Opinión

¿Solo sí es sí?

La Ley de Garantías de Libertad Sexual aprobada en España podría convertirse en un arma de doble filo, aquí lo explica Carolina Jaimes Branger

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En julio de 2018, una joven de dieciocho años fue violada por cinco hombres andaluces, (llamados “La Manada” en un grupo de WhatsApp), que habían llegado a Pamplona para asistir a la fiesta de San Fermín. Ese caso en particular desató una reacción de ira en las redes, que pronto se volcó a las calles de todo el país bajo el lema de “no es abuso, es violación, hermana, yo sí te creo”.

Este caso de La Manada, como se le conoció en España, fue uno de los que enarboló como bandera la ministra de Igualdad, Irene Montero, para lograr que el congreso aprobara la Ley de Garantías de la Libertad Sexual, mejor conocida como la ley del “solo sí es sí”.

Yo no estoy tan segura de que la ley vaya a dar los resultados que se esperan, porque así como las leyes anteriores favorecían a los violadores, esta de ahora puede convertir en violador a un inocente, solo por la palabra de la mujer que acusa. 

Ciertamente, las mujeres necesitamos protección legal porque -en general- los argumentos que presentan los violadores son francamente absurdos: que si la mujer iba vestida de manera provocativa, que si se le estaba insinuando, que no fue clara en decir que no, que aceptó un beso y después se echó para atrás… Argumentos que hablan más de lo salvajes que pueden llegar a ser ciertos hombres, porque para algo debería servirles la razón: el que una mujer vaya vestida de manera provocativa no es óbice para violarla. Tampoco lo es el que se insinúe. Un coqueteo no es, necesariamente, el preámbulo de una relación sexual. Que bese a un hombre no significa que después venga la cama… Lo más increíble es que he escuchado estos mismos comentarios en bocas de otras mujeres: “esa mujer se está buscando lo que no se le ha perdido”.

Pero, insisto, no sé si será esta ley la que vaya a poner fin a las agresiones sexuales. Puede convertirse también en un arma de doble filo. Voy a poner como ejemplo un caso que conocí de cerca: un amigo mío se casó en segundas nupcias con una mujer bastantes años más joven que él. Tuvieron un varoncito, que tenía algo más de dos años cuando decidieron separarse. Él se sentía libre y feliz, ella estaba amargadísima. A los pocos meses, él tenía novia y ella entonces decidió que, a manera de venganza, no le iba a permitir ver al niño. Total, la guardia y custodia la tenía ella. Él le pidió, le rogó de todas las maneras posibles que lo dejara verlo, que la jueza le había dado un fin de semana sí y otro no y que como padre tenía derecho a estar con su hijito. Pero ella era una fiera herida. Finalmente, él decidió buscar un abogado y demandarla. Estando en el medio de la demanda, empezó a recibir mensajes de WhatsApp de la exesposa, donde le decía que ella necesitaba hablar con él. Que por favor fuera a su casa, pero que fuera solo y sin apuros. Que le “reservara” una tarde solo para ella, porque tenían un hijo y tenían que hablar.

De repente, a él le cayó del cielo una especie de ángel de la guarda: una amiga de la esposa, que aparentemente se sintió cómplice y culpable de lo que ella pensaba hacer y le advirtió a mi amigo el verdadero plan de su exmujer: una vez dentro de su casa le iba a ofrecer algo de tomar, con un fuerte somnífero. Y una vez dormido lo iba a desnudar y a golpear por la cabeza, le tomaría fotos y lo iba a acusar de haberla querido violar y que ella, por fortuna, había logrado golpearlo. Todo lo tenía fríamente calculado. Menos mal que él no fue. Pero… ¿Y si hubiera ido? Una situación como la que había planeado la esposa lo hubiera sometido al escarnio público, hubiera avergonzado a los hijos que tenía del primer matrimonio, que ya eran grandes, probablemente la nueva novia lo hubiera dejado y tal vez hasta lo hubieran despedido del trabajo. Si él hubiera vivido en la España de hoy, le hubiera pasado todo eso y, encima, hubiera ido preso.

Es el problema de cuando se trata de resolver una injusticia cometiendo otra injusticia. Esta es una ley que engendra más preguntas que respuestas. Según, las parejas deben firmar una especie de convenio donde ambos acceden a tener relaciones sexuales. ¿Qué pasa si la mujer cambia de opinión en el camino? Eso no es muy raro… ¿Va a acusar al hombre de intento de violación si éste insiste? ¿Qué “pases” están permitidos y cuáles no?

Ojalá que las cifras de los feminicidios en España -que son muchos- bajen con la aplicación de esta nueva ley. Y ojalá que no vaya a haber muchos hombres víctimas de mujeres inescrupulosas que, por despecho, rabia o cualquier otra razón, los acusen de lo que no hicieron. Solo el tiempo nos dirá si el resultado no terminará siendo una injusticia mayor a la que se pretendía acabar.

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