Opinión

Fernando Tatís Jr. perderá mucho más que 80 juegos

En esta columna, Luis Enrique Sequera analiza el caso del jugador de los Padres de San Diego. "Es casi imposible creer que de verdad se desconocía la razón de la aparición de una sustancia prohibida en su cuerpo", dice el autor

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Tatís

El manejo de las cláusulas contractuales, en la mayoría de los deportes de alta competencia, contempla un cúmulo de restricciones para los atletas involucrados en las firmas de esos jugosos pactos.

De allí que ciertas actividades sean consideradas como de “alto riesgo” para la integridad física del deportista y, por tanto, sean puntualmente mencionadas como causales de rescisión de los acuerdos suscritos.

Los deportes extremos, por ejemplo, figuran en el tope de esas prohibiciones, por lo que aquellos aficionados a las emociones derivadas de su práctica, deban pensarlo dos veces antes de saltar en un paracaídas o subirse a un parapente para ver el mundo desde otra perspectiva.

Sin embargo, no solo está penado el hecho de participar en disciplinas que ponen en vilo la integridad de los practicantes. Hay elementos más cotidianos que, igualmente, forman parte de los desempeños eventuales o “hobbies” que pudieran atentar contra la estructura física de cualquier sujeto sometido a un riguroso esquema de contratación profesional en el deporte: boxeo, lucha libre, futbol soccer, hockey, futbol americano, baloncesto y manejar motocicletas, son mencionadas comúnmente como agentes generadores de lesiones que pudieran afectar el rendimiento de los contratados, en caso de que algún percance tocara las puertas.

Igualmente, el listado muestra al balonmano, equitación, karate, judo, manejo de motos de nieve y trineos, entre otras actividades que no podían llevarse a cabo sin la autorización de los equipos otorgantes del contrato.

Hay antecedentes

En el año 1994, el patrullero de los Bravos de Atlanta, Ron Gant, tuvo un accidente mientras pilotaba una motocicleta. La organización terminó desprendiéndose de sus servicios y pagando una fracción de su salario pendiente de 5,5 millones de dólares.

En la misma situación se encontró el infielder Jeff Kent en 2002, aunque el caso “pasó por debajo de la mesa”, y su equipo, Gigantes de San Francisco, no llegó a tomar medidas drásticas que impidieran al jugador seguir trabajando.

El hoy manager de los Yankees de Nueva York, Aaron Boone, se lesionó jugando baloncesto y también fue separado del equipo, recibiendo una pequeña porción de su salario que se ubicaba en ese entonces en los 5.75 millones de dólares.

Como apreciamos, no es novedad el hecho de que se hayan producido “sanciones y/o perdones” a deportistas bajo contrato que se lesionaron practicando actividades que estaban específicamente prohibidas.

¿Y Tatís…?

A finales de 2021, el estelar paracorto de Padres de San Diego, al mando de una motocicleta, tuvo un percance que lastimó significativamente una de sus muñecas.

Esa lesión, recrudeció al inicio de los entrenamientos primaverales, mientras se daba a conocer oficialmente que debía ser intervenido quirúrgicamente para reparar el daño causado por el incidente.

Incluso, en entrevistas posteriores, al ser interrogado por los medios de comunicación con relación a la fecha del accidente, el jugador en tono jocoso preguntó: «¿De cuál de ellos?», sugiriendo que no había sido una sola caída, sino varias. Recargando en una de ellas el padecimiento del hombro que lo mantuvo, junto al COVID-19, fuera de acción por algún tiempo en la zafra de 2021.

La directiva de San Diego, al menos públicamente, jamás pensó en tomar algún tipo de represalias contra el dominicano. Asumió que eran cosas típicas de la edad que no iban a entorpecer el armónico y millonario acuerdo que mantendría al pelotero unido al equipo durante muchos años… y que, de paso, ya habría aprendido la lección que lo ubicaría lo suficientemente lejos de las motocicletas.

Comenzó entonces, “desde cero”, un capítulo en el que Tatís se operaría, se recuperaría y finalmente materializaría su presencia en el line up de los Padres, para conformar un letal tridente con sus compatriotas, Manny Machado y la nueva joya de la corona en la escuadra religiosa: la “Fiera”, Juan Soto.

Todo pintaba bien, hasta que la tiña… O “infección fúngica muy contagiosa de la piel o el cuero cabelludo”, hizo su aparición en la vida del pelotero.

El medicamento con el cual se trató esa afección, contenía un elemento denominado “Clostebol”, que aparece en la lista de sustancias prohibidas del “Programa de Prevención y Tratamiento Anti-Dopaje” de las Grandes Ligas, por considerar que su uso ayuda a aumentar el rendimiento deportivo.

Una vez obtenido el resultado de las pruebas, la Oficina del Comisionado terminó anunciando la decisión de suspender al jugador del cuadro de los Padres de San Diego por un total de 80 juegos, sin derecho a recibir remuneración salarial durante ese período.

La fanaticada recibió un fuerte golpe al ver que uno de los rostros más populares de las mayores, tendría que abandonar la acción en los diamantes. Ya no habría, al menos hasta mediados de 2023, posibilidad de ver juntos en una misma alineación a Tatís, Machado y Soto.

La directiva de San Diego, muy activa desde hace un par de campañas y empeñados en llegar lo más lejos posible en cada zafra, recibieron una fuerte “bofetada” por parte de su estrella. Esa directiva que ha invertido en la configuración de una plantilla fuerte y competitiva, que dependía en gran medida del aporte de Tatís, se vería obligada, por razones estrictamente ajenas a su voluntad, a postergar el espectáculo de ver uniformados simultáneamente a tres baluartes del beisbol actual. Planes mercadotécnicos y deportivos que verán la luz, si así lo decidiesen los decepcionados propietarios, una vez que transcurra una buena parte del venidero torneo.

Las palabras de Fernando

Sin darme cuenta tomé un medicamento para tratar un hongo en la piel, que contenía clostebol”, afirmó Tatís en palabras al periodista de MLB.com, Mark Feinsand. “Debería haber usado los recursos disponibles para asegurarme de que no existieran sustancias prohibidas en lo que tomé, pero no lo hice”.

Y siguió, con lo que a muchos parece molestar aún más: “Quiero disculparme con el dueño de los Padres, Peter Seidler; el Gerente General, A.J Preller, toda la organización de los Padres, mis compañeros, la MLB y los fanáticos, por mi error. No tengo excusas, pero nunca haría nada para engañar o faltarle el respeto al juego que amo”.

Evidentemente, nadie quiere perjudicar su trabajo, y, por ende, todos los escenarios que lo integran: compañeros, jefes y fanáticos.

Está claro que, a disposición de cada jugador de Grandes Ligas, figuran ingentes cantidades de instancias a las cuales acudir antes de tomar la decisión de ingerir o utilizar un medicamento. No era una situación de vida o muerte. Tatís no se vio obligado por la emergencia de salvar su vida. La tiña, podía esperar media hora más, antes de que cualquier experto disponible analizara el medicamento y recomendara su aplicación.

Existen carteles en cada dugout; clubhouse; oficina de trainers y consultorios médicos del equipo, contentivos de información suficiente como para evitar tomar cualquier producto potencialmente peligroso.

Y en este caso particular, nos referimos a un jugador con suficiente gente y recursos a su alrededor, capaces de asesorarlo para evitar “malos entendidos”.

Sin embargo, es menester adoptar el “error infantil”, como principal excusa para justificar una equivocación que termina perjudicando, no sólo al jugador, sino a toda una organización que confió en él para procurar un campeonato.

Es difícil asumir la inexperiencia como argumento para tratar de salir ileso de un problemón de esta magnitud. Es casi imposible creer que de verdad se desconocía la razón de la aparición de una sustancia prohibida en su cuerpo. Ya ese cuento de “no sé cómo apareció eso”, cada vez tiene menos fuerza.

Incluso algunos compañeros de Tatís, como el lanzador Mike Clevinger, se pronunció públicamente en redes sociales y fue reseñado por el periodista de USA Today, Bob Nightengale en su cuenta de Twitter: “Estoy muy decepcionado. Esta es la segunda vez que estamos decepcionados de él. Tu esperas que crezca y aprenda de todo esto y termine de entender que se trata de algo más que el mismo en este momento del equipo”.

Pudiésemos inferir que es esa la posición de muchos de sus colegas. Y no sólo de quienes comparten el clubhouse con el dominicano.

El único punto cierto, con o sin lamentos y/o disculpas, es que San Diego no contará con Tatís hasta 2023. La selección de la República Dominicana tampoco disfrutará la presencia del estelar toletero, con quien habían hecho planes espectaculares al combinarlo con otros astros quisqueyanos. Los compañeros de uniforme no deben estar contentos en absoluto con todo lo que cayó como sombra fatal sobre la organización al perder uno de sus puntales, mientras que el conglomerado de fanáticos adultos estará tratando de explicar a los más pequeños de la casa, las razones por las que hay otro jugador ocupando el lugar del mejor pagado del club.

El departamento que regula el uso de sustancias prohibidas, aun cargado del “noble objetivo” de recuperarse pronto para entrar en acción y jugar pelota, tendrá que seguir perfeccionando un esquema de sanciones que de verdad cause “terror” entre quienes piensan que pueden salirse con la suya. Sólo así, se verán obligados a consultar a sus asesores si pueden tomarse hasta una limonada en la carretera.

Le toca a Tatís madurar de la manera más contundente y dolorosa. Ganarse de nuevo el afecto de sus seguidores y entender que el beisbol está por encima de los beisbolistas.

Todo esto, al margen de agradecer la paciencia, solidaridad y prudencia que aun mantienen en las oficinas de San Diego, que sólo espera el día en el que puedan disfrutar de su inversión sin inconvenientes.

Las reacciones de diversos sectores, no han sido complacientes. Cada día se pronuncian en mayor cantidad y con elevado nivel de crudeza. A nadie cayó bien la noticia. Pocos están dispuestos a perdonar tan fácilmente la irresponsabilidad de Tatís. Porque si, no terminó siendo un acto solidario y muchos terminaron percibiéndolo como una traición al beisbol, sus compañeros, el equipo y los aficionados.

Las declaraciones el Gerente General de San Diego, A.J Preller, parecieran ser el resumen de todo este trabajo: “Es muy decepcionante. Él es alguien en quien organización ha invertido tiempo y dinero. Cuando está en el terreno, marca la diferencia, pero hay que aprender de las situaciones difíciles. Esperábamos que hubiese algo de madurez luego de lo que pasó la temporada pasada, pero hoy luce más como una especie de patrón de conducta y eso es algo en lo que debemos profundizar. Estoy seguro de que él está muy decepcionado, pero al final, una cosa es lo que se dice y otra la que debes demostrar con acciones”.

Secas y preocupantes esas palabras de quienes deberán manejar una relación que, por ahora, luce bastante deteriorada.

Y pensar que todo esto comenzó con una moto.

Falta mucho aún… Pero falta menos…!

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