Opinión

Juan González, el amigo americano

La reciente salida de Juan González de la Casa Blanca parece privar al chavismo, por lo que dicen los hechos, de una suerte de aliado en Washington. Estando el gobierno de Biden en su tramo final, es improbable que se construya una estrategia para restablecer la democracia en Venezuela, y todo apunta al “como vaya viniendo, vamos viendo”

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El cineasta alemán Win Wenders le puso rostros a los personajes de la novela de Patricia Highsmith en la inolvidable película “El amigo americano”. Desarrollada a ritmo vertiginoso en emblemáticas ciudades de Europa, todo parecía girar tanto en la cinta como en el libro en torno a la pastosa personalidad de Tom Ripley.

Este título viene dándome vueltas a propósito de esta etapa final, del primer período como presidente de Joe Biden y su impacto sobre Venezuela. El objetivo parece resumirse, como suele ser en política exterior, hacer las cosas pensando en la política interna. En este caso, la apuesta consistía en diferenciarse de aquella “presión máxima”, que en su momento ejerciera Donald Trump y que llevó a un rápido reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino y a la política de sanciones contra Pdvsa y limitando el manejo de las finanzas públicas por parte del régimen de Nicolás Maduro.

Biden sigue en la presidencia, al menos por 11 meses más, pero lo que ni siquiera llegó a ser su política para Venezuela sencillamente ha naufragado. Y ese fracaso tiene claramente un nombre: Juan González.

González, que en el discurso sostenía que se lograrían elecciones libres y justas este año, en realidad parece haber inspirado su acciones y estrategia en el libro de Lenin: “Un paso adelante, dos pasos atrás”.

Biden como lo hizo también Trump, sustrajo el tema de Venezuela del ámbito de la diplomacia, que lleva el Departamento de Estado, y lo puso en manos de asesores de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.

La reciente noticia de que cesó Juan González en su rol como asesor de Seguridad Nacional para el hemisferio occidental, y quien se había encargado personalmente de establecer canales de diálogo y negociar acuerdos con el régimen de Nicolás Maduro, dejó al desnudo lo que diversos analistas sostenían: no existe como tal una política hacia Venezuela. La salida de González se asocia con el fracaso del diálogo con el chavismo.

Hace una semana, desde la Casa Blanca el asesor principal de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, afirmó: “Esas licencias que otorgamos para el alivio de sanciones expiran en abril. En ese momento veremos dónde estamos con respecto al régimen de Maduro y si está cumpliendo sus compromisos y, luego tomaremos nuestras decisiones sobre cómo proceder a partir de ahí”.

Tal como decía un personaje de la famosa telenovela venezolana, “Por estas calles”, la política estadounidense se resume con esta frase: “como vaya viniendo, vamos viendo”.

En la práctica, el chavismo nuevamente suma tiempo a su favor, con un costo político irrelevante. El régimen de Maduro incumplió con lo acordado con Estados Unidos de que se revisarían las inhabilitaciones políticas, que afectan entre otros a la figura opositora más popular, María Corina Machado.

Y lejos de reducir el número de presos políticos, otro de los temas pactados, los ha incrementado y además metiendo en prisión a una emblemática figura defensora de derechos humanos, Rocío San Miguel, una línea amarilla que hasta ahora el chavismo no había cruzado.

González en los últimos meses sostuvo una serie de reuniones secretas, que fueron finalmente reveladas por medios de prensa de Estados Unidos, con Jorge Rodríguez, figura de confianza de Maduro y quien formalmente es presidente de la Asamblea Nacional.

Tales reuniones apuntaban a un escenario de que habría elecciones competitivas en 2024 y esto fue sellado en Barbados por el gobierno y oposición venezolanos, a fines del año pasado. Esto coincidió con un arrollador triunfo de Machado en unas elecciones primarias opositoras y desde entonces ha aumentado significativamente su liderazgo entre los venezolanos.

Es muy posible que ni el chavismo, ni el propio González, hayan previsto la capacidad de convocatoria de Machado, en unas primarias autoconvocadas y organizadas por la ciudadanía, y que el triunfo de la líder conservadora cambió el escenario electoral.

En este momento, si María Corina Machado participa de las elecciones y estas son medianamente limpias y trasparentes, su triunfo sería claro. Por esa razón, posterior a Barbados, el chavismo se ha negado a levantar su inhabilitación pese a que fue lo que ofreció a Washington, a cambio de que se flexibilizaran las sanciones al petróleo, principalmente.

“Lo menos que puede decirse de González es que fue un ingenuo y que terminó envuelto por el chavismo. Es muy lamentable porque EEUU ha perdido tiempo y ya el tema venezolano se insertará en la agenda electoral estadounidense de este año”, me explica un diplomático en Buenos Aires.

En una de sus últimas declaraciones públicas, desde Bogotá, tras entrevistarse con el presidente Gustavo Petro, el ahora ex asesor de Biden aseveró que para EEUU “el candidato no es lo más importante, sino el mecanismo (electoral)”, en lo que se leyó como una falta de apoyo a Machado. Tal declaración de González fue reproducida ampliamente por el aparato de propaganda del chavismo dentro de Venezuela.

La administración de Biden, cuando reactivó un canal de diálogo directo con el gobierno de Maduro, a lo que se había negado antes, lo hizo bajo el argumento de que EEUU debía contar con suplidores de petróleo cercanos geográficamente y además exaltó la necesidad de lograr la liberación de presos estadounidenses en Venezuela.

Además del tiempo ganado en estos meses, mientras avanza el 2024 sin que haya las condiciones electorales aceptables para que la oposición democrática participe, el chavismo logró un simbólico triunfo de este proceso de diálogo directo entre Rodríguez y González, como lo fue la liberación del empresario colombiano, Alex Saab, señalado de ser testaferro del régimen de Maduro en diversas transacciones internacionales.

Juan González ya no está en la Casa Blanca, pero sin duda fue el amigo americano del chavismo.

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