Opinión

Amenaza conocida no asusta (o no debería, al menos en política)

Ramón Guillermo Aveledo recuerda lo ocurrido en Barinas durante las elecciones regionales, para llamar la atención sobre lo que podría suceder de cara a las presidenciales

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“Guerra avisada no mata soldado” es un viejo dicho que en cosas de la política no me gusta repetir, porque ésta es lo contrario de toda violencia aunque a veces no lo parezca. Pero como a cada rato y en la escuela del difunto presidente, desde el poder se concibe erróneamente la política en términos bélicos, nunca está demás tomar previsiones.

Que algo haya sucedido no quiere decir que se repetirá, ciertamente, sin embargo, mal podría concluirse que lo que ha sucedido ya no volverá a ocurrir. Esa doble presunción de originalidad y enmienda sería demasiado, el tipo de ingenuidades en las que nadie debe sentirse tentado a incurrir. Ir por la vía electoral, por sensato, no implica ignorar los peligros.

Ya en Barinas vimos cómo apareció la noticia de la inhabilitación de quien había ganado la elección regional, medida hasta entonces desconocida por todo el mundo, empezando por el personalmente afectado. La escogencia de una candidatura sustituta para la elección convocada para poco más de un mes después fue obstaculizada con inhabilitaciones que podríamos llamar sobrevenidas, hasta que los factores opositores atinaron en el entonces recién electo legislador y actual gobernador Sergio Garrido, cuya cordialidad y ganas de hacerlo bien son reconocidas. Se unificó el oficialismo con una candidatura venida en paracaídas desde las alturas, se la apoyó con una ingente inversión pública y se la ayudó con una candidatura potencialmente divisora de los sectores alternativos, por su notoriedad, su robusto financiamiento y el apoyo de la alianza que había obtenido nutrida votación en noviembre.

Nadie en la dirigencia “comió casquillo”, el candidato inhabilitado colaboró activamente y se produjo una amplísima unidad, mayor que la del 21 de noviembre a pesar de todo. Súmese que dignamente, el exgobernador Rosales Peña no se prestó a la maniobra y lo principal, que los barineses reaccionaron “picados” por el abuso y votaron masivamente para ampliar sustancialmente el margen de ventaja.

En 2024 está en juego la Presidencia de la República. Consciente de su impopularidad, el grupo en el poder no se confiará otra vez en las querellas de una oposición dividida. Tiene muy presente el chasco barinés, a donde fue por lana y salió trasquilado. Aunque no sea descartable, es preferible no contar con otra equivocación de su parte. Lo que incumbe a la oposición es estar preparada para, en las condiciones distintas y más exigentes de 2024, repetir la hazaña de Barinas.

Si la primera tarea democrática es hacer una primaria abierta, ordenada, que muestre su seriedad como alternativa y ayude a aumentar su confiabilidad y atractivo, una necesidad objetiva, cabe pensar que el gobierno irá siguiendo ese proceso de modo que le ayude a mejorar su maltrecha imagen externa y también interna, pero sin aumentar el riesgo de perder el poder. Confiarse está excluido, cuidar la primaria es vital para los demócratas, tanto de emboscada ajena como de yerro propio. Todo el día, todos los días.

Pero como ella es condición necesaria mas no suficiente, deben los actores políticos democráticos más allá de la Plataforma, todos los que creen en la fase electoral de la salida a la crisis, trabajar juntos en una estrategia común que se traduzca en un mensaje común, para que esa postulación sea verdaderamente poderosa por creíble, con base en la solidez del compromiso de todos. De esa estrategia forma parte -es crucial- el acuerdo para resolver la cuestión que a continuación planteo.

Como hipótesis de trabajo, lo sensato es asumir como posible que el poder vuelva a echar mano de la inhabilitación para sacar del juego a candidaturas, que se niegue a devolver sus derechos políticos a líderes actualmente inhabilitados o incluso que habilite en plazos y condiciones que creen nuevos problemas. Ninguna de las tres se puede descartar.

¿Qué hacer en esos casos?

La respuesta no puede dejarse a cada quien, como el poder quisiera. Tampoco sería responsable, por su naturaleza intrínsecamente política, echarla en hombros de la Comisión Nacional de Primaria, que además ya tiene bastante trabajo.

La responsabilidad es intransferiblemente del liderazgo político. De la Plataforma Unitaria, claro, pero no sólo de ella que ha hecho bien en promover la primaria sin apropiársela. También toca a otros actores políticos democráticos que han asumido ese proceso. Analizarlo y acordarse ahora, lealmente, sin destapar las cartas. Antes de correr obligados a atrapar pegados de la cerca la bola que nos bañó, cuando puede ser demasiado tarde. La experiencia vale.

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