Opinión

Vinotinto de Batista: mejor no esperar nada

Después de dos partidos con selecciones que no tienen ningún parecido con Colombia o Paraguay, rivales inmediatos de la eliminatoria, es poco lo que se puede concluir. No sabemos lo que quiere el nuevo técnico de la selección de Venezuela. Lo descubriremos en plena competencia

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Todo o nada. De la grandilocuencia con José Pékerman y la promesa del cambio radical del fútbol venezolano al «esto es lo que hay» con Fernando Batista. La selección de Venezuela, más que un equipo, es una entelequia, en el sentido filosófico del término: su existencia es su propio fin. Y como periodistas y fanáticos, nos hemos acostumbrado a ello.

Nos repetimos en interminables debates. Del sustituto de Tomás Rincón (35 años) se ha especulado dede hace dos eliminatorias sin que la transición haya sido posible. Que Alexander González (30 años) y Salomón Rondón (33 años) sean hoy las mayores certezas para el 11 que abrirá contra Colombia, en el debut de las eliminatorias, ratifica que la consolidación de otras generaciones no sucedió. Podemos enumerar lesiones y otras consideraciones, pero el resultado es el mismo.

Abundan en las conversaciones futbolísticas los deseos sobre las realidades. La repetición de nombres en las convocatorias, de José Peseiro a Fernando Batista, pasando por el deslumbramiento con Pékerman, certifican que el universo de jugadores disponibles es más corto que el deseado y enumerado por Pablo Pueblo. Porque cada cierto tiempo salta un nombre nuevo, una esperanza blanca como en el boxeo que, una vez probada, se desecha. Miguel Navarro y Jean Franco Fuentes, son los últimos damnificados de la trituradora Vinotinto absoluta, que suele engullir a los candidatos más jóvenes.

Hoy pedimos el regreso de Oscar González (31 años), el mismo lateral «descubierto» en la frontera de edad que divide el rendimiento físico de un jugador promedio. Porque rendir como lo hacen Modric (37), Messi (35) o Cristiano Ronaldo (38) son excepciones que confirman el patrón de lo que sucede cuando se supera las tres décadas. El presente de Salomón es consecuencia de esa realidad, aunque nos duela.

Con ese cheque en blanco que entró Pékerman, las críticas por el uso de la vieja guardia fueron pocas. Se creía que mientras eso pasaba, se estaba trabajando en el fútbol formativo y en las selecciones inmediatas a la mayor para solucionar el problema generacional. Hoy vemos que se trataba de una asunto de pura fe. Y por eso le convenía al dúo dinámico que los medios de comunicación estuvieran lejos de las concentraciones.

Desde la designación de Fabricio Coloccini como técnico de las menores – DT que hizo todo lo posible por mostrar su falta de experiencia- hasta la espantada de territorio venezolano con su pana Pacual Lezcano, Pékerman dejó en evidencia que la colonización argentina llegó con espejitos buscando metal precioso. Ahora, sin tiempo para trabajar en los dos primeros partidos eliminatorios, no hay otra que echar mano de los veteranos y cruzar los dedos.

Batista, sobreviviente de la llegada de las tres carabelas, asumió el mando. Los partidos preparatorios contra Arabia Saudí y Uzbekistán le habrán servido para hacer grupo, porque estos rivales no se asemejan en nada a Colombia y Paraguay, los contrincantes de septiembre. Decir que tiene mucho trabajo por delante es una gran obviedad. Habrá tomado nota de ello. Entonces, ¿qué debemos esperar de él? Por ahora, nada.

Es imposible que un técnico recién nombrado pueda en un trimestre resolver lo que tres anteriores no consiguieron (sum a Rafael Dudamel en la cuenta). Con menos de dos semanas tuvo que preparar dos partidos amistosos que no pidió y en los que debió suplir la presencia de jugadores probados como Wuilker Fariñez, Jefferson Savarino, Yangel Herrera, Darwin Machís, Yeferson Soteldo, Nahuel Ferraresi y el propio Oscar González. No es pesimismo, es la realidad.

Si Venezuela saca puntos en sus dos primeros partidos será por la misma esencia de la disciplina. Basta un mal día de un jugador para que todo se derrumbe, como le pasó a Navarro contra Uzbekistán; o que el arco se te cierre, como le sucedió a Colombia que encadenó seis partidos sin marcar, lo que le costó la clasificación en el pasado premundial, a pesar de tener goleadores probados en las mejores ligas de Europa. Esto es fútbol.

Nadie sabe cómo juega Batista. Es muy rápido para sacar conclusiones. Lo iremos descubriendo con el pasar de los partidos, prácticamente en la misma competencia. Esa es la consecuencia de haberle dado todo el poder a una persona (o dos), bajo la promesa de cambiar el fútbol venezolano. Paradójicamente se logró lo contrario: enfrentaremos este ciclo mundialista como siempre, dándole ventajas al rival.

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