digo que se trata de un proceso de reajustes constantes, que permiten vivir de manera cómoda (esto último es un concepto muy amplio, lo sé). En muchísimos casos, quien sale del sitio donde le tocó vivir la mayor parte de su vida tendrá que convivir con la añoranza permanente de lo que quedó atrás.

Es cierto que se puede encontrar, lejos de casa, un lugar que nos haga sentir incluso mejor, donde se encuentren afinidades con la gente, integrados por completo a la sociedad. Dicho de otro modo: no se siente que se está de paso. Pero no es lo más común. No es mi caso.

Yo me he sentido muy a gusto en varias ciudades. He forjado amistados que he sostenido en el tiempo y le he agarrado un cariño especial a muchos lugares. A pesar de esto, mi cabeza y mi corazón siempre han estado atados a Caracas. Esa ciudad caótica en la que levanto la cabeza en cualquier calle y sé perfectamente dónde estoy, es el único lugar donde realmente me siento en casa. El desarraigo ha sido una tarea imposible para mí. No soy capaz de visualizar el futuro sin incluir a la ciudad en la que nací y crecí, y por lo tanto la llevo presente cada día de mi vida. Lo mismo le pasa a una gran cantidad de jugadores.

Concluyendo, pienso que el período de adaptación no es un período como tal. Se trata más de un proceso permanente, donde indudablemente podrán haber momentos buenos, que la persona se sienta muy a gusto, aunque siempre habrá una parte de incertidumbre, porque nunca se llega a pertenecer del todo, con excepción del lugar de donde realmente sentimos que somos, sea cual sea. Claro que el tiempo consigue que uno se vaya asentando. Todas esas cuestiones que se dejan atrás con una mudanza, son sustituidas por otras que en mayor o menor medida acomodan nuestras vidas al nuevo lugar. Le pasa a cualquier persona y en eso, como en tantas otras cosas, los futbolistas no son la excepción.

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