Opinión

Llegó la hora de decir adiós

El coach reflexiona sobre el retiro laboral, las emociones que implica pero, también, sobre lo positivo de esa nueva forma de vida

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Cortesía |Ricardo Adrianza

Siempre comenté a mis socios mi intención de apartarme de la firma cuando alcanzara los 60 años.

Sus chistes y sanas burlas no se hacían esperar como respuesta a mi prédica, en mi necesidad de ir abonando ese camino no conocido, pues, al fin y al cabo, retirarnos solo nos sucede una vez en la vida. En abril pasado cumplí mis 61 años –un año de prórroga – y, junto con esa celebración, llegó la hora de decir adiós.

Mucha gente me ha comentado que aún estoy joven y lúcido; sin embargo, no solo la edad tiene cabida en esta decisión. Ejercer nuestra profesión como auditores independientes conlleva máxima responsabilidad, y el desgaste físico y mental que ocasiona su práctica es demoledor, sin contar que muchas veces nos apartamos de la familia. No obstante, la gestión emocional de atrevernos a dar el paso definitivo es el aspecto más desafiante cuando te enfrentas a todos los fantasmas que aparecen vestidos de recuerdos.

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Ricardo Adrianza, en su oficina, al lado de los portarretratos con fotos de su familia en el exterior. Foto Daniel Hernández

Intentar explicar las sensaciones que nos quedan al atrevernos es complicado. Quizás, por esa lógica reacción humana de alejarnos de todo aquello que nos separa de lo que ha sido una parte fundamental durante los últimos 25 años: ¡Mazars, nuestra firma, la que fundé junto con mi socio, Wilson García!

Pero los años pasan y así como se van acumulando, la urgencia de conexión para estar cerca de nuestros seres queridos se nos activa de manera extraordinaria y nos lleva a cuestionarnos y preguntarnos: ¿qué nos hace realmente felices? ¿qué queremos hacer en el último tramo de la vida? ¿qué no estamos dispuestos a ceder? ¿cómo queremos ser recordados?

La respuesta a cada una de ellas ha sido reveladora y me confirman que mi mantra de retiro tiene sentido. De allí mi decisión de buscar el camino donde mi alma está contenta.

El fallecido poeta brasileño, Mario de Andrade, en su poema Mi alma tiene prisa (conocido como Golosinas) – que he mencionado en alguno de mis artículos– expresó: “Conté mis años y descubrí que me queda menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que viví hasta ahora. Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces, los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente…”.

Para muchos ese mensaje carece de sentido y supone una rendición al trabajo y a la vida. Pero, más bien, es una invitación a vivirla plenamente. Cuando los años van sumando, esas palabras cobran un sentido extraordinario y nos acercan a la comprensión del valor que tiene devolver a los tuyos el sitial de honor que les corresponde en esta etapa de la vida donde la felicidad nos alcanza con un simple abrazo.

Hoy valoro el camino transitado y pienso que he cumplido, con mis limitaciones y mis errores, pero hemos cumplido. Sin embargo, aún me queda por cumplir en la asignatura más trascendental: estar cerca de los míos y dedicarme a mí esposa, hijas y nietos, con el mismo entusiasmo con que lo he hecho en mis actividades profesionales, y que mejor momento que este donde sigo entero de mente y cuerpo.

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Ricardo Adrianza con sus nietos Matías y Emma. Foto cortesía del autor

Como dice el mismo poema, “pretendo no desperdiciar los dulces que me quedan. Estoy seguro de que serán más exquisitos de los que hasta ahora he comido. Mi meta es llegar al final del camino en paz con mis seres queridos y mi conciencia…”.

Y así me siento, en paz, por el legado que dejo, el cariño que aún recibo y los aprendizajes que quedan en todo ese tiempo de luchas e historias para ser compartida con las nuevas generaciones.

En esta etapa de transición, agradezco a mis socios y mis gerentes por las muestras de aprecio y respeto, y por la comprensión del momento histórico donde me sitúo.

Ha sido un orgullo pertenecer a esta firma –Mazars– que destaca, no solo por su calidad profesional, si no más importante aún, por los valores que nos empeñamos en esparcir en cada rincón de nuestra organización y de nuestros empleados, donde destacan la transparencia en los negocios y la integridad de nuestras actuaciones profesionales.

Ha sido un placer trabajar con tanta gente noble y con inmenso futuro. Espero que de alguna manera haya logrado impactarlos de manera positiva en el plano profesional y, mejor aún, en su desarrollo como personas.

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Ricardo Adrianza. Foto Daniel Hernández

Para aquellos que poco me conocen o no he tenido la fortuna de tenerlos en mis equipos, deseo que podamos juntarnos en los próximos meses, pero si no se nos da, que tengan una referencia clara de mi persona y que me recuerden como un socio que ha sido una buena persona.

Ha llegado la hora de decir adiós, de cerrar este capítulo maravilloso de mi vida y abrir uno nuevo. Ha llegado la hora de decir adiós y entregarme plenamente a la fortuna de compartir con mis descendientes mis experiencias, emociones y lecciones de vida, esas que la distancia y la mortalidad del tiempo no permiten retener en encuentros pasajeros. Ha llegado la hora de seguir en ese camino de consolidar esa visión de construir la felicidad desde adentro pues, en definitiva, vivir sintiendo es lo que verdaderamente trasciende el tiempo y marca la vida.

Me voy con la satisfacción de haber contribuido a construir algo grande. Este sentimiento trasciende el tiempo y nos unirá para siempre. Gracias por haber sido parte de este sueño, por haberme acompañado en este viaje. ¡Espero que sigan haciendo historia!

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