Opinión

Isla La Tortuga: la isla de la fantasía

No hay información oficial sobre los montos que serán invertidos y salvo los detalles que se dieron a conocer sobre la isla La Tortuga, un archipiélago hasta ahora área ambientalmente protegida, no se brindó información sobre los planes oficiales para las otras cuatro zonas económicas especiales

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Quienes tienen algo de edad recordarán la serie “La Isla de la Fantasía”. Aquel lugar mágico en el que todos los sueños (y pesadillas) se hacían realidad. El archipiélago La Tortuga ha sido presentado como la nueva isla de la fantasía para el chavismo. Seguramente hasta habrá algún Tattoo criollo, aquel personaje que en la serie gritaba “el avión, el avión, jefe llegó el avión”, para anunciar la llegada de vuelos y cruceros.

Se ven las imágenes actuales de La Tortuga, con algunas rancherías o chozas improvisadas, y se escucha el discurso del gobierno, una suerte de fantasía, anunciando una transformación total en 10 meses. Esto no sería grave si el mismo acto se pidió que vengan los inversionistas extranjeros, es decir al menos en público no se confirmó que ya haya dinero asegurado para todos los planes anunciados.

En el caso del archipiélago La Tortuga, ubicado en pleno mar Caribe, distante unos 85 kilómetros de tierra firme, el viceministro de economía productiva, Héctor Silva, anunció que en menos de un año se habrán construido 10 resorts de alto nivel, un aeropuerto internacional y un muelle de gran calado para el atraque de cruceros.

Ningún vocero oficial ha aclarado qué inversionistas o cuáles países financiarán obras de esta magnitud, en un plazo tan acotado.

Según Nicolás Maduro, Venezuela tendrá el mayor desarrollo turístico del Caribe, en un archipiélago que hasta ahora era área protegida por razones ambientales, bajo un esquema de zonas económicas especiales, que dice haber copiado de China, pero sin brindar información sobre los inversionistas internacionales que estarán financiando tales obras.

En medio de una situación en la cual la economía venezolana sigue bastante menguada, Maduro estuvo velando directamente por el proceso hasta promulgar este 20 de julio, finalmente, la ley de zonas económicas especiales, que generó tensiones diversas en el seno del chavismo y activó el apetito fiscal de varios gobernadores afines a Maduro, por la envergadura de las obras anunciadas.

Pese a que hace un año Maduro anunció que le ley estaba prácticamente lista, y que el chavismo controla ampliamente la Asamblea Nacional, transcurrieron 13 meses entre aquel anuncio y la aprobación formal. El mandatario incluso había encomendado públicamente a su hijo y diputado, Nicolás Maduro Guerra, para que adelantara las gestiones.

Pudimos conocer que esta esta ley generó fricciones en el seno del PSUV, muchas diferencias tanto ideológicas, ya que muchos diputados se oponían prácticamente a ceder territorio nacional a inversionistas foráneos, hasta monetarias, ya que varios gobernadores hicieron sentir su descontento porque los proyectos no tendrán lugar en sus estados.

“Ya conocemos bien las experiencias de China (…) la experiencia de Vietnam, entre otras (…), que nos han servido de inspiración para dar este paso”, sostuvo Maduro al dar la aprobación presidencial a la ley con lo cual entró oficialmente en vigor.

Cinco zonas sin inversionistas claros

De inmediato, Maduro decretó las primeras cinco zonas especiales de Venezuela: la industrial Paraguaná (noroeste), que cuenta con uno de los principales complejos de refinación de crudo de este país; las portuarias La Guaira y Puerto Cabello (centro) y las turísticas islas de Margarita y La Tortuga (norte).

La nueva ley venezolana establece la creación de zonas con un “régimen socioeconómico especial” para “el desarrollo de actividades económicas”, que contarán con “incentivos fiscales y aduaneros”.

China desarrolló las zonas económicas especiales, con particular énfasis, a inicios de la década de los 1980 con las reformas que llevó adelante Deng Xiaoping. En el caso chino las grandes trasnacionales occidentales aprovecharon esta apertura para establecerse en el gigante asiático.

En el caso de Venezuela, con una población empobrecida y empujada a una migración masiva, sin señales claras de una recuperación ni de la economía en general, ni del otrora estratégico sector petrolero, no hay claridad sobre quiénes serán los inversionistas.

¿Admitiendo el fracaso?

En los últimos meses se han registrado diversas visitas de altos funcionarios del sector turismo de Rusia, Irán y Turquía, y Caracas ha establecido vuelos directos de la estatal Conviasa a esos países, así como la aerolínea bandera Turkish Airlines, tiene una amplia presencia en Venezuela.

“Con la Ley de Zonas Económicas Especiales, Maduro reconoce el fracaso del modelo socialista y se entrega al libre mercado y el neoliberalismo, en una interpretación expoliadora y mafiosa, que nos pone en manos del secretismo y los negocios turbios trasnacionales”, ha criticado Nicmer Evans a través de Twitter.

“Esta ley divide al país en dos, La Venezuela sometida al socialismo retrógrado y el otro país económicamente liberal, pero en manos de capitales mafiosos, funcionando sin estado de derecho y sin justicia”, asevera Evans, quien reside en Caracas y que en otros tiempos formaba parte del chavismo gobernante.

No hay información oficial sobre los montos que serán invertidos y salvo los detalles que se dieron a conocer sobre La Tortuga, un archipiélago hasta ahora área ambientalmente protegida, no se brindó información sobre los planes oficiales para las otras cuatro zonas económicas especiales.

“Atención inversionistas del Asia, de Europa, de América Latina, vengan para Venezuela y miren esta belleza de La Tortuga, el proyecto virgen, ecológico, más importante del mundo entero y el Caribe”, aseveró Maduro al momento de presentar la ley.

William Anseume, profesor de la Universidad Simón Bolívar, adelantó que el modelo que llegará a Venezuela será el de las “maquilas” y que muy posiblemente se viva en esas zonas especiales un régimen laboral distinto a lo que establecen las leyes laborales del país.

La revolución avanza, sin duda a paso de vencedores, pero rumbo a un capitalismo salvaje.

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