Opinión

Manual del idiota tuitero: "Dejen trabajar a Pékerman"

La derrota ante Islandia volvió a prender en las redes sociales la vieja creencia de que los periodistas inciden en la labor de los técnicos. Una estupidez que no debería ser analizada sino fuera porque han crecido los grupos que la promueven

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Idiota
EFE

Sabrán perdonar el lugar común de recordar el famoso título del ensayo de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa para hablar de fútbol. Como se recordará, en «Manual del perfecto idiota latinoamericano» se satirizaba el victimismo «patriótico» que culpaba a Occidente y al capitalismo de todos los males de la pobreza; en las redes sociales, el perfecto idiota vinotinto suele culpar al periodismo del fracaso deportivo.

Para este forofo, los resultados negativos no provienen de decisiones erradas, casi todas de federativos que no saben absolutamente nada de la disciplina más que de burocracia. Tampoco de un universo de jugadores limitado, superado regularmente por otros países que no solo tienen más y mejor preparación, sino que suelen aprovechar los recursos que la misma disciplina ofrece por medio de la FIFA.

Si «Digan la verdá» era utilizada por las hordas gobierneras para amedrentar e invalidar cualquier denuncia que el periodismo independiente realizaba sobre el régimen de Hugo Chávez Frías, encerrando en esas tres palabras la idea de que los comunicadores eran voceros del imperialismo yanqui, en Twitter «Dejen trabajar» (a cualquier técnico) es su equivalente. Se vio muchísimas veces cuando CésarFarías fue técnico.

Porque para que el «Dejen trabajar» tenga éxito, deben existir repetidores y para que existan repetidores deben haber séquitos, como los hay en las sectas. En esta dinámica, un comentario, análisis, opinión es una afrenta. Ergo, ponerle la lupa a que Venezuela no disparara entre los tres palos en los 80 minutos contra Islandia no es un hecho sino «una campaña contra el actual proceso»; «una alarma innecesaria»; «una lloradera».

En la fantasía del perfecto idiota tuitero vinotinto, el periodista tiene la capacidad de incidir en la audiencia «creando mal ambiente». De alguna manera, pasamos a ser una fuerza maligna, un Voldemort, que desactiva los chacras y ejerce una presión sombría sobre los jugadores y el cuerpo técnico con el objetivo de deprimir a la selección para que prevalezcan nuestras consideraciones.

Son realmente fáciles de identificar. Son los que usan «conceptos» metafísicos como «pavoso» y «pájaro de mal agüero». Lo dicen antes de llegar al clásico «ligadores pa’trás». Sin embargo, no son los únicos. Están los que se ubican en la otra punta (obviamente hay que ser extremista para pertenecer a estos grupos); que no solo creen que los malos resultados en el fútbol venezolano (selección y equipos) son obra del periodismo dócil, sino que ponen como ejemplo las gritaderas que ven en televisión.

Para estos últimos, que Venezuela no haya asistido a un Mundial se explica porque no tenemos un Chiringuito o un Fútbol Total. En esta fantasía, los periodistas deberíamos asumir el discurso panfletario, de la calle, contra jugadores, técnicos y federativos.

La existencia de esos dos bandos no pasaría de ser anecdótica si las redes sociales no hubieran multiplicado sus voces, lo que peligrosamente ha derivado en manipulación. Es muy tentador comprar el discurso fácil para explicar el presente del fútbol venezolano antes que usar el pensamiento crítico. Hoy más que nunca urge repasar las variables que conviven en una disciplina tan compleja.

Pero la prevalencia de ese discurso también es un síntoma; una radiografía de nuestra crisis. No es solo lo que vemos en el fútbol, es también como lo entendemos.

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