Opinión

No todos están preparados para ser padres

Un hijo es un compromiso de por vida. Y la paternidad es cosa compleja que no a todos se les da bien: hay que estar muy conscientes

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Recuerdo que una tía abuela cada vez que sabía de alguien que estaba embarazada decía: “se le aumenta la felicidad y se le acaba la tranquilidad”. Palabras ciertas.

Un hijo es una responsabilidad con R mayúscula que no todos están preparados para asumir. En las clases medias y altas, en muchos casos, pareciera que la paternidad (y la maternidad) se limitara a la fiesta para anunciar el embarazo, la rotura del globo para saber el sexo, el -o los- “baby showers”, el bautizo, las piñatas y la elección del colegio donde “pueden hacer las mejores relaciones”. Si tener hijos es solo esa banalidad, los resultados serán que los hijos se convertirán, de bolichicos para abajo, en cualquier desastre.

En las clases más desposeídas, la paternidad es usualmente maternidad. Muchas mujeres, por desgracia, no han aprendido que un hijo no amarra a un hombre. Y siguen saliendo embarazadas de la pareja de turno. Y cuando él se va… ¡el acabóse! A entregarle los niños a la abuela, porque la mamá tiene que trabajar para mantenerlos precariamente. Esa mamá que trabaja no sabe ni cómo ni con quiénes andan sus hijos. La abuela, que ya ha criado los suyos y que tal vez tiene a su cargo otros nietos de otros hijos, simplemente no se da abasto.

Un hijo es un compromiso de por vida. Alguien que -porque no escogió venir al mundo- es nuestra responsabilidad como padres. Educar no es divertido, más bien es monótono: “Lávate los dientes”. “No pongas los codos en la mesa”. “Así no se agarra el cuchillo”. “No hables con la boca llena”. “Ve a bañarte”. “No puedes salir con esos zapatos porque están sucios”. “Tiende tu cama”. “Arregla tu clóset”… son frases que hemos repetido ad infinitum.

Si se trata de estudios, tenemos que estar pendientes de qué han aprendido, si entienden, si necesitan refuerzo. Animarlos. Apoyarlos. Estar pendientes de cualquier indicio que pueda indicar que algo no está bien, como puede ser que lo estén hostigando y tomar medidas.

En el tema de amistades, es de primordial importancia conocer a sus amigos. Estar pendientes de que sean sanos y que no corren peligro yendo a sus hogares. Me impresionaba mucho y en bastantes ocasiones me pasó que, cuando iba a buscar a mis hijas a una fiesta en la madrugada, siempre venían con dos, tres, y hasta cuatro amigas y en una que otra ocasión, amigos. “¿Podemos llevarlos a sus casas?”. Yo los llevaba porque no los iba a dejar que se fueran “como pudieran”. Pero siempre me impresionó la sangre de horchata, la dejadez y la tremenda irresponsabilidad de unos padres que no tenían ni idea de cómo ni con quién iban a regresar sus hijos en una Venezuela tan peligrosa como la que teníamos y todavía tenemos.

Sí, por supuesto que es más cómodo dejar a los niños en el colegio, como si el deber de educarlos fuera solo de los maestros. También es más confortable no tener que llevarlos ni buscarlos, sino que “otros” lo hagan. El resultado se los puedo anticipar: sus hijos crecerán como extraños. No tendrán la confianza para compartir sus sueños, mucho menos sus angustias. Buscarán en otra parte lo que no encuentran en sus casas. Y en ocasiones, toparán con personas disfuncionales, como pederastas, violadores, sádicos y luego… ¡a llorar al valle!

Tener hijos es un sacrificio. Si no estás dispuesto a asumirlo, mejor no los tengas… No tienes derecho a traerlos para que sufran o hagan sufrir a los demás…

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