Opinión

¿Y si votamos por Rosales?

En tono de interrogantes para sí mismo y para la audiencia, Andrés Cañizález se pasea por este escenario: ¿qué pasaría en Venezuela si la ciudadanía prodemocracia no sigue el guion escrito desde el Palacio Miraflores y una avalancha de votos convierte a Rosales en presidente?

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El título de este artículo no es una afirmación ni un alegato a favor de Manuel Rosales. No lo conozco ni tengo alguna relación con el actual gobernador del estado Zulia. Soy, como muchos, un venezolano que observa la dinámica política.

No hay una bola de cristal que nos diga lo que pasará en 2024, pero sí es obvio que el chavismo, desde el poder, quiere tejer una telaraña, con una serie de decisiones en el campo electoral y judicial, que le conduzcan a su objetivo central, que no es otra cosa que permanecer en el poder hasta el dosmilsiempre.

Mi punto de partida es una pregunta, la que está en el título, y una hipótesis simple, que desarrollaré a continuación.

Rosales ha sido aceptado como candidato por el chavismo por varias razones, me parece que hay una de peso: desde el poder ven a Rosales como derrotable.

En 2006, todo lo sabemos, el gobernador perdió ampliamente ante Hugo Chávez. Cabe poner aquello en su contexto.

Aquel año Venezuela obtuvo ingresos petroleros por el orden de los 100.000 millones de dólares. Fue un año de bonanza. Era cuesta arriba, no solo para Rosales, sino para cualquier opción distinta a Chávez, a quien la sociedad en aquel momento todavía veía muy positivamente. No había ocurrido aún el cierre de RCTV, ni la reforma de la constitución para la reelección indefinida. No había llegado el Socialismo del Siglo XXI y Chávez prometía amor.

Además de derrotable, por lo de 2006, a lo que suma la forma tan particular de expresarse que tiene el gobernador, las interrogantes sobre su salud y las cirugías estéticas, Rosales suma -además de todo eso y gracias a eso- un alto rechazo entre los venezolanos. Si se le añade la forma en cómo ocurrieron las cosas, su inscripción entre gallos y medianoche, la sospecha de que es el candidato “potable” aceptado por el chavismo, su inscripción fuera de la Plataforma Unitaria y por si fuera poco haberse inscrito como candidato sin haber pasado por las primarias.

Ese lado oscuro de Rosales, por decirlo de algún modo, junto a la forma en que se convierte en candidato se conjungan para producir dos cosas: dividir el voto opositor y generar desilusión.

De todos estos factores, el resultado esperado por el chavismo es que muchos venezolanos no acudan a las urnas el 28J, y, junto a esto, que de los que sí concurran a las urnas exista un rechazo tal hacia Rosales, que ese voto rechazo a Nicolás Maduro (que es lo neurálgico para el cambio) termine dispersándose entre un abanico de candidaturas Prêt-à-porter.

Vuelvo a mi pregunta original: ¿y qué pasaría si la ciudadanía de forma intuitiva o por una estrategia organizada votara masivamente por Rosales? ¿Y si los venezolanos salen de lo previsto y hacen exactamente lo opuesto a lo que el chavismo espera que suceda en las urnas el 28 de julio de este año?

No sé cuál es el final de la película, nadie lo sabe en verdad, pero hacer las cosas distintas a lo que pauta el poder, debería colocarnos en un escenario diferente a un Maduro reelecto holgadamente (aun con alta abstención) y mostrando que siendo primera minoría se enfrentó a una docena de lo que en mi barrio llamábamos batequebraos.

De ese paquete de candidaturas, el caso de Rosales y su partido Un Nuevo Tiempo es sin duda diferente. El gobernador ha estado inserto tanto en la Mesa de la Unidad Democrática, como ahora en la Plataforma Unitaria, al punto de que en ésta última el secretario de la coalición es un hombre de su confianza, Omar Barboza.

Rosales ha sido varias veces gobernador, sí, y alcalde, pero también debió salir al exilio y fue preso político. Dentro de ese lado oscuro que tiene como político, nunca quedó claro cómo quedó libre de los cargos y volvió, como hemos visto, a la arena política.

Rosales, además, fue candidato presidencial en 2006, sí perdió ante Chávez, pero en aquel 2006 el terreno electoral era sumamente árido. Los partidos políticos, con excepción de UNT, llamaron a la abstención y no se postularon para la Asamblea Nacional, el año anterior. Si en algo ha sido consecuente Rosales es en estar en la movida electoral.

Movida electoral que transcurre en medio de un régimen autoritario y hasta el momento, en la historia, ninguna dictadura de buen modo ha abierto la puerta para que ascienda al poder aquel o aquella que le cortará la cabeza (metafóricamente), al grupo que viene ejerciendo el poder.

Rosales compitió por la presidencia en 2006 gracias a un acuerdo con Teodoro Petkoff y Julio Borges. Soportó burlas, descalificaciones y amenazas y una vez que fue el candidato que osó enfrentar a Chávez debió vivir la persecución del chavismo. No, no es un héroe, pero tal vez es alguien que conoce bastante al monstruo.

Y, posiblemente, algo que el chavismo no reconocerá en público es que el poder desde Miraflores, tal vez, repito tal vez (y esto es política ficción), se pueda allanar a una transición con una figura como Rosales más que con alguien como María Corina Machado, por más que ella sea la líder legítima de la oposición.

Vamos hacia unas elecciones hechas a la medida de Maduro, y más allá de las declaraciones de este u otro país, la comunidad internacional sencillamente no tiene herramientas para obligar a quienes ocupan el poder y forzar que las cosas sean distintas.

Frente a todo esto, las únicas herramientas que tenemos los ciudadanos son el voto, al cual el chavismo le teme hoy y por eso promueve la abstención; y, creo yo, tenemos también el factor sorpresa.

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