Opinión

El acoso sexual: de nuevo en el tapete

La denuncia por abuso sexual presentada contra Alberto Vásquez, militante del partido Primero Justicia, pone otra vez de manifiesto la necesidad de que las instituciones sepan responder y orientar a las víctimas

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vásquez

La joven licenciada en Artes Liberales de la Universidad Metropolitana de Caracas, María Virginia Rojas Di Gregorio, fue acosada sexualmente en 2019 por Alberto Vásquez, un compañero de estudios, que pertenecía al mismo grupo de liderazgo y formación política -Alpes- de Primero Justicia, que presidía la pareja que ella tenía en aquel momento. Pero no fue sino hasta hace menos de una semana que la joven decidió hacer pública su denuncia, cuando al “depredador”, como lo llama, le entregaron un reconocimiento a la excelencia y participación estudiantil en un acto público. Es decir, fue incluido en la última Lista de Honor (no honores académicos) de la Unimet, que por la pandemia no le entregaron cuando se graduó en 2020.

Ella sintió que él no se lo merecía: por eso decidió ventilar su caso por las redes sociales. Hoy en día está viralizado.

Sin embargo, ya María Virginia había hablado de su caso cuando aquello sucedió. Se lo contó a la presidente del centro de estudiantes de Estudios Liberales, quien pautó una reunión urgente con los consejeros académicos (estudiantes todos) y unos miembros de la Federación de Estudiantes. También se reunió con algunos representantes de la agrupación de debates MUN de la Unimet y tuvo otra reunión con los miembros de la directiva de Alpes de PJ, que presidía su ex pareja. Este, por cierto, ya le había contado a Vásquez que María Virginia lo iba a denunciar y Vásquez comenzó a enviarle mensajes por Whatsapp a ella y a otra joven que también había sido víctima de acoso -mucho más grave, según cuenta María Virginia- y para remate, dentro de los mismos predios de la universidad. Su excusa para ambas, irrelevante y tonta.

Pero ninguno de los estudiantes con quienes María Virginia se reunió estaba al tanto de cuáles eran los canales para encauzar una denuncia de ese tipo. Una de las lecciones que se desprende de todo esto es que los jóvenes tienen que saber qué hacer cuando les sucede algo parecido.

Gabriela Buada, periodista, investigadora, profesora universitaria, feminista interseccional y defensora de derechos humanos, fundadora de Caleidoscopio, me comentó que en la UCAB, que en 2019 fue pionera en asentar los protocolos contra el abuso, con la oleada de denuncias que hubo en el Me Too en 2021, se supo que no los aplicaban. “No los conocen, o simplemente no les interesa. No es la primera denuncia de mujeres que dicen ser agredidas por dirigentes políticos juveniles. Durante el Me Too, en 2021, también salieron muchas denuncias, las más sonadas en la UCAB y la UCV, contra un profesor de PJ y dirigentes de VP. Los partidos y las universidades guardaron silencio”.

La mayoría de los interlocutores de María Virginia en aquellos días, le sugirió que hablara con “una profesora muy querida” que estaba dispuesta a ayudarla. En modo confidencial, ella y la otra joven le contaron todo lo que les había pasado. La profesora le aseguró que “haría todo lo que estuviera en sus manos para que llegara hasta donde tenía que llegar” y así lo hizo. Pero ninguna de las dos muchachas quiso que sus nombres salieran a la palestra. Me lo confirmó la profesora Mary Carmen Lombao, vicerrectora académica de la Unimet en 2019:

“El problema fue precisamente ese. Nunca recibimos una denuncia porque las víctimas no quisieron denunciar, ni que se conociera su identidad. Las muchachas le contaron en confidencia a una profesora acerca de esta situación. La profesora inmediatamente nos informó. De inmediato operó la red de acompañamiento y apoyo institucional para las estudiantes en lo psicológico y en lo jurídico a través de la Dirección de Asesoramiento y Bienestar Estudiantil (DADE) y la propia Facultad de Derecho.

Se ofreció apoyo para que interpusieran la denuncia ante la Fiscalía. Igualmente, se les informó que a nivel institucional requeríamos una denuncia formal para poder iniciar el procedimiento correspondiente establecido en el Reglamento de Convivencia y Régimen Disciplinario, de lo contrario estábamos con las manos atadas y las estudiantes ratificaron su voluntad de mantenerlo en secreto. Realizamos la consulta correspondiente de cómo proceder en casos de esta gravedad que no quieren denunciar a la Escuela de Derecho y a la Consultoría Jurídica y se nos recomendó crear un Protocolo Especial para la atención a los casos de acoso y violencia. Lo informé al Comité Rectoral y de inmediato se creó una Comisión Interdisciplinaria a la que se le asignó la misión de crear este instrumento, lo cual se hizo del conocimiento formal del Consejo Académico en su momento. Procedimos en el marco de la institucionalidad, con apego a la normativa vigente en su momento. Supimos de avances en el instrumento, formulamos algunas observaciones para su mejora antes de la discusión del mismo en Consejo Académico y luego de ello ocurrió nuestra salida de la universidad”.

El acoso comenzó el 31 octubre de 2019 cuando María Virginia conoció a Alberto Vásquez, el “depredador” que “le cambió la vida”. Una reunión en un local del Centro Comercial San Ignacio que continuó en el apartamento de uno de los del grupo. Seis personas, entre ellas él, quien además pertenecía al grupo de liderazgo y formación política Alpes, que presidía la ex pareja de María Virginia.

Al día siguiente, cuando le contó a su novio lo que había sucedido la noche anterior, su respuesta fue “no te conviene decir nada. Él tiene mucho poder y está haciendo vida política y yo, como presidente del grupo, no puedo lidiar con un problema así”.

¿Qué clase de pareja pide silencio cuando se entera de que su mujer ha sido acosada? Dos semanas después, María Virginia, haciendo caso omiso de su “consejo” prosiguió con su idea de denunciar a Vásquez. Pero en la universidad le dijeron que lo que cursaba era poner la denuncia en Fiscalía. Ella consultó en su entorno y le dijeron que como no había sido violada, la pena para él, en cualquier caso, sería mínima. Y ella, con su denuncia de aquel momento, lo que esperaba era que no pasara lo que finalmente pasó: que la universidad le otorgara un reconocimiento. Por eso hoy habla.

“Hoy decido hablar porque tengo un espacio para hacerlo… Ningún jabón quita la suciedad que se siente después de ser abusada”.

La Unimet se ha movido rápida y diligentemente. María Virginia ya puso su denuncia como tiene que ser y comenzarán las diligencias pertinentes. En un comunicado, la universidad expresa su firme voluntad de “asumir con seriedad cualquier señalamiento que involucre a alguno de sus miembros, por ende, abrirá las investigaciones que resulten pertinentes a los efectos de aclarar cualquier hecho que afecte o pueda haber afectado la debida convivencia entre los miembros de la comunidad universitaria. La Universidad reitera su compromiso de asegurar que el comportamiento de sus integrantes se apegue a nuestros principios y normativas, imprescindibles para convivir plenamente dentro de nuestra comunidad universitaria”.

Por otro lado, también Primero Justicia se está moviendo. El dirigente fue suspendido el pasado viernes por la Junta de Dirección Nacional de Primero Justicia. Esta noticia fue confirmada por la misma María Beatriz Martínez, presidente del partido: “Vásquez violó el artículo 141 de los estatutos del partido”, y añadió: “Conforme a las atribuciones que establece dicho artículo, se acordó, por la gravedad de los hechos señalados públicamente, la suspensión total de los derechos partidistas a Alberto Vásquez, durante el tiempo que dure la investigación”.

Este tema no es para tomárselo a la ligera. Como concluyó Gabriela Buada,“esto no va a cambiar mientras no cambie la cultura. Se sigue pensando que no existen relaciones de poder, se sigue pensando que no existe la agresión, que no existe el machismo y que esto solo son ganas de las feministas de pegar cuatro gritos”. Claro que existen relaciones de poder, claro que existe la agresión, por supuesto que el machismo está enseñoreado -incluso por ciertas mujeres- y las feministas, en apoyo de las víctimas, tienen toda la razón de pegar todos los gritos que sean necesarios. Éste es el mío…

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