Opinión

Las críticas a Shakira: machismo a mil por hora

A propósito de la situación entre la cantante colombiana y el futbolista catalán, Carolina Jaimes Branger apunta al machismo que se expresa desde las propias mujeres

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Cuando mi mamá se casó con mi papá, a fines de 1957, mi abuela le dijo “con tal de que te respete de la puerta de la casa para dentro, de la puerta de la calle para afuera, que haga lo que le dé la gana”. ¿Qué clase de “respeto” es ese? Por supuesto, estamos hablando de los años cincuenta, cuando -si bien algunas mujeres comenzaban a ir a la universidad- era una suerte de “MMC: mientras me caso”. La mayoría de las que comenzaron sus carreras no las terminaron porque se casaron. El matrimonio era el máximo desiderátum de las mujeres de esa generación. Mi mamá, por ejemplo, tenía su vida dividida en dos: antes y después de casarse. Si yo pienso en mi vida, por fortuna, tengo muchos hitos. Mis dos matrimonios son dos de ellos, pero ciertamente no el meridiano de mi vida.

La publicidad de aquella época mostraba a glamorosas damas haciendo labores domésticas con hermosos vestidos, tacones con puntas de stiletto, maquilladas y lo más seguro, de haberlas podido oler, también perfumadas. Ser ama de casa parecía ser la única realización de una mujer, cuando lo cierto es que es algo tan rutinario y tedioso que si no fuera porque desde pequeñas fueron entrenadas para serlo la mayoría hubiera terminado con cuadros de depresión. Y tal vez muchas hasta terminaron deprimidas porque sus vidas eran monótonas y sin retos.

Por fortuna, a la vez que se ensalzaba el “amadecasismo, salieron a la luz pública mujeres como la filósofa Simone de Beauvoir con su libro “El segundo sexo” y la escritora y feminista Gloria Steinem quienes, a ambos lados del Atlántico, comenzaron una lucha sin cuartel contra la supremacía masculina en el mundo en los años sesenta, cuando el libro de de Beauvoir se convirtió en un best seller. Había sido publicado en 1949 y contaba con decenas de miles de lectores y admiradores. Pero las ventas se catapultaron a partir de 1956, cuando el Santo Oficio de la Iglesia Católica ordenó la inclusión de diversas partes del escrito en el Índice de Libros Prohibidos. Cincuenta años después podemos decir que hemos tenido avances importantes en la reducción del machismo, pero las enemigas de entonces siguen siendo las de ahora: las mujeres. Las mismas que en los años sesenta se enfrentaron a las feministas en masivas protestas y con enormes pancartas que decían “queremos ser amas de casa”, y que hoy, sin carteles, siguen teniendo actitudes similares.

Lo digo porque me ha sorprendido que en el sonadísimo caso de Shakira y Piqué mientras sobre Piqué han dicho poco o nada sobre su infidelidad (¿seguirán pensando que “de la puerta de la calle para afuera puede hacer lo que le dé la gana”?), después de la canción que lanzó Shakira, a ella sí le han llovido críticas, sobre todo en lo referente a sus hijos: “¿Por qué no pensó en sus niños?”… “Pobres hijos… no se merecen esa exposición pública” son las quejas que más se repiten. ¿Por qué cuando era obvio y notorio que Piqué andaba con otra nadie le reclamó que por qué no pensaba en sus hijos? ¿Acaso somos las mujeres las únicas que tenemos que pensar en nuestros hijos? ¿El que seamos nosotras quienes nos embaracemos nos hace absolutamente responsables de nuestros hijos? ¡Eso es machismo puro y duro!

Lo peor es que las mujeres que piensan así, cuando crían a sus hijos, tanto hembras como varones, les transmiten paradigmas como que “los hijos son de las mujeres”. Así aseguran la permanencia del machismo por los siglos de los siglos. Dentro de este esquema, los hombres no son más que simples proveedores económicos del hogar y en muchísimos casos, solo portadores del espermatozoide que fecunda al óvulo. Un hijo es el producto de la unión entre un hombre y una mujer. Y aunque sus padres legales sean del mismo sexo, ambos tienen las mismas incumbencias y compromisos. Sobre todo, en una sociedad donde la mayoría de las mujeres trabaja en la calle también. No es que el hombre debe “ayudar”. Es tan simple como que el trabajo, de la calle y de la casa, debe dividirse entre los dos.

Así que, quienes critican a Shakira porque “no pensó en sus hijos”, por favor critiquen también a Piqué por no haberlo hecho. Quienes le exigen a Shakira que no ventile su despecho en público, exíjanle también a Piqué que no ventile sus infidelidades. Lo que es igual no es trampa. El resto, es puro machismo a mil por hora… por culpa de las mismas mujeres.

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