Opinión

Ese genio llamado Gustavo Dudamel

Falta poco ya para celebrar el medio siglo de El Sistema y una de sus emblemáticas figuras, Gustavo Dudamel, acaba de ser designado director de la Filarmónica de Nueva York

Gustavo Dudamel
AFP
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El 12 de febrero se cumplieron 48 años de la fundación de la obra más importante -junto a PDVSA- de la democracia venezolana: el Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. Y esa fecha fue doblemente celebrada, porque apenas unos días antes, nuestro Gustavo Dudamel había anunciado al mundo que a partir de 2026 estará al frente de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, la mejor de los Estados Unidos y una de las mejores del mundo.

Conozco a casi todos los fundadores de El Sistema. Ellos coinciden en que aquel primer ensayo a finales de 1974 -al que acudieron Frank Di Polo, Ulyses Ascanio, Sofía Mühlbauer, Carlos Villamizar, Jesús Alfonso, Edgar Aponte, Florentino Mendoza, Carlos Lovera y Lucero Cáceres- en un estacionamiento en La Candelaria donde estaban ellos nueve y donde había muchos más atriles que músicos, fue de cierta manera indescifrable: escuchar hablar a José Antonio Abreu de aquel mega proyecto en el que la música sería el vehículo para enseñar valores, podría ser o bien el sueño de un lunático, o bien el proyecto de un hombre visionario, con las herramientas para llevarlo a cabo contra viento y marea. Por fortuna todos le compraron la idea y ahí está El Sistema, a dos años de medio siglo, llevando esperanza, vida y amor a todos los rincones de Venezuela.

Toda gran obra levanta polémicas y el maestro Abreu no estuvo exento de estar en el epicentro de ellas. Pero él sabía muy bien a dónde quería llegar y -con la paciencia de un santo- nunca se detuvo. Ha debido tragar grueso muchas veces, sin lugar a dudas. Tuvo que bajar la cabeza otras cuantas. Jamás entró en polémicas, aunque tal vez hubiera sido el camino más fácil de dirimirlas. Hoy estaría tan orgulloso y feliz de ver a Gustavo, a su Gustavo -al Gustavo que descubrió y en quien adivinó un genio comparable solo al de los grandes de la música- subir al mismo podio donde estuvieron en su momento Gustav Mahler, Arturo Toscanini, Wilhelm Furwängler, Bruno Walter, Leopold Stokowski, Leonard Bernstein, Pierre Boulez, Zubin Metha, Kurt Mazur y Lorin Maazel, entre otros. La crema de la crema de la dirección orquestal.

“Betty, ¡encontré al director para la Sinfónica Infantil!”. Con esta frase abrió la conversación telefónica con una de sus hermanas, Beatriz, el maestro Abreu. Su proyecto era que el maestro Gregory Carreño, uno de los fundadores de El Sistema y miembro de una de las familias de músicos más importantes del país, fuera su director artístico. Pero un aparatoso accidente automovilístico lo dejó fuera del plan. Entonces Abreu se dio a la tarea de buscar otro director que cumpliera con sus expectativas, que eran realmente altas. Y para ello recorrió todo el país.

Una mañana, estando en Barquisimeto, había un ensayo. Corría el año de 1996. El director no había llegado y los jóvenes músicos estaban algo inquietos. Uno de los violinistas, Gustavo Dudamel, que en ese momento tenía solo 15 años, decidió “encargarse” de la orquesta. Con una combinación perfecta de conocimiento y paciencia fue llevando a sus compañeros a alcanzar un nuevo nivel de interpretación y, sobre todo, de virtuosismo. El maestro Abreu junto al director lo veían desde la entrada, admirados y conmovidos. De allí, Abreu salió a llamar a Betty. Lo que vino después, pertenece a la historia. José Antonio Abreu supo -al instante- conocer el genio de Gustavo al apenas verlo. Porque no es que Gustavo sea un gran músico. Grandes músicos hay muchos en el mundo. Gustavo es un genio de la música -y son pocos- y tuvo la fortuna de encontrarse con quien lo supo reconocer, aupar y llevar de la mano hasta donde está hoy en día.

Apenas supe de su nombramiento en Nueva York, mi primer pensamiento fue para mi amigo José Antonio Abreu, lamentando que no estuviera para verlo. Pero pensé que, así como intuyó lo que sería El Sistema, también intuyó que Gustavo estaría, a la vuelta de pocos años, al frente de las mejores orquestas del mundo.

Como venezolana, siento una inconmensurable alegría y un orgullo que no me cabe de ver a Gustavo, a quien conocí poco después de haber sido designado director titular de la Sinfónica Infantil, escalar esos puestos que se ha ganado a pulso. Solo deseo que siga en su vertiginoso ascenso, con la humildad que siempre lo ha caracterizado, con ese carisma arrollador y ese sentido de la venezolanidad que lleva donde quiera que se encuentre.

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