Opinión

El fanatismo: una de las columnas de la estupidez

El asalto a los poderes públicos en Brasilia y la toma del Congreso en Washington se miran en el espejo de la misma estupidez

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Lo he escrito en otras oportunidades pero siempre es bueno repetirlo, sobre todo a la luz de los acontecimientos recientes en Brasil: hay un libro del filósofo español José Antonio Marina que debería ser de obligada lectura y discusión para todos los alumnos de bachillerato del mundo, básicamente porque mientras más temprano se combata la estupidez, mejor. Se llama “La inteligencia fracasada: teoría y práctica de la estupidez”. Yo lo leí hace años, cuando Alberto Soria lo citó en uno de sus lúcidos artículos de opinión. La promoción del libro afirma que, así como hay una teoría científica sobre la inteligencia, debería haberla sobre la estupidez. Y es que ciertamente hay casos en los que resulta más pertinente estudiar, en vez de la inteligencia, la estupidez. Marina sostiene que sus causas son el prejuicio, el fanatismo, el dogmatismo y la superstición.

El asalto al Congreso de Brasil por los partidarios de Bolsonaro fue una estupidez de la A a la Z y le dio la vuelta al abecedario para comenzar de nuevo, por ser una reedición del asalto al Congreso en Washington hace dos años por los partidarios de Trump. A mí no me gusta nada Lula, pero esto fue un intento de golpe de Estado, como lo fue el de los Estados Unidos, porque su objetivo era impedir que un presidente electo legítimamente asumiera el cargo. La horda de fanáticos no solo asaltó el Congreso, sino también las sedes de la Presidencia y del Tribunal Supremo en Brasilia supuestamente para “exigir una intervención militar para echar a Luiz Inácio Lula da Silva del poder”. Ahora se extrañan de que los hayan detenido. Igualitos a las hordas estadounidenses.

En varios tuits que envió a mediados de diciembre, Trump alentó a sus seguidores a asistir a un mitin y marchar el 6 de enero para protestar por el conteo de votos. En uno de los tuits, Trump decía: “¡Haz acto de presencia, que será salvaje!”.

En el mitin, realizado en un parque público cerca de la Casa Blanca, una multitud que incluía a miembros de organizaciones paramilitares y otros extremistas de derecha, escucharon los discursos de Trump, su abogado personal Rudy Giuliani, y sus hijos Donald, Jr. y Eric, quienes repitieron falsedades y teorías de conspiración sobre las elecciones robadas. Del mitin, muchas personas se dirigieron al Capitolio, en su mayoría miembros de organizaciones extremistas de derecha como Proud Boys, Oath Keepers y Three Percenters, así como adherentes autoidentificados de la teoría de la conspiración de QAnon, los mismos que están esperando que John Fitzgerald Kennedy y su hijo John John resuciten para convertirse, junto a Trump, en una especie de trinidad del poder en los Estados Unidos. ¿Se dan cuenta de por qué hay que estudiar a fondo la estupidez humana?

Pues bien, Bolsonaro se copió el guion de Trump completico. Y como Trump, cuando se dio cuenta de que había alrededor de 400 detenidos y que la policía había recuperado los tres edificios asaltados, se lavó las manos: “Las manifestaciones pacíficas, dentro de la ley, forman parte de la democracia”, escribió en Twitter. “Sin embargo, las depredaciones e invasiones a edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, son excepciones a la regla”. Y como era de esperarse, atacó las afirmaciones de Lula de que él era el responsable.

Los cobardes son así: arengan y mandan, pero nunca se presentan a ser las cabezas de las protestas. Tampoco asumen su cuota de responsabilidad: que pongan presos a sus seguidores. De hecho, Bolsonaro ni siquiera se encuentra en su país: está en Orlando, Florida.

Me preocupa este acto de supina estupidez porque lo que lograron Bolsonaro y su tribu con todo esto fue convertir a Lula, que no es ningún santo, en una víctima. Le pusieron en bandeja de plata un discurso del que hará uso ad nauseam y ad infinitum. Y es que su mismo modus operandi, en manos de la derecha, se convierte en un delito. Ni a los fascistas, ni a los comunistas les gusta la democracia, pero la usan a su conveniencia como argumento. ¡Qué desgracia la de nuestra América Latina, que va del fascismo al comunismo buscando las soluciones que jamás encontrará allí porque todo se reduce a opresión o caos! ¿Amanecerá algún día?

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