Opinión

Los Victorinos, 50 años después y elecciones en Colombia

Las elecciones en Colombia son la excusa para regresar a la historia de los tres Victorinos y la órbita del populismo

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Los tres Victorinos y las elecciones en Colombia

Un tópico académico singularizó siempre a Colombia como la excepción latinoamericana: el país invulnerable a los populismos.

Es difícil persuadirse de ello cuando vemos que el asesinato de un arquetípico populista latinoamericano, en abril de 1948, pudo desatar una guerra de más de 70 años. Firmada la paz en 2016 el posconflicto se inicia con el —¿resistible?— ascenso electoral de Gustavo Petro quien reclama para sí, entre tantas ideas, las de Gaitán. La excepcionalidad de que hablé más arriba dejó de existir, ahora sí, al imponerse en las encuestas un vociferante empresario de inmuebles, exalcalde de Bucaramanga.

Sin embargo, aunque parezcan novedades achacables al clima político propiciado por el acuerdo de paz, mucho antes de Petro y del ingeniero Hernández, tuvimos a los Perdomo. Desde hace meses, no he dejado de pensar en ellos.

El pater familias, el señor Rómulo Perdomo, se desempeñaba como peluquero en el barrio Quiroga, al sur de Bogotá, y fue un ardoroso activista de la Alianza Nacional Popular (Anapo) en la campaña electoral de 1970.

La Anapo había sido fundada por el general Gustavo Rojas Pinilla, en 1961, cuando ya no era dictador, aunque ganas de volver a mandar no le faltaban. Los venezolanos vinimos a saber de los Perdomo en 1991, mirando los 13 hipnotizantes episodios de Los Victorinos, inolvidable teleserie colombiana concebida por Carlos Duplat, brillante dramaturgo cucuteño, actor y director de televisión, a partir de la novela Cuando quiero llorar no lloro (1970), del venezolano Miguel Otero Silva.

El guion de Duplat y la igualmente brillante Luz Mariela Santofimio convierte su trama en el artefacto motor de una gran teleserie de comentario político y social. Una de las mejores que aún pueda verse.

Tres niños vienen al mundo en Bogotá en un mismo día, 8 de noviembre de 1963. Uno muy rico, otro de bastante mediana clase media y el tercero un desplazado antioqueño rematadamente “estrato cero”, como dicen aquí. Los tres son llamados Victorino por sus padres. Un mentalista misterioso, un adivino, vaticina a la madre del niño rico que “cuando Victorino se encuentre con Victorino y Victorino, Victorino morirá”.

El Victorino que interesa a esta columna es el hijo del barbero del barrio Quiroga, aunque más no sea porque Perdomo, igual que los otros dos Victorinos, es estricto contemporáneo de Gustavo Petro.

Siendo Anapo una mezcolanza con perentorios fines electorales, tuvo su izquierda, su derecha, sus grupos evangélicos, sus financistas, sus militares retirados y también sus intelectuales, como Antonio García Nossa, quien fue consejero de Jorge Eliécer Gaitán, constituyentista bajo la dictadura del general Rojas Pinilla y directivo de la Anapo.

Estudioso de los asuntos sociales colombianos y del resto del continente, de García Nossa dice el filósofo e historiador de las ideas antioqueño Jorge Giraldo, en su libro Populismos a la colombiana (Debate, 2018), que fue “ideólogo expósito” durante los últimos años de su vida, después de las amarguras que le produjeron los adversos resultados electorales de Anapo, en 1970. “Si quiere encontrarse un hilo conductor en medio del conjunto invertebrado de consignas, programas y tácticas de los populismos colombianos del siglo XX”, afirma Giraldo, “el lugar más propicio para hallarlo es el pensamiento de García Nossa”. Son las ideas que originariamente secundó el `peluquero del barrio Quiroga.

El guión de Los Victorinos dispone que Perdomo derive hacia la extrema izquierda de la Anapo cuando Rojas Pinilla pierda las elecciones ante Misael Pastrana por una diferencia depoco más de 60 mil votos. Victorino Perdomo termina integrándose, en la ficción de la serie, a una guerrilla urbana llamada Defensa Popular. Basta escuchar sus argumentos en pro de la insurgencia armada para decidir que esa guerrilla es un trasunto del M-19. De no haber muerto en una balacera, durante el asalto a un banco, cumpliendo con el vaticinio del adivino, quién sabe si no habría llegado a ser activista de la Colombia Humana.

Victorino Perdomo hizo el camino inverso al de Gustavo Petro —fue de una agrupación electoral populista a la lucha armada—, mientras que el candidato de Colombia Humana dejó atrás la guerrilla para abrazar la lucha electoral y, eventualmente, cosechar millones de votos para la izquierda.

A pesar de la sabiduría convencional de los politólogos, corren muy hondo y desde hace décadas los ríos del populismo colombiano, verdadero Jano bifronte, una de cuyas caras era hasta hace semanas la de un subrogado antioqueño de Álvaro Uribe y ahora la de un personaje que infundiría miedo hasta a don Rómulo, el furibundo peluquero de Anapo del barrio Quiroga. ¿Qué pensaría Victorino del apoyo que brinda el doctor Alejandro Gaviria, una esclarecida voz de la idea liberal, al líder de Colombia Humana?

Habrá que esperar a Los Victorinos, segunda parte.

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